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Un viejo mapa de 1940, clave en la aparición de las tres fosas de Paternain

En 2017, la búsqueda de una fosa común en Paternain fracasó. Dos mujeres habían sido testigos de cómo mataron a una quincena de personas en una cuneta del camino entre aquel pueblo e Ibero. Unos vecinos han dado ahora con un mapa que prueba que excavaron en el lugar equivocado. 

Una de las tres fosas aparecidas en Paternain. (Gobierno de Nafarroa)

Lo contó Antonio Oroz y a él se lo habían dicho su madre y su abuela, que fueron las que vieron cómo los mataban. Según aquella versión, eran 10 o 15 los presos que debían aparecer muertos en aquel camino. «Su testimonio indica que los pistoleros los habían llevado en un camión en una de las sacas desde la prisión», comenta Iñigo Leyun, miembro del Concejo de Paternain. Aquel camino era un sitio discreto, no muy alejado de Iruñea y, por lo tanto, idóneo para hacerlos desaparecer. Las cercanías de Ibero están sembradas de fosas.

Después, los pistoleros se presentaron en la casa de esas mujeres y les exigieron que les dieran de comer. La madre de Antonio se escapó aterrada, pero la abuela tuvo ánimo suficiente como para contestarles. Les espetó –según rememora Leyun– a ver cómo tenían el valor de presentarse en su casa a que les dieran de comer después de lo que acababan de hacer. 

Aquellos pistoleros respondieron a la mujer con amenazas, diciéndole que si no les servían la comida, ellas dos también acabarían «en el mismo agujero». 

En 2017, los forenses de Aranzadi y el Gobierno de Nafarroa quisieron verificar la historia y rescatar los cuerpos. Acudieron al camino que va de Paternain a Ibero y se pusieron a excavar, aparentemente en el lugar indicado. Pero no dieron con cadáver alguno. 

Miguel Oroz, el presidente del Concejo, y el propio Leyun, después del fracaso, dieron con el mapa antiguo que ha resultado clave este fin de semana y que ha permitido dar otro final a esta historia.

Se trata de un mapa de 1940, que indicaba que el camino que va de Paternain a Ibero no siempre ha sido el mismo. Antes de la reparcelación de 1960, ese camino transcurría apenas veinte metros más abajo. Por tanto, se había excavado en el lugar equivocado. 

Gracias a la mediación de Toki, de la asociación de fusilados de la Cendea de Oltza, desde el Concejo contactaron de nuevo con el Instituto de la Memoria del Gobierno de Nafarroa. Y el Instituto entendió que la pista era lo suficientemente buena como para volverlo a intentar. 

La cuneta a excavar ahora es un campo de trigo. Sin embargo, su propietario concedió el permiso con una única condición: que esperaran a que la pieza estuviera cosechada. El fin de semana pasado, por fin se había recogido la mies. 

En busca de sus identidades

«Los restos han aparecido casi desde la primera palada», comenta Leyun. No ha sido finalmente una fosa, sino tres, aunque no tan grandes como se desprendía del relato de la abuela y la madre de Antonio. 

Han asomado diez cadáveres, a los que ahora extraerá los resto de ADN la empresa pública Nasertic. Una vez se consigan los datos entrarán a formar parte del Banco de ADN del Gobierno de Nafarroa. En caso de que algún familiar de desparecido haya dejado también una muestra en dicho banco, su búsqueda habrá terminado. 

El hecho de que provengan de una saca de la cárcel, método de ejecución empleado comúnmente con la población de Nafarroa, a quien primero se apresaba y después se hacía desaparecer sacándola de la prisión y ejecutándola en lugares con pocos testigos, genera algo más de esperanza de que finalmente se ponga nombre a esas personas allá enterradas.

Cuando se trata de restos humanos de la fuga de Ezkaba siempre resulta más complicado, pues los presos del fuerte se trasladaban desde otras provincias y, en muchas ocasiones, las familias ni siquiera saben que esas personas fueron trasladadas a Nafarroa y, por tanto, no han registrado su ADN en el banco.