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Entrevista
Carlos Martín Beristain
Comisionado de la Comisión de la Verdad de Colombia

«Las heridas de un conflicto se curan con el bálsamo del respeto»

Carlos Martín Beristain, integrante de la Comisión de la Verdad de Colombia, ha sido uno de los coordinadores del informe final 'Hay futuro si hay verdad', presentado el 28 de junio en Bogotá. Hoy será presentado en Bilbo a nivel de Europa.

El comisionado de la Comisión de la Verdad de Colombia y responsable del capítulo dedicado al exilio colombiano, Carlos Martín Beristain. (Aritz Loiola | Foku)

Después de tres años y medio de trabajo y escuchar a más de 30.000 víctimas en encuentros individuales y colectivos en 28 lugares, la Comisión de la Verdad de Colombia, uno de los pilares del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición acordado en la mesa de La Habana, presentó el pasado 28 de junio en Bogotá su informe final 'Hay futuro, si hay verdad'. Este histórico evento no contó con la asistencia del presidente colombiano, Iván Duque.

Además de analizar las causas y los factores que han propiciado la prolongación del conflicto armado, recoge recomendaciones para una paz completa sobre la base de la implementación integral de los acuerdos de La Habana. Propone, entre otras cosas, la creación de un Ministerio para la Paz y la Reconciliación, replantear el problema del narcotráfico, establecer «una nueva visión de la seguridad como bien público» y diseñar una política de verdad y memoria que «comprometa al Estado y a la sociedad». Asimismo, hace énfasis en la necesidad de retomar el diálogo con el ELN y reconoce a los exiliados como víctimas, un aspecto novedoso en las comisiones de la verdad.

Hoy los comisionados Carlos Martín Beristain –coordinador del capítulo dedicado al exilio y también del Informe Final– y Alejandro Valencia presentarán su contenido en Bilbo y entregarán el informe a la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales de Lakua, Beatriz Artolazabal.

En entrevista con GARA, Beristain subraya que «las heridas se curan con el bálsamo del respeto y el primer paso para el respeto es que tu historia sea tenida en cuenta incluso por quienes han sido parte de los responsables».

¿Qué valoración hace de estos tres años y medio?

Ha sido una apuesta por la verdad y la paz en un contexto difícil, pero que ha engendrado un proceso social colectivo importante.  A la comisión le ha tocado trabajar en un contexto negativo de continuación del conflicto armado –ELN, disidencias de las FARC, grupos paramilitares– y de inseguridad en muchos territorios y con un Gobierno que no ha demostrado compromiso con el acuerdo de paz con las FARC-EP. Aún así hemos hecho un trabajo muy comprometido y revelador.

Para nosotros, es un informe de segundo piso; no es un informe descriptivo de lo sucedido, sino explicativo. La gente nos dijo desde el principio que quería una verdad que explicase por qué, qué es lo que ha pasado en el país, por qué el conflicto se ha reciclado tantas veces y por qué no ha sido posible construir la paz antes. Los factores de persistencia que llamamos.

¿Cuál ha sido el momento más crítico?

La muerte de dos comisionados, Alfredo Molano y Ángela Salazar. Después momentos en los que arreciaban las acusaciones e insultos a los comisionados, a mí mismo también. Esto demuestra una falta de actitud abierta a la verdad y un intento de cerrar espacio a la Comisión por parte de los sectores que no están interesados en la verdad. También la dimisión hace mes y medio del militar retirado Carlos Ospina. Fue muy duro por lo que supone de quiebre. La Comisión siempre hizo el intento de integrarlo cediendo en muchas cosas, pero se fue diciendo mentiras. Fue un intento de cerrar la comisión, de politizar su trabajo en el mal sentido de la palabra. Afortunadamente, se resolvió bien.

Presentación del informe final de la Comisión de la Verdad de Colombia

En la presentación en Bogotá no estuvo el mandatario, Iván Duque. En cambio, sí estuvieron el presidente electo, Gustavo Petro, y la vicepresidenta electa, Francia Márquez. ¿Cómo valora esta ausencia?

Obviamente, no nos gustó. Al día siguiente hubo una reunión con Duque en la que se le entregó el informe. Nos dijo que estaba de viaje y que por ello no había podido asistir. Esta ausencia demuestra una actitud poco comprometida con el trabajo de la Comisión. Pero también que hay una Colombia que está en un lugar de futuro, que está aceptando y reconociendo este trabajo por la verdad. Esta es la mejor noticia, es algo que históricamente no ha ocurrido en el país.

«Desde el exilio se ve todo el conflicto: madres que se resistieron al reclutamiento forzado de sus hijos, jueces que investigaron el paramilitarismo...»

La Comisión ha presentado su informe en un escenario de cambio político y social y eso es algo muy positivo. Hay una parte de la sociedad que ha perdido el miedo y está demandando políticas distintas. Hace dos años y medio, Francia Márquez fue objeto de un atentado con otros miembros de la dirigencia negra del norte del Cauca. La Comisión fue a estar con ellos. Yo tuve un posterior encuentro con Francia para conocer el impacto de ese atentado. Hoy ella es vicepresidenta del país. Esto demuestra los escenarios de cambio que se están dando en el país y cómo el informe y las recomendaciones de la Comisión llegan en un buen momento para el país.

El informe se titula «Hay futuro si hay verdad». ¿Por qué?

La Comisión no mira solo hacia atrás –qué pasó, cuáles fueron los responsables, cuáles fueron las formas de victimización, qué mecanismos hicieron posible la continuación del conflicto, por qué la paz nunca fue un proyecto de nación–. También mira al presente y, sobre todo, al futuro.

Por primera vez una comisión de la verdad dedica un capítulo a los exiliados –«Las verdades del exilio: La Colombia fuera de Colombia», que usted ha coordinado– y los reconoce como víctimas. 

En general, el exilio es una violación invisible. Aunque en casi todas las comisiones de la verdad el exilio no ha pasado desapercibido, no se ha puesto énfasis en ello ni ha habido una investigación específica. Las comisiones siempre se han centrado mucho más en el país. En el caso colombiano, esto todavía es más dramático porque nunca ha tenido una visibilización ni reconocimiento. Parece que el exilio es una decisión individual que no tiene relación con lo que pasa en el país.

La Ley de Víctimas reconoce el desplazamiento forzado, por ejemplo de Bucaramanga a Bogotá, pero no el exilio. Para nosotros, es muy importante que haya un espacio de reconocimiento, un cambio legal y una política para quienes quieran regresar, y que haya una empatía frente a lo que ha supuesto el exilio.

«Hemos hecho encuentros entre extremos que parecían imposibles»

Un alto cargo en su tiempo de la Unión Patriótica exiliado en Canadá a quien tomé testimonio me dijo que llegó un momento en que se sentía culpable porque no le mataban en Colombia. Un día llegó a su casa y había un tipo en su puerta con su pistola. Le dijo que sabía dónde estudiaba su hijo. Al día siguiente salió del país. Siempre hay un momento en los exilios en el que la gente dice ‘ya no más’.

Otra refugiada me dijo que ‘ser refugiado es convencer al otro de que tu verdad vale la pena’. Hay una ausencia de un marco de reconocimiento social. Son vistos como un inmigrante más y ahí hay un desgarro más profundo.

Una jueza de un alto tribunal en Colombia me contó que se ha pasado la vida lavando baños de edificios, 50 o 60 baños al día para ganarse la vida. Hay una destrucción de muchos proyectos de vida. Desde el exilio se ve todo el conflicto: las mujeres que se resistieron al reclutamiento forzado de sus hijos por parte de la guerrilla, los jueces que investigaron el paramilitarismo y sufrieron atentados, líderes comunitarios de todo tipo... Hay historias que solo están en el exilio. Si quieres conocer la historia de la Fiscalía de Derechos Humanos, una experiencia muy importante a mediados de los 90 que después se vio truncada por las amenazas, tienes que ir a Suiza, Suecia, Canadá o EEUU, donde están exiliados muchos de esos fiscales.

La Comisión propone retomar los diálogos con el ELN, un Ministerio para la Paz y la Reconciliación y un cambio cultural para superar la doctrina del «enemigo interno».

El informe habla de la Colombia herida, de la importancia de abordar el impacto del sufrimiento porque es otro factor de polarización. El 20% de la población ha sido afectada directamente por el conflicto armado. El informe empieza hablando de eso porque ese es el punto de encuentro para cualquier proceso de reconstrucción. Y acaba hablando de los reconocimientos. Junto a las investigaciones y recopilación de testimonios, hemos hecho una gran conversación nacional en la que han participado víctimas, victimarios, empresarios, políticos… Hemos hecho encuentros entre los extremos del conflicto que parecían imposibles.

««Hace dos años y medio, Francia Márquez fue objeto de un atentado. Hoy es vicepresidenta»

Esto demuestra la importancia de la humanización y de la deconstrucción del enemigo interno. Eso conlleva un cambio cultural que pasa por la educación y la política.

En el informe hay aprendizajes no solo para Colombia, sino para otros países que han sufrido contextos de violencia.

Las heridas se curan con el bálsamo del respeto, y el primer paso para el respeto es que en ese proceso de reconstrucción colectiva tu historia sea tenida en cuenta incluso por quienes han sido parte de los responsables.