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La importancia del proceso


Alo largo de la historia, ser artista ha ido adquiriendo diferentes significados. Según el periodo al que nos acerquemos, podremos ver los distintos roles que han venido desempeñando hasta el día de hoy. Si bien el arte conceptual y su surgimiento en los años 60 cambió el paradigma de lo que entendemos como tal, la creación artística siempre ha estado ligada a un saber técnico. Las obras desarrollan a veces su recorrido en lo narrativo o incluso en el ámbito de lo discursivo, pero casi siempre asentadas sobre un trabajo visual y plástico. El proceso creativo se trata en muchas ocasiones de solucionar problemas mientras se emprende un camino. Esta fase en la que tantas veces hemos puesto el foco desde estas líneas, tiene que ver precisamente con todas estas maneras de llegar a un lugar que a veces incluso no se sabe que existe. Remar en un mar inmenso sin saber si hay tierra próxima, como una manera de trabajar con el momento presente y siendo capaz de adecuarse a las condiciones que surgen durante el viaje. En estos momentos entra el diálogo con lo matérico y lo tangible, que también tiene su propia voz. Una conversación en la que los materiales ejercen su derecho a ser escuchados hasta negociar una forma final que en el fondo no es más que un alto en la etapa para después, continuar.

‘Media hora de sol’ es el título de la exposición que inauguró el pasado 27 de mayo en la galería Carreras Múgica de Bilbo el artista barakaldarra Raúl Domínguez (Barakaldo, 1984). Entramos esta semana en la recta final, pues estará disponible para su visita hasta el 29 de julio. Compartiendo espacio, aunque manteniendo su lugar propio, con la exposición que reseñamos la semana pasado a cargo de June Crespo, Domínguez nos plantea una instalación mural que nos recibe en el pasillo de entrada de la galería. En un primer vistazo encontramos un cúmulo de estímulos que, sin un orden aparentemente muy definido, propone una puesta en escena sin principio ni final. No aparece un recorrido de lectura sino más bien una inmersión en un lugar. La pared alberga dibujos de gestualidad delicada realizados con grafito, líneas que conectan dibujos que se instalan en fundas de plástico de tamaño folio y que mantienen una misma apuesta cromática en amarillos, rosas y grises muy suaves. Todo adquiere una armonía y se despliega como un diario de trabajo o un mapa que según vamos descubriendo nos permite profundizar en los detalles de cada uno de sus caminos. Llama la atención la materialidad precaria con la que se sostienen, a base de cintas, esquinas que no se pegan las piezas, post-its e impresiones digitales. Según avanzamos se abren ante nuestra mirada unas composiciones de tamaño considerable y cuya contundencia destaca sobre el resto del montaje. Los negros intensos del carboncillo y el grafito componen un muestrario compositivo de formas que a veces reconocemos, como hojas o árboles en penumbra, junto con esferas, círculos y volúmenes. La muestra nos permite acercarnos a una apuesta de resolución formal en clave expositiva que mantiene la frescura del mismo proceso de trabajo en constante evolución.

El museo de Arte e Historia de Durango inauguró el pasado día 7 una exposición a cargo de la ilustradora María Herreros (Valencia, 1983). El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza encargó a la pintora la realización de un cómic sobre la artista norteamericana Georgia O'Keeffe. Hasta el 28 de agosto podremos disfrutar de más de cien dibujos originales a lápiz y carboncillo, así como el cuadro que fue utilizado para la portada y varios bocetos del rostro de O´Keeffe. Muy interesante la posibilidad de asomarnos a la trastienda de una publicación de estas características, los estudios previos y todo el trabajo que requiere su materialización.