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Porque fueron, son. Porque son, serán

(Foku)

La cultura nunca es inocente. La construcción de los discursos que condicionan nuestra visión del mundo está marcada por los espacios de poder y por quién los regenta. La gran revolución de los últimos tiempos es la protagonizada por los feminismos y el protagonismo social que han adquirido. Un trabajo que lleva mucho tiempo realizándose ha sido capaz de saltar a la opinión pública y conquistar un imaginario antes reservado para otros. Esto ha posibilitado la visibilización de sus luchas, la revindicación de espacios y la destrucción de muchas estructuras. Sin embargo, es solo el principio y a la vista está que queda mucho, mucho recorrido por hacer. Sea como fuere, el golpe encima de la mesa ya está dado y por el bien de nuestro futuro, ojalá que su eco no deje de hacer tambalear los cimientos que nos sostienen.

‘Baginen bagara; artistas mujeres, lógicas de la (in)visibilidad’ es la exposición que el museo San Telmo de Donostia inauguró en noviembre y se podrá visitar hasta el 13 de este mes. Una muestra que llega tras el trabajo de investigación realizado por sus comisarias, Haizea Barcenilla (Lezo, 1981) y Garazi Ansa (Oiartzun 1989) y que se ha convertido en uno de los hitos culturales de nuestro territorio mas reseñables de este 2022. La premisa de partida es la revisión de las colecciones públicas de arte y la presencia del arte realizado por mujeres, así como sus espacios de difusión y divulgación. Nombres olvidados, obras sepultadas por una memoria manejada por la historiografía patriarcal y mujeres caídas en el olvido, son algunas de las consecuencias directas de esta toma de contacto. Un trabajo que llega tarde pero es tan necesario como urgente para la construcción de una sociedad futura. Una cuestión importante que el propio título adelanta es la relación entre el pasado y el presente. La memoria antes olvidada y ahora recuperada y reivindicada. El estado actual como camino hacia un futuro próximo.

La exposición traza varios caminos que serpentean y se entrecruzan durante la visita. Por un lado, el valor y la responsabilidad de la colección pública como responsable del patrimonio cultural y creadora de discurso en el contexto de nuestro territorio. El proyecto fuertemente anclado en el contexto vasco, nos deja entrever incluso una cartografía de la gestión pública y su responsabilidad sobre el legado. Por otro, la presencia de algunos grandes temas del arte: la abstracción, la geometría, la figura, el cuerpo, el paisaje o el retrato que aparecen enunciados desde espacios de intimidad e invisibilidad que se inscriben en la practica amateur y la dediación no profesional. Consecuencia directa de los lugares habituales del trabajo femenino y de las dificultades para ser asumidas por el tejido artístico de su momento. La puesta en escena nos desplaza de la habitual relación pared blanca-público y nos propone una serie de recorridos marcados por colores vivos y paneles que nos hacen componer otros caminos.

Muchos de esos espacios albergan recovecos que funcionan como notas al margen y se dedican a subrayar algunas cuestiones específicas como la interesante figura de Mari Paz Jiménez (Valladolid 1909-Donostia 1975) o la de la crítica Maya Aguiriano (1947-2020). Encontramos un diseño de sala que, si bien es capaz de conducir nuestra mirada con gran acierto pedagógico, necesario por otra parte para enfrentarnos al gran volumen de referentes que conforman la muestra, no cae en paternalismos y deja espacios para que podamos crear nuestra propia experiencia en la visita. Entendiendo que es una muestra basada en una investigación historiográfica y con gran cantidad de material, no abandona las lógicas del arte contemporáneo y permite diálogos y resonancias entre las piezas que van conformando los diferentes capítulos, manteniendo a la vez un relato global que no anula los espacios propios de cada pieza.

Las puesta en relación de las colecciones de San Telmo y la Diputación de Gipuzkoa permiten una constelación de creadoras que van habitando los diferentes tramos de la exposición. Un elenco de casi 50 nombres entre los que se encuentran figuras como Esther Ferrer, Itziar Okariz, Menchu Gal, Elena Mendizabal, Aran Santamaría o Dora Salazar. Quizás un ejercicio de sinceridad sería el de intentar enumerar cuántos de todos estos nombres conocíamos antes de entrar a la muestra y puede que el resultado no nos deje en muy buen lugar. Es por eso que ‘Baginen, bagara’ es ante todo un aprendizaje. Nos descubre una potencia creativa enterrada y nos lanza preguntas que nos interpelan y nos desafían. ¿Por qué no conocíamos todo este legado? Y, sobre todo, ¿cuánta responsabilidad tenemos sobre estas lógicas de invisibilidad? ¿Cómo perpetuamos estos discursos de dominación desde nuestros propios espacios? El futuro de la cultura pasa por ser responsables, como público, de revindicar y promover una visión crítica. Solo de esa manera podremos garantizar no caer en aquellos errores que hoy lastran nuestra vida.