Cuatro años después, ¿dónde están las urnas del 1-O?
Las urnas del referéndum del 1 de octubre de 2017 se convirtieron rápidamente en un símbolo para el independentismo catalán. Aquel verano, 10.000 unidades procedentes de China desembarcaron en el puerto de Marsella, aunque cuatro años después es prácticamente imposible conseguir una caja original.
Las urnas en las que más de dos millones de catalanes votaron en el referéndum de autodeterminación del 1 de octubre de 2017 fueron uno de los protagonistas inesperados en la histórica jornada. Tanto es así que hoy día, cuatro años después de una fecha marcada a sangre y fuego en la memoria colectiva de Catalunya, estas cajas de plástico siguen siendo un tesoro para muchos catalanes que las conservan en casas, fondos de documentación o museos, e incluso se han convertido en una fuente de negocio solidario.
El viaje de las cajas de policluro de vinilo (PVC) empieza en verano de 2017, casi a 10.000 kilómetros de Catalunya. Tal como se explica en el libro 'Operació Urnes' de los periodistas Laia Vicens i Xavi Tedó, la fabricación de estos envases tan peculiares se inició en la ciudad china de Guangzhou, y más concretamente en la sede de Smart Dragon Ballot Expert, que es la empresa que accede a tramitar el pedido. Tras 25 días de viaje y para evitar las intromisiones de un Estado español que andaba como pollo sin cabeza buscando las urnas, 10.000 unidades desembarcan en el puerto de Marsella, en el Estado francés.
Fabricadas en China, las urnas originales que se emplearon en el referéndum fueron distribuidas en el sur de Catalunya gracias al trabajo y la discreción de voluntarios de la Catalunya Nord. Durante los meses previos a la gran fecha, estas urnas se distribuyeron en los colegios electorales de todo Catalunya gracias a una red de voluntarios, que en muchos casos las resguardaron hasta la misma jornada del 1 de octubre para evitar su confiscación por parte de las policías españolas. De hecho, el Govern trabajaba con esa posibilidad y por ello se encargó un segundo juego de 6.500 unidades, que permaneció oculto, tal como explican en su libro Vicens y Tedó. Finalmente, y a pesar de los esfuerzos de los cuerpos de seguridad españoles, las urnas sobrantes no fueron necesarias.
Fondos de documentación y museos
Pero, ¿dónde están esos miles de urnas cuatro años después del referéndum? Algunas de ellas fueron «secuestradas» por la policía española –según la Generalitat 400 colegios fueron clausurados aquel día–. De las restantes, muchas se repartieron entre las asociaciones independentistas que colaboraron en la organización del referéndum, mientras que otras terminaron en manos de particulares, sobre todo de presidentes de mesa e integrantes de la defensa de los puntos de votación. Este es el caso de Ferran Dalmau, militante de Poble Lliure que el 1 de octubre participó en la protección de un colegio electoral en Lleida y que cuenta con una urna.
Dalmau ejerció labores organizativas en el centro de votación del albergue Sant Anastasi de Lleida y al día siguiente acudió a buscar una de las urnas que debían repartirse entre los responsables de que todo saliera bien. Además de reconocerse un poco «fetichista», Dalmau es uno de los impulsores del Fons de Documentació de l'Esquerra Independentista a les comarques de Ponent (FDEIP, Fondo de Documentación de la Esquerra Independentista en las comarcas de Poniente), por lo que su interés en ese material sobrepasaba el beneficio personal.
Para él, hoy día esa urna tiene un valor material, pero también simbólico. «Aquel día fue una pequeña victoria colectiva. Además, es uno de los objetos más preciados para los catalanes y más buscados por los enemigos del pueblo. El hecho de tener una da un punto de orgullo: esto es lo que querían esos malnacidos y no consiguieron», reflexiona.
Junto a la urna del 1 de octubre, el FDEIP también guarda dos de las cajas de cartón usadas en la consulta sobre el futuro político de Catalunya celebrada el 9 de noviembre de 2014. Dalmau explica que la principal función de este material es archivística y divulgativa, en caso de que algún día alguien las requiera para una investigación.
Para contribuir a la conservación de este patrimonio político, algunos ayuntamientos cedieron urnas a museos como el Museu Diocesà i Comarcal de Solsona, el Museu Comarcal de Cervera o el Museu de Guissona. «Desde el Museu solicitamos el depósito de esta pieza por tratarse de un objeto simbólico que se identifica con unos hechos históricos que marcaron un antes y un después en la historia de Catalunya por su trascendencia, más allá de intereses políticos», explicó el Museu de Guissona el 30 de septiembre de 2019.
También coincidiendo con el segundo aniversario de la cita, el Museu d’Història de Catalunya organizó una exposición con material del 1 de octubre, entre el que se encontraba una de las urnas que se utilizaron en el colegio Ramon Llull de Barcelona, convertido en uno de los símbolos de ese día debido a la violencia con la que la Policía española cargó para llevarse las papeletas.
Tanto es la imagen que evoca una urna que de forma recurrentemente se han podido ver en las convocatorias independentistas posteriores a la fecha del referéndum, a manos de manifestantes. Además, el día de la Declaración de Independencia, se colocó una caja al lado de los diputados de Junts pel Sí y la CUP mientras el president Carles Puigdemont hablaba en las escalinatas del Parlament.
Negocio solidario
Ante la expectación que despertaba entre el independentismo contar con uno de los objetos más preciados ligados al 1 de octubre, a principios de 2018 el Comité de Solidaritat Catalana puso a la venta 200 urnas originales que no se llegaron usar. El colectivo tenía previsto celebrar un acto en el monasterio de Sant Miquel de Cuixà, en la Catalunya Nord, aunque, ante la avalancha de solicitudes, la totalidad de las cajas de PVC se vendieron los días anteriores. A un precio de 50 euros la urna, todo el dinero recaudado fue destinado a ayudar a las familias de los presos y exiliados.
Previamente, el Comité de Solidaritat Catalana había cedido 55 urnas a diferentes artistas, que las decoraron con motivos relacionados con el 1 de octubre. De esta donación surgió la exposición '55 urnes per la llibertat', que recorrió distintas ciudades y pueblos de Catalunya, e inclusó llegó a Bruselas, donde se inauguró de la mano del president Puigdemont.
Hoy día, cuatro años después del referéndum, es prácticamente imposible conseguir una de las urnas que se usaron para las votaciones. Con las cajas originales repartidas por el país, la ANC y Òmnium optaron por comercializar réplicas, tanto a tamaño real como en miniatura, para que aquellos que lo deseen puedan conservar un recuerdo material de aquella «pequeña victoria colectiva» que supuso la movilización más grande en la historia reciente de Europa.