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Dos ficciones sobre Hiroo Onoda, el último combatiente de la Segunda Guerra Mundial

Hiroo Onoda fue el último combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Entregó su catana casi 30 años después de finalizar la contienda. Su epopeya ha inspirado la primera novela de Werner Herzog, ‘El crepúsculo del mundo’ –editorial Blackie Books–, y la película ‘Onoda’, de Arthur Harari.

Hiroo Onoda durante su rendición en 1974. (NAIZ)

El prestigioso cineasta Werner Herzog ha publicado ‘El crepúsculo del mundo’ –editorial Blackie Books–, su primera experiencia en el formato novela.

Siempre perseguidor de personajes singulares colocados en una tesitura tan extrema como impensable –Lope de Aguirre, Fitzcarraldo, Cobra Verde, Woyzeck o Gaspar Hauser, entre otros muchos–, el cineasta alemán ha optado por la ficción literaria para desarrollar la historia de Hiroo Onoda, el último combatiente japonés de la Segunda Guerra Mundial.

En 1997, Werner Herzog viajó a Tokio para dirigir una ópera. Cuando sus anfitriones le preguntaron a quién le gustaría conocer en Japón –y tras rechazar de manera muy herzogiana encontrarse con el emperador– Herzog respondió al instante: Hiroo Onoda.

Ex-soldado famoso por haber defendido quijotescamente una isla de Filipinas durante décadas tras el fin de la guerra del Pacífico y sin saber que la lucha había terminado, Onoda y Herzog entablaron una serie de conversaciones en las que el primero reveló al segundo su epopeya personal.

De esos encuentros nació ‘El crepúsculo del mundo’, en la que Herzog inmortaliza e imagina los años de lucha absurda y a la vez épica del soldado japonés mediante un estilo que combina lo documental, lo poético y el onirismo.

La trinchera infinita de Onoda

El 9 de marzo de 1974 se escenificó en Filipinas uno de los episodios más peculiares de la segunda guerra mundial. En realidad se trataba del epílogo de una de esas crónicas que tan solo pueden cobrar forma en algo tan absurdo como una guerra, casi treinta años después de finalizada la contienda mundial, un soldado japonés oculto en el corazón de la jungla entregaba su espada samurai y daba por terminada su lucha contra los enemigos occidentales.

En realidad, el soldado que se llamaba Hiroo Onoda, lo único que hizo fue obedecer la orden que le había sido dada por sus superiores cuando le encomendaron que combatiera hasta la muerte en aquel punto olvidado del planeta y que tan solo se rendiría o abandonaba su puesto si sus superiores así se lo indicaban.

El problema radicó en que Onoda nunca recibió del alto mando japonés dicha orden, ni siquiera se le comunicó que la guerra había terminado y ello provocó que siguiera atrincherado en cuevas y frondosas junglas ejerciendo una anacrónica guerra de guerrillas contra los campesinos filipinos.

Onoda fue el único de los cuatro supervivientes que participaron en aquella misión y hubiese continuado esgrimiendo su fusil de no ser porque en 1974, un compatriota llamado Norio Suzuki, un apasionado de las crónicas bélicas, se trasladó hasta Filipinas para comprobar si era real la leyenda que circulaba en torno a un extraño soldado japonés que todavía luchaba por el honor de su país.

Suzuki dio con el paradero de Onoda pero este se mostró muy reacio en torno a la noticia que le había sido comunicada, la guerra había terminado hacía casi 30 años.

El soldado no estuvo en la labor de abandonar su puesto y tan solo admitió que un superior le dictase la orden de abandonar su lucha. Fue entonces cuando el mayor del ejercito japònés Taniguchi se trasladó a Filipinas para dar la orden: «Soldado, deponga las armas, la guerra ha terminado».

Hiroo Onoda regresó a Japón pero no reconocía su fisonomía de rascacielos y vehículos que corrían frenéticamente por largas vías de cemento y decidió establecerse en otro rincón selvático, Brasil, y plasmó su crónica en el libro ‘Luché y sobreviví: Mi guerra de treinta años’.

‘Onoda’, una aventura existencial

Herzog no ha sido el único en basarse en la vida del soldado Onoda. El pasado año, el cineasta del Estado francés Arthur Harari estrenó 'Onoda, 10.000 nuits dans la jungle', un filme que en los recientes premios César que otorga la Academia de Cine del Estado francés, se alzó con el premio a Mejor guion original. La película estaba nominada en tres categorías más, Mejor película, Mejor Dirección y Mejor Fotografía.

Durante su comparecencia virtual en el Festival de Cannes, el director explicó que «lo primero que suscitó mi interés fue el deseo de recrear algo en tono aventurero. Es algo que siempre he querido hacer desde niño. Toda aventura contiene elementos existenciales que, en el caso de Onoda, son muy evidentes. Me encontré con esta historia y sentí una especie de llamada. Percibí elementos universales en la temática y en la figura de Onoda, que me interesaban personalmente: la obstinación casi infantil por no dejar una cosa que ha prometido o que le han prometido, una creencia, una valentía casi absurda. Yo nunca había querido hacer una película de guerra o con japoneses, pero cuando conocí esta historia, pensé que había que hacerla en japonés, con japoneses y en una isla».