Los fenómenos climáticos extremos aumentan los factores que propician la violencia de género
Según ha concluido una investigación de la Universidad de Cambridge, los fenómenos climáticos y meteorológicos extremos pueden incrementar los factores que propician la violencia de género contra las niñas y mujeres.
En un estudio publicado en la revista ‘The Lancet Planetary Health’, un equipo dirigido por un investigador de la Universidad de Cambridge ha revelado que los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos pueden incrementar los factores que provocan la violencia de género, así como la inestabilidad socioeconómica, las desigualdades estructurales de poder, la inaccesibilidad a la atención sanitaria, la escasez de recursos y las deficiencias en la seguridad y en el cumplimiento de la ley, entre otras razones.
Esta violencia puede tener consecuencias a largo plazo, como lesiones físicas, embarazos no deseados, exposición al VIH u otras infecciones de transmisión sexual, problemas de fertilidad, estigmatización interiorizada, problemas de salud mental y ramificaciones en los niños.
«Los sucesos extremos no causan por sí mismos la violencia de género, sino que exacerban los factores de la violencia o crean entornos que permiten este tipo de comportamiento», ha explicado Kim van Daalen, becaria Gates Cambridge del Departamento de Salud Pública y Atención Primaria de la Universidad de Cambridge.
Para comprender mejor la relación entre los acontecimientos extremos y la violencia de género, los investigadores llevaron a cabo una revisión sistemática de la literatura existente en este ámbito. Este enfoque les permitió reunir los estudios existentes –y a veces contradictorios o poco potentes– para obtener conclusiones más sólidas.
Concretamente, el equipo analizó 41 estudios que exploraban varios tipos de fenómenos extremos, como tormentas, inundaciones, sequías, olas de calor e incendios forestales, junto con la violencia de género, como la violencia y el acoso sexual, la violencia física, los asesinatos de «brujas», el matrimonio precoz o forzado y la violencia emocional. Los estudios abarcaron países de los seis continentes y todos menos uno se centraron en mujeres y niñas cisgénero.
Los investigadores hallaron pruebas de que la violencia de género parece verse exacerbada por los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, impulsados por factores como la conmoción económica, la inestabilidad social, los entornos propicios y el estrés.
Según los estudios, los agresores van desde las parejas y los familiares hasta los líderes religiosos, los trabajadores de ayuda humanitaria y los funcionarios del gobierno. Es de esperar que la relación entre los sucesos extremos y la violencia de género varíe en función de los distintos entornos debido a las diferencias en las normas sociales de género, la tradición, la vulnerabilidad, la exposición, la capacidad de adaptación, los mecanismos de denuncia disponibles y las respuestas legales.
Sin embargo, la experiencia de la violencia de género durante y después de los acontecimientos extremos parece ser una experiencia compartida en la mayoría de los contextos estudiados, lo que sugiere que la amplificación de este tipo de violencia no está limitada geográficamente.
«En la raíz de este comportamiento se encuentran las estructuras sociales y patriarcales sistemáticas que permiten y normalizan este tipo de violencia. Los roles y normas sociales existentes, combinados con las desigualdades que conducen a la marginación, la discriminación y el despojo, hacen que las mujeres, las niñas y las minorías sexuales y de género sean desproporcionadamente vulnerables a los impactos adversos de los eventos extremos», ha informado Van Daalen.
Denuncias
Experimentar la violencia de género también puede aumentar la vulnerabilidad, de acuerdo con el estudio. Cuando se enfrentan a la probabilidad de sufrir acoso o violencia sexual en los campamentos de socorro, por ejemplo, algunas mujeres o minorías sexuales y de género optan por quedarse en casa o regresar a sus hogares incluso antes de que hacerlo sea seguro, lo que las pone en peligro adicional ante los fenómenos extremos y restringe aún más su ya limitado acceso a los recursos de socorro.
Los sucesos extremos podían tanto aumentar la violencia nueva como aumentar las denuncias, desenmascarando la violencia existente. Vivir acontecimientos extremos hizo que algunas víctimas sintieran que ya no podían soportar los abusos o que se sintieran menos inhibidas para denunciar a sus maltratadores que antes del acontecimiento.
Sin embargo, los investigadores también han señalado que las denuncias siguen estando condicionadas por una serie de factores, como el silenciamiento de las víctimas, el miedo a denunciar, los fallos en la aplicación de la ley, la falta de voluntad para creer a las víctimas y la normalización de la violencia.
«La gestión de las catástrofes debe centrarse en la prevención, la mitigación y la adaptación a las causas de la violencia de género –recomienda Van Daalen–. Es crucial que esté informada por las mujeres, las niñas y las minorías sexuales y de género afectadas y que tenga en cuenta las culturas sexuales y de género locales y las normas, tradiciones y actitudes sociales locales».
Ejemplos de estas intervenciones son la provisión de refugios y servicios de socorro tras la catástrofe –incluidos aseos y zonas de baño– diseñados para que puedan acceder exclusivamente las mujeres, las niñas y las minorías sexuales y de género, o la provisión de equipos de respuesta de emergencia específicamente formados en la prevención de la violencia de género.
Sumergidos en la crisis climática
Entre 2000 y 2019, las inundaciones, las sequías y las tormentas afectaron a casi 4.000 millones de personas en todo el mundo y se cobraron la vida de 300.000 personas.
La aparición de estos eventos extremos representa un cambio drástico, ya que la frecuencia de las inundaciones aumentó un 134%, las tormentas un 40% y las sequías un 29% en las últimas dos décadas. Asimismo, se espera que estas cifras sigan aumentando a medida que avance el cambio climático.