«La gran cuestión, para mí, es la autonomía estratégica de Europa»
Nacido en Baden-Wuerttemberg en 1946, preside un partido que engloba a 37 partidos, organizado en el Parlamento Europeo en el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, que con 41 eurodiputados es la cuarta fuerza del continente.
Sociólogo y economista, este alemán curtido en mil batallas que se expresa muy bien en castellano comparte con NAIZ sus reflexiones y preocupaciones sobre la guerra de Ucrania y cuál debe ser la posición común de una izquierda europea dividida ante el tema. Transmite calma y pedagogía, no descarta escenarios de desastre para Europa, y se muestra alarmado ante la nueva apuesta armamentista de Alemania.
Fijar una postura común sobre la guerra en Ucrania con tantos partidos de la izquierda europea, con tradiciones tan diversas, no sé si compadecerle, pero vaya papeleta, ¿verdad?
Pues sí. No somos como un partido nacional, coordinamos a 37 partidos con unas tradiciones diferentes. Tenemos partidos comunistas, socialistas de izquierda, tenemos partidos muy pequeños y otros más grandes, algunos con responsabilidades de gobierno. Es una composición interesante, bastante plural, que aspira a coordinar una posición de la izquierda europea para hacerla más visible. La situación es muy difícil, todo está determinado por la guerra. Tenemos claramente posiciones diferentes, pero una cosa está clara para todos: condenamos firmemente la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas, no se puede justificar. Sabemos también que hay una política de expansión al este de la OTAN, pero no justifica la invasión.
¿Hay tantas diferencias?
Es innegable, por ejemplo en relación al envío de armas. La izquierda alemana está rotundamente en contra, y el partido Left Alliance de Finlandia, miembro del Partido de la Izquierda Europea (PIE) y del gobierno actual, ha votado a favor de enviar armas a Ucrania. Hay diferencias políticas. Creo que tenemos una posición común en contra del rearme, y por ejemplo, Die Linke en Alemania, y yo también como presidente del PIE, no estamos de acuerdo con la decisión del gobierno alemán de enviar armas a Ucrania y de aumentar el gasto militar hasta el 2% del PIB. Nunca fue así en el pasado, incluso el nuevo gobierno dijo que iba a reducir las exportaciones de armas. Ahora ha cambiado de rumbo. Es una decisión muy peligrosa, un cambio radical. Destinar el 2% del PIB para armarse no sirve para ahora mismo, es una decisión de cara al futuro.
Incluso hay voces en Alemania que hablan de convertir la bomba nuclear francesa en disuasión europea.
Existen, pero son minoritarias. Pero sí, ahí están. No creo que los alemanes quieran nada parecido, ni que los franceses estén por la labor. Para la izquierda lo debe tener muy claro: el rearme en general, y en particular con las armas nucleares, es muy peligroso. Estamos a favor de un acuerdo para abandonarlas definitivamente. Es uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos como civilización.
¿Cómo viven los alemanes la dependencia de su economía a la energía rusa?
La situación es muy difícil. Ahora tenemos sanciones contra Rusia, en particular las financieras, pero una parte está excluida para poder pagarles la energía que nos siguen mandando. Hay un esfuerzo para independizarse de esa dependencia, pero a corto plazo no puede lograrse. Europa quiere más autonomía energética y EEUU quiere aprovecharse de ello para vendernos su petróleo y su gas extraído con el fracking, que desde un punto de vista medioambiental es un desastre. Si esto se alarga un año o dos, pueden pasar cosas muy serias. Por otra parte, ha cogido fuerza el debate para prolongar la vida operativa de nuestras centrales nucleares, de echar para atrás la decisión de abandonar la energía nuclear.
¿Qué pueden esperar las clases populares europeas en los próximos meses? ¿Cómo debe prepararse la izquierda?
Hay muchísimos riesgos. Tenemos un auge muy importante de la extrema derecha, también en Alemania. Tienen un problema: son muy pro-Putin, que ahora no es muy popular. Putin había tejido buenas relaciones con Marine Le Pen, con Vox, con la AfD… La situación actual tiene consecuencias dramáticas para las clases populares, para la gente que vive y trabaja en condiciones precarias. Con la pandemia fueron particularmente golpeadas, los más vulnerables no fueron suficientemente protegidos, y ahora con la guerra todo ha empeorado. La energía ya es un lujo, por eso exigimos al gobierno una compensación de los precios de la energía.
¿Y cómo hacer para no perder ese horizonte en medio de la vorágine de una guerra?
Es muy difícil. Todo está muy condicionado por la guerra. Aumentar el gasto militar se ha hecho muy popular, pero a medio plazo es un error, un suicidio. La guerra es el mayor desastre ecológico. Para la izquierda es muy importante demostrar la relación entre el desarme y las medidas contra el cambio climático, que es un desafío existencial.
Hemos pasado de exportar mascarillas para salvar vidas, a exportar toneladas de armas, al mercadeo de la muerte.
Es una locura total. Necesitamos ese dinero para impulsar una transformación industrial, ecológica y social.
Occidente contra Rusia, Putin es el malo, todo es muy maniqueo. ¿Cómo salir de esa lógica?
A veces tengo la impresión de que estamos en tiempos de Ronald Reagan. Para él todo era muy claro: está el Bien y está el Mal. EEUU y Occidente son los buenos, y Rusia y Oriente, también China, los malos. Es una óptica muy infantil que no corresponde a la realidad. Se está alentando la rusofobia, el anticomunismo inducido, también contra China. Es un desastre. Tenemos que ser muy claros como izquierda y salirnos de esa lógica, abrazar la complejidad de esta situación. La guerra no es una solución para los conflictos, al contrario. Hay que concentrarse en la diplomacia y las negociaciones, trabajar en favor de la autonomía estratégica de Europa. Debemos romper esa lógica de si no estamos con EEUU estamos a favor de Rusia. Debemos jugar un papel mucho más independiente.
Una de las paradojas de esta guerra es que expulsa a Rusia de la familia europea para arrojarla a los brazos de China. Con ello, ¿Europa no se está pegando un tiro en el pie?
Es cierto. Europa necesita un nuevo sistema de seguridad colectiva que incluya a Rusia. Ahora es difícil, pero Europa no puede tener un sistema de seguridad contra Rusia. Ahora es muy difícil, pero urge ese debate, sobre la arquitectura de la seguridad europea. Está claro: si no hay relación y compromiso entre Europa y Rusia, la habrá entre Rusia y China. Los chinos están haciendo una política bastante cauta, no dicen que están ni a favor ni en contra. China es muy dependiente de la energía que viene de Rusia, como también Europa.
Mencionaba la autonomía estratégica de Europa. ¿A todos los niveles? Militar, energética, geopolítica...
Es crucial. Debemos utilizar está coyuntura para proponer una alternativa sobre esta cuestión. Ahora en la Unión Europea somos aliados de EEUU y la guerra de Ucrania forma parte de una lucha por la hegemonía global. No es ninguna casualidad que en la cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas en junio del año pasado se decidiera que el gran enemigo es China. En el trasfondo de la guerra subyace ese afán de hegemonía.
Europa no está oficialmente en guerra, pero tampoco en paz. ¿Cree que estamos ante una guerra de una relativamente rápida entrada y salida? ¿O deberíamos prepararnos para algo más largo y quizá no solo confinado a las fronteras de Ucrania?
Es muy difícil saberlo, todo es muy inestable. Hay mucho anticomunismo y rusofobia inducida. Y la izquierda que se niega a apoyar la lógica del rearme está en minoría absoluta. Ahora todos están a favor de apoyar a Ucrania, con armas y sin armas, pero para mi la gran cuestión es la autonomía estratégica de Europa. En este momento, y es algo absurdo, la política de Putin está fortaleciendo la OTAN, quizá también le interese esa polarización, alimentar ese antagonismo, pero miras a Suecia, a Finlandia, ves las reflexiones que están haciendo para entrar en la OTAN y da qué pensar. Eso nunca pasó antes, siempre han sido países neutrales que ahora están reflexionando entrar en la OTAN. Es ciertamente paradójico: la política de Putin fortalece la OTAN en este momento y la izquierda siempre ha sido muy crítica con la OTAN y con su política agresiva. Es evidente y está claro que la expansión al este de la Alianza Atlántica es una política muy agresiva y provocativa, pero no justifica la invasión. Para la izquierda europea se abre la reflexión sobre cuál debe ser la arquitectura de seguridad en Europa. En este momento hay mucha fiebre pro-OTAN, pero soy optimista, ese debate sobre la nueva concepción de la seguridad colectiva se abrirá pronto paso y debemos fijar posición.