INFO

Reivindicando a Joan Fuster, el Gramsci catalán

Con motivo del ‘Any Fuster’, que conmemora los cien años del nacimiento del escritor valenciano, nos acercamos a un intelectual único, que a través de su obra polifacética y humanista dibujó como nadie el proyecto nacional de los Països Catalans.

La casa de Joan Fuster en Sueca, reconvertida en museo, será uno de los epicentros de las conmemoraciones. (CASA-MUSEU JOAN FUSTER)

Es seguramente el intelectual valenciano más importante del siglo XX. Incluso del área lingüística que conforman los denominados Països Catalans, concepto que él mismo acuñó en 1962 con una obra referencial de lectura obligada, ‘Nosaltres, els valencians’ (Edicions 62).

Sobre Joan Fuster, nacido en 1922 en el municipio de Sueca (Ribera Baixa) se ha escrito mucho. Especialmente sobre sus ensayos, que inducían a la rebeldía en un contexto hostil y convulso, como fueron las décadas de los 60 y 70, y que procedían del gran abanico de inquietudes que cultivó durante su vida, fueran la música, la filosofía, el turismo, la filología o la historia. Es por ello que, como recita en una de sus obras y recupera la escritora Gemma Pasqual, Joan Fuster fue «la medida de todas las cosas». Por su capacidad de escrutar la realidad con un sentido crítico equiparable a los grandes pensadores europeos.

Abogado, historiador, lector empedernido y escritor audaz, su obra gravitó inicialmente bajo la influencia del valencianismo de preguerra y de otros poetas conservadores; después, en los años 50 conoció el exilio catalán mediante contactos literarios, hasta acercarse a los ambientes universitarios seducidos por los procesos de descolonización, la Escuela de Frankfurt y teóricos marxistas del tamaño de Herbert Marcuse o Antonio Gramsci. «Desde una mirada gramsciana, Fuster repasa la actualidad, analiza los fenómenos que ocurrían en Europa y, lejos de caer en juegos lingüísticos, participa del debate público con el objetivo de desvelar la conciencia crítica en el campo sociopolítico», resume Toni Mollà, escritor y discípulo suyo.

Toda su arquitectura teórica se reúne hoy en 80 libros, la mayoría de los cuales se encuadran en el ensayo y, en menor medida, la poesía, los dietarios, los artículos de prensa o el intercambio epistolar que llegó a mantener con Josep Pla, Salvador Espriu, Manuel Sanchis Guarner, Joan Coromines o Josep Maria Llompart. «La influencia de este abanico de autores, junto a su habilidad, astucia y mirada larga, le convierten en un ideólogo que consiguió hacer pensar y ser escuchado», sostiene Pasqual.

La gran disrupción

En su primera etapa Fuster cultivó la poesía y, singularmente, las crónicas que iba publicando en varios periódicos. Pero, tal y como recuerda Mollà, «después abandonó estos registros para abrazar la eficacia pública, pues quería intervenir socialmente a través del articulismo y el ensayo». Y es entonces cuando aborda la cuestión nacional en ‘Questió de noms’, donde se adentra en la nomenclatura de la nación catalana y, ‘Nosaltres, els valencians’, en cuyas páginas argumenta que su tierra, el País Valencià, forma parte de una realidad lingüística, cultural, geográfica y nacional más amplia que denominará Països Catalans. «Proyecta una sociedad moderna y arraigada en la propia tradición», explica Toni Mollà, «y lo hace decantándose hacía a izquierda, al darse cuenta de que la derecha valenciana nunca asumiría la cuestión nacional».

A partir de ‘Nosaltres, els valencians’, Fuster se vuelca en el análisis político y, en paralelo, crea la librería 3i4 junto al promotor cultural Eliseu Climent. Hace de puente con Catalunya, donde establece contacto con Pla, Espriu o una joven Montserrat Roig, e incluso escribe el primer borrador del Estatut Valencià, muy diferente del «trapo legislativo» que, a su juicio, supuso el texto de 1982. En esta evolución alternará reflexiones sobre el hecho nacional con propuestas de matriz progresista que liga contenidos filosóficos con otros de carácter más económico y social. «Tenía una mente privilegiada para interpretar el presente y proyectarlo hacia el futuro», resalta Gemma Pasqual.

Del ostracismo a la actualidad

A raíz de ‘Nosaltres, els valencians’, Fuster publica una gran variedad de ensayos y aforismos que, según los estudiosos de su figura, conservan una vigencia extraordinaria. «Las ideas de Fuster, autocentradas en el eje mediterráneo, tienen actualmente más razón que nunca», insiste Toni Mollà, para quien «también su desencanto con el establishment político y la elite intelectual que se iba fraguando con la Transición, se ha visto reflejado de forma evidente».

Aún hoy, muchos evocan el alegato que el escritor de Sueca lanzó en 1982 ante una plaza de toros de Valencia llena a rebosar: «Hay que dejar claro que el valenciano, el catalán que hablamos en el País Valencià, es todavía una lengua postergada, o peor, perseguida», para seguidamente añadir: «Nos la quieren acorralar al reducto folclórico. Así que, o nos recobramos en nuestra unidad o seremos destruidos como pueblo. O ahora, o nunca!».

A propósito de esta apelación, Mollà y Pasqual coinciden en que «el horizonte político que propuso Fuster está lejos de articularse a causa de las renuncias, la quietud y la genuflexión de una generación de dirigentes que, en su gran mayoría, han decidido apostar por el provincianismo». Para ambos, su apuesta decidida por la independencia de los Països Catalans y sus planteamientos utópicos cercanos a Gramsci o Marcuse son difícilmente asumibles por la política institucionalizada de los partidos que pueden encuadrarse en el régimen del 78. De ahí –concluyen Mollà y Pasqual– que «Fuster siga siendo una figura incómoda para el poder, que con la excusa de su elevada erudición, ha evitado que sus ideas llegaran al gran público para quedarse arrinconadas en la intelectualidad».

Pasados cien años de su nacimiento, el Any Fuster mostrará la dimensión polifacética del escritor, fallecido en noviembre de 1992. Una conmemoración para la cual la Generalitat valenciana, impulsora de la efeméride, ha previsto decenas de actos, publicaciones y otras iniciativas que darán brillo a un intelectual que ha dejado un legado inmenso en número de obras y reflexiones absolutamente contemporáneas.

Más allá de los actos institucionales, puede ser la ocasión para recordar que, detrás de ese afable y cándido vecino de un pueblo alejado de la metrópolis, había un librepensador que mediante sus escritos reivindicó el hedonismo, la ciencia y otros valores de la modernidad, hasta convertirse en un referente del proyecto republicano que imaginaba para los Països Catalans.

El hombre que lanzaba mensajes cuando no había Twitter

Entre las herramientas que reúne la obra de Joan Fuster sobresalen los ensayos, que mantienen su vigencia y cuyos contenidos asientan un planteamiento ideológico que levantó ampollas entre las élites y despertó conciencias en las clases populares. Pero si alguna herramienta muestra el carácter irreverente, cáustico y temperamental del pensador valenciano son sus aforismos.

A través de estas composiciones, directas y breves, Fuster desgrana de forma brillante, sintética y mordaz las ideas-fuerza que en sus libros defiende con mayor amplitud y razonamiento. Estos aforismos le servían como recurso para evadirse y, al mismo tiempo, para sintetizar sus teorías a modo de píldoras cargadas de intencionalidad política.

El principal compendio de sus aforismos, no menos de un millar, queda compactado en la antología ‘Consells, proverbis i insolències’ (1968), la cual incluye dos partes troncales: ‘Judicis finals’ y ‘Proposicions deshonestes’, en cuyo interior el escritor de Sueca expone sus convicciones al tiempo que tumba las fórmulas preestablecidas por la sociedad del momento.

Aforismos como «Reivindicad siempre el derecho a cambiar de opinión: es lo primero que os negarán vuestros enemigos»; «Me odian, y esto no tiene importancia; pero me obligan a odiarlos, y eso sí que tiene»; «Hay que fomentar la objeción de conciencia, y no solo contra la guerra sino también –o sobre todo– contra ciertas formas de paz»; o «Corregir y argumentar: esto es la cultura» serían probablemente trending topics en las redes sociales de hoy en día. Un ingrediente más para hacer reflexionar a los lectores, a quien Fuster instaba a crearse su propio pensamiento.

Gracias a estas frases con denominación de origen, que ya forman parte del imaginario colectivo de muchos catalanes y catalanas, Fuster se resiste a quedar en el olvido, pese a la dictadura del presentismo y la escasa ambición de sus supuestos herederos.