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Entrevista
Montse Escruela i Caberra
Referente de nutrición de Médicos Sin Fronteras (MSF)

«Con planes contra la desnutrición aguda se salvan muchas vidas»

Montse Escruela i Caberra inició su trayectoria profesional en diversos centros sanitarios de Catalunya. Ha trabajado en Acción contra el Hambre, en el Programa Mundial de Alimentos en África, en la Organización Panamericana de la Salud y en Unicef. Desde 2017, es la referente en nutrición de MSF.

Montse Escruela i Cabrera, referente de nutrición de Médicos Sin Frontera. (MSF)

En junio, la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) emitieron una alerta sobre las múltiples crisis alimentarias inminentes, impulsadas por los conflictos bélicos, los fenómenos climáticos extremos y las consecuencias de la pandemia, así como por los efectos en cadena de la guerra en Ucrania, que ha acelerado el alza de los precios de los alimentos y del combustible en muchas naciones del mundo.

Montse Escruela i Caberra, referente de Médicos Sin Fronteras en nutrición, conoce bien las consecuencias que acarrean los cuadros de desnutrición aguda y crónica, sobre todo, en los más vulnerables.

Su primera misión sobre el terreno fue en Colombia en el año 2000. Desde entonces ha trabajado en diversas emergencias humanitarias como Níger, Nigeria, República Democrática del Congo, India, Yemen, Sudán, Sudán del Sur, Etiopía o Irak.



La FAO cifra en 193 millones las personas que se enfrentan a una crisis alimentaria en el mundo, casi el doble que en 2016. Advierte del riesgo de hambruna en Etiopía, Sudan del Sur, Yemen, Afganistán, Somalia y Nigeria.

Desde hace tres-cuatro años vemos que la situación se está agravando por diferentes factores. Son zonas que ya tienen una situación de inseguridad alimentaria bastante acuciada. Hablamos de la zona del Sahel –desde Senegal a Sudán–, una franja de por sí muy vulnerable con sequías consecutivas. A ello se unió el covid, que trajo consigo el cierre de fronteras, imposibilitando la movilidad de la población en busca de recursos y la paralización de las campañas de vacunación.

Otra zona vulnerable es el Cuerno de África –Somalia, Etiopía, Sudán, Eritrea, Yibuti–. Aparte de la falta de lluvias, en 2020 tuvieron una plaga de langostas. Son factores que se han ido encadenando hasta desembocar en la tormenta perfecta.

Yemen tiene una situación meteorológica similar, además de un conflicto bélico desde 2015. Y en Asia, las poblaciones son tan grandes que en un cuanto hay un factor agravante de más, se disparan las tasas de desnutrición.

¿Cuándo se decreta una crisis alimentaria?

El hambre es un concepto complejo que no acaba de tener una definición científica estandar. Cuando hay un porcentaje de la población que no puede cubrir sus necesidades básicas alimentarias y cuando los grupos más vulnerables –los niños de 0 a 5 años– comienzan a sufrir desnutrición aguda, es decir, empiezan a salirse de la curva normal de crecimiento bien por enfermedad bien por falta de alimentos, podemos decir que estamos ante una crisis alimentaria.

¿ En qué se diferencian la desnutrición aguda y la crónica?

Si hablamos de malnutrición, tenemos tres tipos: una por exceso –obesidad, sobrepeso–; otra por carencia de micronutrientes –anemia, bocio– y una tercera, por escasez. En esta última entran la desnutrición crónica y aguda. La primera se da cuando la afectación se produce durante un largo periodo de tiempo. Puede empezar desde el vientre materno hasta los dos años de vida.

«La desnutrición no solo afecta a la curva de crecimiento, a nivel cognitivo y neurológico también hay una afectación, por lo que tendrá más dificultades»

Durante ese periodo el niño no recibe los nutrientes necesarios para tener un crecimiento normal. La aguda es cuando hablamos de un momento puntual. El niño puede tener una curva de crecimiento normal, pero un evento extraordinario hace que se salga de ella. La situación más grave es cuando ambas se conjugan.

¿Qué impactos tiene la desnutrición en el desarrollo?

La desnutrición no solo afecta a la curva de crecimiento, a nivel cognitivo y neurológico también hay una afectación, por lo que tendrá muchas más dificultades intelectuales en un futuro.

Todo lo que ocurre en la etapa de la niñez compromete el desarrollo del adulto. Una madre que esté malnutrida tiene un mayor riesgo de tener un hijo con bajo peso al nacer y ello hace que tenga más posibilidades de que tenga una curva por debajo de la que debería de tener y que desarrolle enfermedades que le hagan caer en una desnutrición aguda.

Por eso es tan importante tener en cuenta todo el ciclo de vida cuando se hace una intervención en nutrición. Debemos empezar con las chicas adolescentes para que el día en que sean madres puedan tener hijos con buenas condiciones de salud.

¿La guerra en Ucrania ha empeorado el escenario?

Lo que estamos viendo en el terreno está más relacionado con todos los factores que he nombrado que con la guerra en Ucrania. Después de tantos años de sequías recurrentes o plagas, la población no tiene capacidad de recuperarse.

El Sahel, por ejemplo, es una zona muy desértica en la que se tienen que mover con el ganado para buscar agua. Si un año iba mal pero al siguiente la temporada era mejor, las poblaciones lograban recuperarse. Pero, al llevar tantos años seguidos de sequía, no tienen capacidad de recuperación.

La guerra en Ucrania y las sanciones están teniendo un impacto en el coste de los productos terapéuticos que utilizamos para tratar la desnutrición aguda porque el precio de los ingredientes con los que están hechos, básicamente pasta de cacahuete, está subiendo, lo que repercute en el precio final. Lo mismo ocurre con el transporte. Con la subida del carburante, llevar todos estos alimentos resulta más caro.

¿Cómo se combate sobre el terreno una crisis nutricional?

Allá a donde vamos trabajamos con personal local. Primero haces un análisis de la situación; en mi caso, una encuesta nutricional. Coges una muestra de niños de manera aleatoria, les tomas las medidas –peso, talla, les mides el brazo– y ves qué cantidad de niños tienen desnutrición aguda. Extrapolando esos datos, te da una idea de cuán grave es la situación.

A partir de ese primer análisis, hacemos una estimación de cuántos centros nutricionales tenemos que abrir. Siempre tratamos de que toda intervención esté lo más integrada en el país, es decir, si hay un centro de salud en la zona, será ahí donde habilitaremos la parte de nutrición. Si hay un hospital, trataremos de habilitar una sala para hospitalizar los casos más graves de desnutrición aguda. Este es nuestro principio. Así, el día en que nos vayamos, será un conocimiento que ya has compartido; todo lo que se haga a nivel de estructura, ya va a quedar.

En paralelo, trabajas con la comunidad; buscas personas ya con un conocimiento básico de salud dentro de la comunidad, pueblo o ciudad, les das una breve formación sobre cómo identificar a los niños desnutridos a través del perímetro raquial y les enseñas a referir. Ponemos en marcha sistemas de referencia, si hay mucha distancia entre los pueblos y el centro nutricional, ponemos en marcha ambulancias, motos u otro tipo de transportes. Todo este proceso se hace con la comunidad, que es la que identifica y refiere a los niños con desnutrición. Una vez en los centros de salud, hacemos formación con el personal sanitario.

¿Cuánto dura el tratamiento de la desnutrición aguda?

Entre 4 y 6 semanas, dependiendo de la gravedad del menor. Si está muy grave, puede que necesite hospitalización, que suele prolongarse una semana. A partir de ahí, en cuatro semanas está curado. El quid de la cuestión es que no vuelva a recaer, que esté vacunado y tenga acceso a la salud y al agua potable. Porque si no entramos en un círculo vicioso de desnutrición y enfermedad. En el Congo o en Somalia estamos viendo un aumento de la desnutrición aguda infantil porque están subiendo los casos de sarampión tras la interrupción de la vacunación por la pandemia.

Me gustaría poner una nota positiva, y es que cuando ponemos en marcha un programa contra la desnutrición aguda, se salvan muchas vidas. Un niño que llega en muy mal estado, puede irse a casa en buen estado. Ver la transformación de ese niño produce una enorme satisfacción. Si llegamos a tiempo, la tasa de mortalidad se reduce enormemente y solo los que están muy muy graves fallecen. Siempre me quedo con eso. Cuando regreso de una misión pienso en cuántos niños y cuántas madres han salido del centro de nutrición.

La otra cara de la malnutrición es la obesidad. ¿Cómo se lidia con ambas?

Aquí también tenemos problemas de malnutrición; en este caso, no por escasez sino por exceso o por mal uso. Es la otra cara de la moneda, pero es también un problema de salud muy importante que está afectando a las poblaciones más pobres y vulnerables que no tienen acceso a alimentos de calidad que les permita mantener una alimentación equilibrada.