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Entrevista
Ibrahima Diallo
Futbolista y migrante

«He hecho un viaje duro y ahora no me dejan jugar»

«Siempre sonrío, pero en mi interior estoy triste», confiesa Ibrahima Diallo. «No comprendo por qué quieren quebrar mis sueños; igual la FIFA no entiende por lo que he pasado para jugar y el lugar que el fútbol ocupa en mi vida», manifiesta.

Ibrahim, con la camiseta del Real Unión. (Gorka Rubio | Foku)

Ibrahima Diallo “Ibra” habla con NAIZ antes de acudir, un miércoles, a entrenar. No oculta su decepción por el hecho de que, una semana más, no pueda competir con sus compañeros ya que una aplicación «a rajatabla» del reglamento de la FIFA le impide competir con la escuadra juvenil del Real Unión.

Nació en Guinea Conakry pero lleva ya unos cuantos años entre nosotros.

Llegué a Francia hace tres años. Tenía 14 años. Ahora tengo 17. Tras un recorrido, entre paréntesis, difícil, ahora vivo bien, tranquilo, en Urruña.

Compagina sus estudios con la práctica deportiva.

He jugado durante dos años en el Arin Luzien. Y estudio en el liceo Ramiro Arrue. Me digo que es importante formarse y estudiar para progresar, pero a veces me cuesta un poco porque siempre estoy pensando en el balón. Es mi vida.

Una pasión que prendió...

En mi país, en Guinea Conakry. Allí los clubs son los barrios. Empecé muy pequeño. Cuando salí, a mi paso por Marruecos, y luego también en Madrid, intenté siempre seguir jugando.

Pocas palabras para resumir un viaje largo y complejo...

Claro, entre comillas hay que hablar de un viaje, porque el mío es otro recorrido de migración, pero ligado al fútbol. Todos los pasos que he dado, hasta los más difíciles, los he dado por el fútbol.

¿Encajó bien su familia esa determinación por ser futbolista?

En África, para mi familia fue difícil de entender. Para ellos el fútbol no es un oficio y, en cierto modo, comprendo esa actitud, porque los padres quieren dar un futuro a sus hijos, quieren protegerlos, y los míos temían seguramente que no pudiera mantenerme. Respeto esos valores en favor del esfuerzo y del trabajo que me ha transmitido mi familia, pero para mí el trabajo es levantarme, incluso después de haber pasado un buen fin de semana con mis amigos, para ir a entrenar. Y esforzarme cada día por aprender y por mejorar en el campo. No hay nada más hermoso.

«Me cuidan mucho en el club y espero cumplir un día con el mandato de mi abuela. Ella decía que lo que yo reciba debo emplearlo más tarde para ayudar a otra gente que lo necesite»

Y un buen día tocó la puerta del Real Unión. ¿Por qué?

No fue enseguida. El año pasado me decidí a dar el paso. Y me encontré con Luis Sánchez [actual director de área de iniciación del equipo irundarra]. Como estaba el problema de la pandemia no me pude incorporar enseguida, pero Luis me dio su número de teléfono y como soy muy cabezón le contacté regularmente para que no se olvidara de que estaba esperando para jugar [suelta una carcajada].

No sé si antes de llegar sabía algo del fútbol vasco...

No conocía demasiado pero, como he coincidido en mis estudios con muchos chicos de aquí,  a través de esos amigos he ido conociendo a la Real, al Athletic, al Real Unión, claro. Me encanta aprender, porque es una forma de compartir. Mi abuela me decía que lo que me daba a mí para que saliera adelante yo debía compartirlo luego con otro que lo necesitara. He encontrado esos valores aquí. Me siento en casa.

Así las cosas, además de la africana, ha podido conocer otras culturas futbolísticas a ambos lados del Bidasoa.

Para mí eso es una gran ventaja, me gusta vivir esta experiencia. Me siento muy bien en el Real Unión, me aprecian, me cuidan.

¿No le paran en la frontera? Los controles son permanentes.

A veces me piden los papeles en la frontera, pero como tengo la documentación no tengo problemas para ir y venir. Me arreglo para venir a entrenar.

¿Cuál es actualmente su situación administrativa?

En cinco meses seré mayor de edad y como llegué con 14 años y llevo residiendo más de 3 años, debería acceder a la nacionalidad francesa. Vivo en el seno de una familia de acogida, con un tutor legal, en Urruña.

Ese trámite es importante para seguir adelante...

Si logro la nacionalidad francesa, eso me debe facilitar las cosas. Tengo mis papeles guineanos pero para jugar aquí hace falta contar con un tránsfer.

Un papel que le separa de cumplir su sueño de competir.

Es lo que me falta, poder competir. Y de momento, no puedo.

No comprende que una decisión adoptada por la FIFA, en Lausana, le prive de competir...

He entregado todos los papeles que me han pedido. No vivo bien esta situación. El fútbol es mi vida. He atravesado todo lo que he atravesado para poder jugar y ahora me dicen que no tengo derecho. No lo entiendo.

¿Qué les diría a quienes le han denegado el tránsfer?

Igual ellos no lo saben pero el fútbol es muy importante para mí. Llegué con 14 años con un balón. Duermo con un balón. No puedo explicarme que me dejen sin competir al menos hasta julio. Es difícil de asumir que mis compañeros jueguen cada fin de semana y yo no pueda. Trato de mantener la sonrisa, pero por dentro estoy triste.

¿Ha habido algún momento en que ha perdido la motivación?

En algún momento he perdido las ganas de entrenar. Un exjugador francés que me ayuda a entrenar me dice: «Te da rabia no competir, pero piensa en lo importante: cada semana juegas con tus compañeros». Me aferro a sus buenos consejos.

¿Piensa en los otros “Ibra” que sueñan con el fútbol?

Un día, si todo va bien, espero cumplir con ese mandato de mi abuela y ayudar, como me están ayudando aquí a mí, a otra persona a alcanzar sus metas.

PARA LA FIFA, UN HOGAR DE ACOGIDA ES UNA RESIDENCIA SECUNDARIA

El Real Unión ha decidido sacar a la luz una derrota ante la FIFA con la esperanza de ganar el reto más importante de que «las leyes del fútbol se adapten a la realidad». El club censura que «con una decisión de brocha gorda» hayan dejado sin tránsfer internacional al juvenil Ibrahima Diallo al entender que, pese a vivir con amparo legal  en Euskal Herria, su residencia está en el domicilio familiar, en Guinea Conakry.

Así las cosas, “Ibra” no podrá competir con sus compañeros de equipo al menos hasta la mayoría de edad. El jugador vive con una familia de acogida, después de que el Tribunal de Baiona estableciera, en 2019, la custodia legal en tanto que «menor que precisa protección».

El joven remitió a la FIFA un relato de puño y letra sobre su recorrido vital desde que salió de su país para seguir una ruta que le llevó primero a Marruecos y, mar mediante, a Madrid antes de recalar en Urruña, donde, confiesa, vive «tranquilo».

El club irundarra trató de reforzar esa demanda certificando que el jugador se vincula a la disciplina formativa del Real Unión desde el verano de 2021. Sin embargo, el tribunal deportivo optaba por hacer «una aplicación exhaustiva del reglamento», según la expresión empleada en su sentencia, y desestimaba la demanda relativa al deportista guineano.

El juez reconoce que sí sería aplicable la excepción del art.19 del RSTP (reglamento sobre estatus y transferencia de jugadores) que señala que «un menor puede ser transferido internacionalmente» de cumplirse la condición de que no haya una distancia superior a 100 kilómetros (50 a cada lado de la muga) entre el lugar en que reside el jugador y la sede del club.

El juez estima, sin embargo, que «la residencia del jugador debe de coincidir con los representantes legales». Como el padre del jugador –la madre falleció– sigue viviendo en Guinea Conakry, la FIFA da prioridad como residencia al lugar del que salió el chico para perseguir su sueño frente a su hogar de acogida en Urruña.

«Cualquier domicilio secundario de los padres o de terceras personas no puede considerarse como el domicilio del jugador ni en el caso en que tenga un representante legal designado por la autoridad nacional», concluye el órgano encargado de aplicar las normas que la FIFA endureció para evitar que se produjeran situaciones de abuso con menores extranjeros captados para las escuelas de grandes clubes internacionales.

Mikel Jauregi: «Es absurdo que se diga esto, ¡como si estuviera de vacaciones aquí! Es una aplicación de brocha gorda del reglamento»

«Queremos ser transparentes y dar a conocer que ‘Ibra’, por una situación administrativa, normativa, para nosotros anacrónica y que no se adapta para nada a nuestra realidad social, no va a poder jugar por ahora», explica a GARA el presidente del club irundarra, Igor Emery.

A su lado, Mikel Jauregi, responsable de fútbol base, no puede contenerse: «Es absurdo que se diga que el lugar en que vive desde hace tres años es algo así como su residencia secundaria. ¡Como si estuviera de vacaciones aquí!». «Es una aplicación de brocha gorda del reglamento, porque no somos ni el Madrid, ni el Barcelona, ni el Chelsea... Somos un club pequeño a cuya puerta ha tocado un chaval que vive a solo unos kilómetros de aquí y al que hemos abierto los brazos», completa, para tachar de «barbaridad» la decisión.

Luis Sánchez, que ha guiado los primeros pasos en Irun del deportista guineano, recuerda que «‘Ibra’ llegó a acudir a entrenar en bicicleta desde Urruña y creo que, si hiciera falta, vendría incluso a pie». Y vuelve a centrar el debate: «A ver si con ayuda de todos conseguimos que ‘Ibra’ pueda llenar ese vacío que hoy tiene, porque lo que le falta es competir».

«Decimos demasiado a menudo que el fútbol es el fútbol, pero tenemos que empezar a decir más alto que las leyes del fútbol se tienen que adaptar a la vida real», sentencia Emery. «Nuestro compromiso con esta ciudad y con esta comarca transfronteriza excede lo deportivo, lo que nos obliga a vivir y a ser sensibles a la realidad que tenemos a nuestro lado», remata el presidente del Real Unión antes de que el reloj marque la hora que lleva a “Ibra” a recoger sus trastos para salir corriendo de una sala de juntas en la que los trofeos del club miran desde la vitrina a unas viejas fotografías colgadas en la pared.

En una de ellas aparece Antonio Emery Arotzena, cuyos nietos, Unai e Igor, han tomado las riendas de un club que “Ibra” promete no olvidará jamás. «¿Ni cuando te vayas para jugar con los más grandes?», le preguntan con sorna los nuevos timoneles del Unión. «Nunca, nunca», zanja el joven extremo, al que esperan ya sus compañeros para otro entrenamiento vespertino en el stadium Gal con el termómetro marcando temperaturas mímimas.