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Entrevista
Jean-Pierre Massias
Catedrático en Derecho y especialista en justicia transicional

«Acción política y decisión judicial pueden sumar potencial de solución»

Catedrático de Derecho en la Universidad en la que se incluye el campus de Baiona y autor de libros como “Hacer la Paz en el País Vasco”, Jean-Pierre Massias ofrece a GARA una «lectura implicada» de la década transcurrida desde la Conferencia de Aiete.

Jean-Pierre Massias. (Bob Edme)

Jean-Pierre Massias atendió a GARA la víspera de participar en una conferencia, el jueves, en la Universidad de la Sorbona. Previsor, llegó con una jornada de adelanto a París, del mismo modo que su obra “Hacer la Paz en el País Vasco” (2010) vio la luz meses antes de que un acontecimiento mayor, la Conferencia de Aiete, se convirtiera en el punto y seguido de una sostenida labor de observación sobre distintos procesos de salida a largos y dolorosos conflictos, de Sudáfrica a Irlanda y, por fin, Euskal Herria. Una obra, prologada por el ya desaparecido ex primer ministro socialista Michel Rocard, quien en un coloquio en Donibane Lohizune en 2007 dejó sentado que «para negociar hay que querer, pero, sobre todo, saber»

El proceso de paz vasco recala, diez años después, en la Universidad de la Sorbona.

Es importante que la Universidad, en este caso la francesa, se ocupe del proceso de paz en Euskal Herria. Han pasado diez años, si tomamos como referencia la Conferencia de Aiete y la declaración de ETA anunciando el final de sus acciones armadas, un periodo lo suficientemente largo como para abordar ese análisis. Se han dado avances muy relevantes. El proceso se ha impuesto, pese a todo, como una evidencia, y anque no se ha completado, es un buen momento para hacer ese balance de etapa. Para seguir camino.

¿Qué convierte al proceso vasco en materia susceptible de despertar curiosidad intelectual?  

Entiendo que además de ser políticamente importante, el proceso vasco es una cuestión intelectualmente interesante. Ha habido el precedente del trabajo realizado en la Universidad de Baiona, que acoge y se implica desde el Foro por la Paz [diciembre 2012], pero creo que el interés por este proceso, bastante atípico, debe ir más allá, porque estamos ante un modelo muy innovador, incluso revolucionario, y que además no se puede dar por acabado. Ello permite meditar sobre lo hecho pero también reflexionar, en vivo, porque hay una dinámica en marcha, con toda su complejidad y con todas sus dificultades.

La Universidad es su espacio profesional. ¿Es un buen lugar actualmente para reflexionar sobre un proceso político, para hacer debates quizás no tan cargados de ansiedad?  

La Universidad debe ser un lugar que permita esa aproximación más serena a una cuestión que, evidentemente, suscita debate y pasiones. Fíjese que en el coloquio organizado en la Sorbona se ha querido reunir a personas del ámbito universitario con otras que se han destacado por su implicación en la sociedad civil. Eso permite aportar y acompañar al proceso mismo desde perspectivas, vivencias y puntos de partida diferentes.

Con todo, en este proceso, como hemos visto en Ipar Euskal Herria, se ha franqueado a menudo la línea que separa a observadores y actores.

Estoy de acuerdo en que para muchos, entre los que me incluyo, esa línea se ha ido, efectivamente, haciendo más tenue. Vengo del mundo de la Universidad, pero me he ido implicando cada vez más en labores, digamos, de acompañamiento de este proceso. Creo que es una de las características del modelo que hemos construido en este país, ese derecho a evolucionar, de la observación, al acompañamiento y, por qué no, al compromiso en su mejor acepción.

¿Qué conclusiones hay que sacar de esa implicación?

Creo que es complicado de analizar porque en teoría al observador se le anima a adoptar una actitud lo más distante posible, pero el proceso mismo, cuanto más ha avanzado y, sobre todo, más se ha ensanchado, se ha convertido en una opción atractiva para, sin renunciar a la labor y origen de cada cual, contribuir con los conocimientos y competencias que cada ciudadano posee. Hay que cuidar, claro está, los equilibrios, pero asumiendo que cuando hablamos de un proceso tan atípico, en el que la sociedad civil ha asumido tareas a priori impensables y a la vez tan relevantes, se ha movido, evidentemente, el fiel de la balanza.

Los consensos han versado sobre materias bien sensibles.

Haciendo la retrospectiva vemos el camino realizado por esa sociedad civil, con el impulso de experiencias como Bake Bidea o Artesanos de la Paz, y esa suma de electos y de organismos y personas de distintos ámbitos sociales y profesionales del país. Esa construcción es la que permite canalizar una agenda con materias complejas. Un proceso se construye en base a contenidos; si hablamos de lo inmediato, sobre esa campaña fuerte por la excarcelacion de presos con largas penas, pero también en base a sus formas y acciones.

Se ha hablado de forma recurrente de la justicia transicional. Como experto en la materia, ¿qué uso otorgaría a ese instrumento en este momento?

Depende de la justicia transicional que se quiera poner en marcha. Pero convengamos en que lo urgente es solventar la cuestión de los prisioneros. Lo que nos lleva a la consideración previa de que hay un capítulo legal que no ha sido zanjado. Hay que abordar esa cuestión. A partir de ahí, hay materias como la memoria en las que la justicia transicional puede proponer una cierta cohabitación de memorias contradictorias en el marco de una narrativa que sea eficaz para conseguir el objetivo mayor: la no repetición.

¿También hay que querer y saber abrir paso a la justicia transicional?

Para que sirva la justicia transicional debe haber, claro está, esa transición. Y, de entrada, hay que querer hacer tal transición. Debe haber un consenso básico de los actores de querer hacer un camino para asentar la paz que, necesariamente, pasa por plantear determinadas cuestiones políticas, de la memoria inclusiva a las garantías democráticas, sin excluir opciones, incluso la de la independencia.

El capítulo penal que menciona, pero también la persistencia de discursos beligerantes, ¿no sirven para recrear la idea de que no se ha salido de la fase precedente del conflicto?

Creo que los estados, y por afección más directa el Estado español, se resisten no ya a dar respuestas, sino a hacerse a sí mismos preguntas incómodas. Retener en cierto modo la solución en la cuestión penal es una garantía de no pasar a la faceta más política. Y a ello se añade esa especie de guerra de memorias que, ajena al sentimiento de muchas víctimas a las que hemos escuchado en foros, se azuza para, otra vez, pretender que no se dan las condiciones para abordar la otra agenda. Nadie duda de que la paz se ha hecho. Es obvio que el proceso ha cumplido los capítulos clave, pero, pese a ello, se emplean esas excusas para eludir las cuestiones más espinosas.

«Los estados se resisten no ya a dar respuestas, sino a hacerse a sí mismos preguntas incómodas

¿El consenso social amplio es suficiente para sobrellevar a la larga esa apatía democrática?

No va a ser una tarea fácil.  Sin consenso social amplio, sin una sociedad civil activa, no hay proceso. Aun contando con eso, no puede garantizarse que vaya a ser suficiente para levantar los impedimentos de los estados. Hay que pelear por lograr esa adhesión de los gobiernos de París y Madrid sin la cual no se puede resolver la cuestión de los presos. Creo que es el nudo gordiano, porque los demás puntos de la Declaración de Aiete, mejor o peor, se han cumplido. No es casual que falte el único que depende, prácticamente en exclusiva, de los estados.

En Corsica el Estado no se ha movido hasta que un hecho grave ha encendido la mecha y hoy anuncia pasos con los presos y hasta evoca la autonomía.

La primera reflexión a hacer es que la voluntad política no lo es todo, pero es muy importante. En la actualidad corsa, el carácter particularmente dramático de lo ocurrido con Yvan Colonna ha forzado a adoptar algunas decisiones. La acción política y la decisión judicial pueden sumar potencial de resolución. 

No sé si como jurista le perturba que se mezclen, en el caso corso es claro, ámbitos que, nos dicen, son independientes.

No me inquieta. Es un periodo electoral, con turbulencias globales y un factor emocional en Corsica. Se puede censurar una respuesta no reflexionada, o destacar que un factor inesperado puede hacer emerger, ojalá, una nueva voluntad política.