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Líbano se queda a oscuras por falta de combustible para sus plantas

Suma y sigue. La otrora Suiza de Oriente Medio se ha quedado sin luz por falta de combustible para alimentar a sus dos principales plantas de energía. Líbano, con su tumor sectario, se hunde en la oscuridad de un Estado fallido.

Vista nocturna en el norte de Líbano. (IBRAHIM CHALHOUB-AFP)

La red eléctrica nacional de Líbano ha quedado completamente colapsada este sábado tras el cese de operaciones de las dos plantas más importantes del país, Al-Zahrani y Deir Amar, por falta de combustible.

La separación de ambas plantas de la red ha reducido la producción nacional de energía a menos de 200 megavatios, lo que ha acabado provocando la caída entera del sistema.

La empresa estatal de electricidad de Líbano, Electricite du Liban (EdL), se ha puesto inmediatamente a «realizar las operaciones pertinentes» para reconstruir «la red nacional de manera manual», según un comunicado recogido por la televisión libanesa LBCI.

La cadena libanesa recuerda que la operación es especialmente complicada, teniendo en cuenta que el centro de control nacional fue destruido por la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, en lo que se trata del último episodio de la gravísima crisis energética que lleva asolando al país desde hace meses.

Falta de combustible

En medio de una de las peores crisis económicas de su historia moderna, el pueblo libanés se ha visto afectado por el la escasez de combustible durante los últimos meses y la mayoría de la población depende de generadores privados para obtener energía.

Para más inri, la distribución de bombonas domésticas de gas se ha detenido desde el viernes, mientras los distribuidores acusan al Banque du Liban de haberlos tomado por sorpresa al eliminar los subsidios al gas, lo que provocó, según ellos, pérdidas para el sector

Irán se ha comprometido a seguir suministrando combustible a Líbano para paliar los efectos de la crisis, pero el país sufrió un golpe prácticamente irreparable el pasado 1 de octubre cuando la compañía turca Karpowership anunció el fin de sus operaciones de suministro de electricidad a Líbano al terminar su contrato con EdL.

En mayo, la compañía había suspendido el suministro de sus centrales eléctricas flotantes durante más de un mes, aludiendo a la falta de resolución de una disputa de pago que duró meses y amenazas legales de apoderarse de sus barcos por acusaciones de corrupción.

Tras el anuncio del cese de operaciones, EdL avanzó que el país podría quedarse sin electricidad en el plazo de un mes, mientras la población llevaba semanas subsistiendo desde hace semanas con solo dos horas de electricidad general, por lo que tenía que verse obligada a recurrir al uso de generadores privados.

«La red ya experimentó apagones totales en todo el país siete veces y, si esto continúa, hay un alto riesgo de llegar a un apagón total y completo para finales de septiembre», auguraba entonces EdL en un comunicado, en el que advertía de que Líbano ya «ha agotado todas las opciones posibles» y solo puede suministrar energía a aquellos grupos de producción según «sus existencias restantes de combustible».

Un país paralizado

El apagón general es por ahora el último golpe a un país, el de los cedros, y que en su día fue bautizado como la Suiza de Oriente Medio, que se asoma al abismo de un Estado fallido.

Paralizado por una estructuración sectaria del poder tras la guerra civil libanesa, Líbano ha sido escenario en los últimos años de un levantamiento, sobre todo juvenil, que exige una remodelación profunda del país sobre bases nacionales y democráticas.

La respuesta, hasta ahora, ha sido la represión y el inmovilismo de un establishment, cristiano, suní y chií, que se niega a que nada cambie. Por temor a perder sus cuotas de poder y por miedo a una inestabilidad que despierte los fantasmas del enfrentamiento intercomunitario.