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Entrevista
Mikel Bao y Koldo Azpitarte
Autores de ‘El diablo y el señor twain’

«La verosimilitud es más importante y dice más del personaje que la realidad»

Cuando dos elementos tan versados en los tebeos como Koldo Azpitarte y Mikel Bao dejan de leer para contar lo que esconden los bigotes de Mark Twain, no es extraño que toda esa inteligencia redunde en la luminosidad creativa de la obra.

Koldo Azpitarte y Mikel Bao. (Raúl BOGAJO | FOKU)

En ‘El diablo y el señor Twain’ Bao y Azpitarte dialogan con lo oscuro y devuelven, con sus almas, todo lo bueno que el cómic les ha prestado.

Apuntan en el epílogo que esta obra es fruto de la casualidad.

Koldo Azpitarte: Buscando una cosa te encuentras con otra que puede incluso ser más interesante que la primera. El proceso de documentación es la parte más divertida de la creación del guion. En ese momento todo es posible. Encontré un libro que recoge la correspondencia entre Twain y el empresario Henry H. Rogers, amigo y consultor financiero de Twain en un momento económicamente delicado de Twain. Si te soy sincero es una obra que parte de mis prejuicios, un tipo como Rogers que se hace multimillonario de la nada no puede ser bueno, para mí Rogers tenía que ser un villano, una especie de diablo. Pero sucede que la vida es mucho más complicada.

¿Es una historia sobre la naturaleza del mal?

K.A.: No exactamente. Es una historia sobre la dualidad que todos enmascaramos. Nos engañamos proyectando en los demás lo que detestamos de nosotros. Es también una historia sobre la creatividad. Twain atraviesa en esa época una crisis creativa total, de hecho no volvería a publicar una novela decente hasta que murió.

También tratan la impostura en el arte. En el cómic hay un capítulo sobre este tema en el que incluso hacen un «cameo».

Mikel Bao: No pudimos evitarlo. Hoy en día la impostura está a la orden del día en el arte, en la música en la política...

K.A.: Ese relato muestra la opinión de Twain sobre la impostura del arte moderno. A nosotros nos interesaba el hecho de que la creación artística está llena de constructos que son simple fachada y esto conectaba con la línea narrativa del cómic, que es una reflexión sobre la entidad y las apariencias.

El cómic parece haber encontrado un filón comercial en las biografías de grandes figuras artísticas.

M.B.: Nosotros no hemos hecho una biografía clásica. Desarrollamos una intuición sobre un personaje con el objetivo de descubrir nuevas conexiones sin tratar de explicarlo ni juzgarlo.

K.A.: Ahora mismo hay editores que piden novelas gráficas que son adaptaciones literarias o biografías. Me parece que crear artificialmente este tipo de productos es una estupidez. O tienes un interés especial por hacer una biografía o adaptar una novela, o lo que consigues no es más que un subproducto con un barniz cultural, intentando dignificar un medio que no lo necesita.

Koldo menciona en el epílogo que el proceso más doloroso en la construcción del guion es el momento de «podar todas esas ramas que no fortalecen el tronco narrativo principal».

K.A.: En realidad el problema es para qué estas haciendo la historia. En esta época hay personajes que mantienen con Twain una enorme correspondencia pero tienes que elegir para centrarte en el tema que realmente quieres contar. En este caso es un detalle de la vida de Twain, para nosotros fundamental, pero que no agota, ni mucho menos, al personaje. Me preocupaba que siendo una obra cargada de texto no resultase demasiado densa y farragosa y Mikel ha hecho un trabajo fabuloso.

¿Es más complicado hacer atractiva visualmente una historia dialogada que otra de acción?

M.B.: Es diferente, en el cómic manga o de superhéroes manda la acción y tienes que centrarte en ello. Aquí el texto es fundamental. He empleado un estilo sintético de dibujo que no estorba ni entorpece la narración, no te exige detenerte en las viñetas ni en la perfección del detalle. Cada personaje se reconoce perfectamente con unos trazos, algo que es muy importante porque al fin y al cabo están casi todo el rato sentados y hablando. He cuidado, eso sí, la expresividad y la gesticulación del cuerpo y de las manos para acentuar o lo que dicen o no dicen con palabras.

Los diálogos están cargados de ingenio. ¿Cuánto de Mark Twain y cuánto de Koldo Azpitarte?

K.A.: Mark Twain, el personaje al menos, era un tipo ingenioso. Incluso un tipo que decía irónicamente citarse a sí mismo. No todos son de Twain, parte de ellos son míos aunque me cuesta decirte cuáles son. Ten en cuenta que nos metimos en la piel del escritor. Cuando hicimos el último capítulo, que en realidad es el primero del cómic, yo ya era Mark Twain. Muchos de los diálogos y las situaciones forman parte de un mecanismo dramático donde la verosimilitud es más importante y dice más del personaje que la realidad. De hecho, el encuentro con Freud nunca ocurrió realmente pero sí que es verosímil, pudo haber sucedido, y sirve para que la historia también avance.