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Miles de migrantes climáticos viven en campamentos improvisados en Perú

Tras las lluvias torrenciales que generó el fenómeno El Niño Costero en 2017, miles de familias peruanas tuvieron que ser evacuadas a campamentos provisionales y aún continúan viviendo allí. Denuncian que están «totalmente olvidados» por las autoridades.

Un niño juega en el Refugio Santa Rosa, en Perú. (Ernesto BENAVIDES/AFP)

Cerca de 2.000 familias sobreviven como pueden en el Refugio Santa Rosa de Perú, situado en el desierto de Sechura, al norte del país. Estas personas fueron evacuadas al campamento en 2017, cuando las inundaciones provocadas por el fenómeno El Niño Costero arrasaron con sus casas. A día de hoy, 5 años después, siguen viviendo allí, en chabolas precarias de paja y en carpas, sin acceso a agua potable ni electricidad.

Es el caso de Marilyn Cahuana. Cuando el río Piura se inundó, tuvo que trasladarse junto con su familia a un campamento a 20 kilómetros del que era su pueblo: «Acá empezamos de la nada. Allá tenía todas mis cosas, estábamos tranquilos, pero todo se lo llevó el agua».

«Antes teníamos todos los servicios básicos, escuela cercana, teníamos una salud cercana, teníamos nuestros cultivos cercanos y todo a la mano. Sin embargo, aquí ya tenemos cerca de cinco años y seguimos a la intemperie», explica su marido, Leopoldo Namuche, para añadir a continuación que los refugiados climáticos están «totalmente olvidados por el propio Estado».

Una mujer limpia su carpa del Refugio San Pablo, en Perú. (Ernesto BENAVIDES/AFP)

Y es que la pareja cría a sus tres hijos de 12, 9 y 2 años sin acceso a agua potable, electricidad o alcantarillado. Tienen un puñado de animales y cocinan bizcochos para vender a sus vecinos. «Nosotros no teníamos previsto esto, simplemente fue por el fenómeno de El Niño», ha lamentado Namuche.

Sin embargo, el Refugio Santa Rosa no es el único que alberga a refugiados climáticos. A 5 kilómetros de allí está el Refugio San Pablo, otro campamento que se suponía que sería temporal pero que pasó a ser definitivo para 600 familias desplazadas por El Niño Costero.

Una mujer de 85 años reposa en su vivienda en el Refugio San Pablo, en Perú. (Ernesto BENAVIDES/AFP)

En ambos campamentos, los refugiados extraen agua de pozos, que sirve además para regar los cultivos de legumbres y verduras de algunas familias. Detrás de cada vivienda hay una letrina.

En pleno desierto de Sechura, la temperatura al mediodía supera los 35 grados, pero hay pocos árboles que den sombra. El termómetro desciende drásticamente por la noche, pero nadie tiene calefacción. Para cocinar, todas las familias usan la leña que recogen en un bosque cercano. Tampoco hay ningún centro de salud o ambulatorio, por lo que los enfermos tienen que ir al pueblo de Catacaos, a más de media hora en auto o mototaxi.

Respecto a la educación de los más pequeños, el único parque infantil está cerrado por la pandemia y, en esa misma línea, la escuela improvisada a la que acudían los niños y niñas del campamento lleva cerrada desde marzo de 2020. Los menores no tienen ordenadores ni internet para acceder a clases online, por lo cual, llevan sin recibir enseñanza básica más de año y medio.

300.000 desplazados y en aumento

El Niño Costero, que afecta a Perú y Ecuador, se produce a causa del calentamiento anómalo del mar debido a los vientos cálidos que llegan del centro del continente americano. Como resultado, el fenómeno provoca lluvias e inundaciones más fuertes y frecuentes.

Según los datos oficiales, en las inundaciones de 2017 los fallecimientos ascendieron a 101, hubo 353 heridos y 19 desaparecidos. Asimismo, provocaron el desplazamiento de cerca de 300.000 personas, según indica la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Muchos de los afectados se trasladaron a Lima, donde malviven en viviendas precarias en las laderas de cerros. Pero otras, como los Namuche-Cahuana, se instalaron cerca de Piura, ciudad cercana a la frontera con Ecuador.

«Hoy podemos observar inundaciones a nivel mundial, pero en particular también en Perú, que es uno de los países más afectados por este tema del cambio climático», ha explicado a AFP el jefe de la OIM en Lima, Jorge Baca. Baca ha alertado de que el cambio climático es un desencadenante importante en este tipo de fenómenos, ya que causa inundaciones con mayor frecuencia y derrite los glaciares de los Andes: «El 10% de la población del Perú (más de tres millones de personas) se va a ver afectada de manera directa o indirecta por el cambio climático».

En esa misma línea la OIM advierte que «numerosas comunidades urbanas y rurales del país están viviendo o podrían vivir el fenómeno de la migración forzada en un futuro cercano».

«La mayor agresividad de los huracanes, por ejemplo, es resultado del cambio climático, que está cambiando incluso el comportamiento de los eventos de variabilidad climática», añade Pulgar Vidal, líder de la práctica global de clima de la Word Wide Foundation (WWF) que presidió la COP-20 de Lima en 2014.