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Entrevista
Rosana Fernandes
Dirigente del MST y coordinadora de la Escuela Nacional Florestán Fernandes

«El único candidato para derrotar este modelo capitalista es Lula»

Dirigente del MST y coordinadora de su Escuela Nacional Florestán Fernandes, Rosana Fernandes (1975, Cáceres, Mato Grosso) conversa con GARA sobre el régimen de Jair Bolsonaro y la esperanza que representa para la clase trabajadora la eventual candidatura de Lula da Silva.

Rosana Fernandes, dirigente del MST y coordinadora de su Escuela Nacional Florestán Fernandes. (Monika DEL VALLE/FOKU(

Rosana Fernandes ha visitado Euskal Herria de la mano de la escuela de formación Oinharri  para compartir la experiencia de la Escuela Nacional Florestán Fernandes del Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra (MST), dedicada a la formación, también política. Pero la actualidad obliga. Todavía sin confirmarse su candidatura, asegura que Lula Da Silva es el «único» capaz de «derrotar» el neoliberalismo brasileño de características «fascistas» de Jair Bolsonaro, y la «esperanza» para retomar las demandas históricas de la clase trabajadora.

Una comisión del Senado acaba de pedir la imputación de Jair Bolsonaro por nueve delitos, entre ellos por «crímenes contra la humanidad». ¿Cree que el fiscal general, aliado del presidente, presentará una acusación ahora que su popularidad está bajo mínimos?
Es positiva la iniciativa del Senado, que ya tenía una petición unitaria de las organizaciones populares brasileñas y las principales fuerzas de izquierda y centro izquierda para poner en marcha un impeachment contra Bolsonaro. No tenemos certeza de que la Fiscalía Genera vaya a presentar una acusación. Aunque la popularidad de Bolsonaro ha caído bastante, mantiene importantes apoyos para seguir en el poder tanto entre las fuerzas políticas como entre la población que aprueba las medidas tomadas por su Gobierno. Continúa fortalecido.

¿Cómo valora el MST la gestión de Bolsonaro, quien desde su llegada a la Presidencia (y antes con Michel Temer) ha perseguido al movimiento?
El MST y otras organizaciones han sufrido especialmente tras el golpe contra Dilma (Rousseff), en 2016, con la política del Gobierno federal (primero con Temer y luego con Bolsonaro) de retirada de derechos y criminalización de los movimientos populares.

«Con la pandemia se ha agravado la situación de pobreza, con 20 millones de personas que pasan hambre y un aumento del desempleo que ocasiona más hambre y falta de vivienda»

¿Cómo se ha materializado ese recorte de derechos?
En el caso de los trabajadores del campo están la paralización del proceso de reforma agraria, las políticas como el proyecto de ley sobre titularización de las tierras y los asentamientos que contempla la posibilidad de retornar esas tierras públicas como propiedad privada y negociar las tierras como mercan- cía… También ha habido un recorte de derechos generales de la población con la congelación de las iniciativas para combatir la pandemia de forma rápida y eficaz; las políticas de desestructuración del sistema de salud que han profundizado la crisis sanitaria o la ley que enfrenta al sistema educativo, que persigue sobre todo a los profesores de educación superior que apoyan a las organizaciones populares.

También se ha producido un incremento de la pobreza.
Con la pandemia se ha agravado la situación de pobreza con 20 millones de personas que pasan hambre y un aumento del desempleo que ocasiona más hambre y falta de vivienda. Además, hay unos 53 millones que no comen suficiente.

Y, sin embargo, el Gobierno mantiene muchos apoyos.
Esta situación ha llevado al Gobierno a perder popularidad, pero sigue sostenido en gran medida por la base evangélica y pentecostal, que es gran parte de su electorado, y también por la buena base que mantiene entre los militares.

¿Y ahora que el cerco judicial relacionado, sobre todo, con la corrupción parece estrecharse en torno a los Bolsonaro?
Por desgracia, la sociedad brasileña es bastante apática con esta cuestión y aunque hay indicios que implican a su familia no tenemos demasiada esperanza de que esos procesos lleguen a juicio. Parece que está todo bien. Sus tres hijos no se sienten aludidos. Muy diferente a lo que pasó con Lula (Da Silva) que tras más de un año preso se comprobó que no es culpable y que las acusaciones no estaban fundamentadas. Es evidente el interés de la extrema derecha por mantener un Gobierno fascista con un Bolsonaro autoritario y eximido de cualquier responsabilidad y de que se haga justicia.

Durante los Gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) se produjo cierto distanciamiento entre el MST y el PT. ¿Por qué?
No creo que hubo un distanciamiento. Lo que pasó es que cada uno cumplió su papel. El del Gobierno es gobernar para todos y aplicar políticas que respondan a las necesidades de la clase trabajadora, especialmente. Por desgracia, los Gobiernos del PT, tanto los de Lula como el de Dilma, tuvieron que hacer alianzas con la burguesía para poder gobernar. El MST, como movimiento popular, cumplió su función de exigirle al Gobierno respuestas para la agenda específica de los trabajadores del campo, la descentralización de la tierra, mejores condiciones de vida en los asentamientos… Los dos cumplieron su papel: uno, el de exigir y presionar a través de la lucha en la organización; y el otro, el de atender agendas generales, pero que incluían a la burguesía brasileña. Por desgracia, la mayor parte fue para ésta.

¿La llegada de Temer y Bolsonaro y su contraofensiva neoliberal han facilitado, si no un acercamiento, sí un trabajo en común con el PT?
Cuando el golpe contra Dilma no sabíamos lo que iba a pasar en 2018, creíamos que había interés en que Temer siguiera siendo el candidado, pero tuvo problemas antes de las elecciones y no fue posible. Fue una sorpresa que Bolsonaro fuera candidato. Hoy se da una continuidad al neoliberalismo brasileño con características fascistas y no está fuera de lo que es el proyecto de la burguesía, de los intereses del imperialismo en Brasil y del papel que cumplen en este momento los EEUU. Pese al desgaste, Bolsonaro sigue siendo una referencia para el Gobierno. Es un refuerzo en la implantación y la permanencia de un proyecto capitalista.

Lula desvelará en febrero o marzo si se presenta a las elecciones de 2022. ¿Qué opina el MST de su eventual candidatura en lugar de que el PT concurra con un candidato nuevo?
No tenemos duda de que el único candidato para derrotar este modelo en Brasil es Lula. El PT tiene otros buenos candidatos, como Fernando Haddad, pero desde la perspectiva de un proyecto de clase para el pueblo brasileño, Lula continúa siendo la esperanza y continúa siendo el líder. La apuesta del MST es que Lula sea el candidato a la Presidencia para retomar esas demandas históricas de la clase trabajadora. No solo para el MST, gran parte del campo popular brasileño cree y tiene la esperanza de que vuelva a haber un equilibrio y un sistema que beneficie al pueblo.

¿Cómo han deteriorado la imagen de Lula las acusaciones de corrupción?
Creo que es algo más específico del PT. Lula debe estar construyendo alternativas con posibilidades de revisar ese desgaste que ha tenido políticamente por su estancia en prisión y por esos procesos que luego han quedado suspendidos. Entendemos que las acusaciones y la privación de libertad por un conflicto de intereses políticos le ha posicionado con más fuerza en la política brasileña. Si hubiera estado gobernando no hubiera permitido que el otro proyecto venciera. La figura pública de Lula se ha revitalizado.

Al salir de prisión Lula anunció que trabajaría por crear un frente común de la izquierda frente a Jair Bolsonaro, pero no parece estar dando fruto. ¿Es posible formar un frente en torno a Lula, que tiene muchos apoyos, pero también genera rechazo?
Queda un año para las elecciones. Desde el punto de vista de la izquierda popular no tenemos dudas de que es necesario constituir esa unidad de la izquierda más allá de Lula. No puedo afirmar cómo lo va a hacer, cómo va a llegar a acuerdos y formar alianzas para gobernar. Es una decisión de Lula y de su partido, pero depende también de la fuerza que impulse ese nuevo Gobierno. Como organización de izquierda debemos fortalecer un Gobierno autónomo, democrático y participativo sostenido por el pueblo. Así podrá construir una alianza con el pueblo y no con la burguesía.

Volviendo a Bolsonaro. Su Gobierno ha paralizado la reforma agraria, la legalización de los asentamientos… para dar luego un salto desmantelando asentamientos, escuelas y cooperativas del MST y con ataques de carácter paramilitar. ¿Con él se ha generalizado la violencia en el campo?
Hay ataques directos a la cuestión agraria. Ese proyecto de ley para privatizar los asentamientos es una forma de desestructurar el funcionamiento de las organizaciones campesinas que, como el MST, están en contra de la venta de lotes, porque puede significar un abandono de quien luchó por conquistar la tierra. Esta es la principal agenda del Gobierno, que se está implementando en varios estados. En los territorios indígenas también se está viviendo un momento de resistencia en defensa de su derecho a la tierra y contra la demarcación de sus territorios, una ofensiva territorial que se extiende a los territorios quilómbolas (afrodescendientes). Estas acciones del Gobierno generan mucho conflicto, tensión, persecución y represión.

Ha mencionado también una ofensiva contra el sistema educativo, sobre todo las instituciones de enseñanza superior.
Se ha reducido bastante el presupuesto de las instituciones de enseñanza pública y los programas dirigidos a los sujetos del campo. Con el actual presupuesto es imposible responder a las demandas y a los proyectos que habría que hacer. Hay una deconstrucción de las políticas sociales y educativas que podrían hacer viable la educación cultural y de vida digna también en el campo. La pandemia parece que ha venido a cuadrar con ese programa del Gobierno de hacer lo que quería porque nosotros no podíamos salir ni hacer nada. Desde mediados de año, se está retomando la movilización, todavía tímida, en defensa de las demandas de distintos sectores. Estamos intentando despertar. Es un desafío para la sociedad, organizarse de forma masiva a favor de demandas específicas de clase. El virus y Bolsonaro son iguales, están ahí para derrotar la vida del pueblo.

El MST se considera heredero de organizaciones de izquierda y de la teología de la liberación. ¿Cómo ve la implantación de las iglesias evangélicas y pentecostales entre los sectores más desfavorecidos de Brasil? ¿Son una amenaza en cuanto a factor desmovilizador o, peor aún, movilizador hacia posturas ultraconservadoras?
En la sociedad está muy presente esta base religiosa de desmovilización de organizaciones y de la lucha de los trabajadores. El MST ha iniciado un trabajo interesante en las comunidades para provocar una reflexión sobre el pensamiento de las iglesias evangélicas, que también están presentes en los territorios campesinos, a partir de una articulación con algunos pastores y pastoras progresistas, podríamos decirlo así, que entienden que este pensamiento no puede ser una base de motivación de una sociedad. Pero es un desafío grande porque cuando se trata de una dimensión subjetiva y religiosa es muy difícil hacer un debate. Cada uno tiene sus creencias, que cree las más correctas. Pero también están sufriendo las políticas del Gobierno.