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Entrevista
Eduardo López Banzo
Musicólogo y director

«En la música conviene revisitar de vez en cuando los territorios más infrecuentes»

Eduardo López Banzo vuelve a Quincena al frente de Al Ayre Español, uno de los grupos de música antigua mejor considerados y más queridos, con un programa sobre el barroco inglés. En Donostia han sido los primeros en colgar el cartel de ‘No hay entradas’.

Eduardo López Banzo. (Marco BORGGREVE)

Al Ayre Español es una de las formaciones de música antigua e historicista más consolidadas y respetadas no solo aquí sino también por toda Europa. ¿Qué es lo que tiene para que sea un referente?

Lo que tiene son muchos años y que, desde que la fundé en 1988, hemos llevado una línea de trabajo muy consistente y muy coherente con los principios que me impulsaron a mí al crearla. Nació como un grupo que se dedicaba exclusivamente a la música antigua española en un esfuerzo por recuperar ese repertorio –que sigue siendo todavía algo pendiente, aún quedan lagunas– pero con el tiempo nos fuimos expandiendo a otros repertorios que nos interesaban y que favorecían nuestra visión de la música española.

La música antigua ha estado y sigue estando muy de moda gracias, en parte, a formaciones como la suya, pero en 1988 la música antigua no era una moda. ¿Cómo nació ese interés?

En aquel momento había muy poca gente dedicándose a esta música y menos con calidad suficiente para defender en los escenarios este repertorio. Era muy difícil porque había mucha incomprensión. La música antigua aún no había entrado en los ciclos importantes, en los festivales de cierto prestigio, y estaba muy marginada. Nuestros principios fueron muy difíciles y durante muchos años costó convencer a la gente de la necesidad de recuperar el repertorio español y de defenderlo con los instrumentos históricos. ¡Y la batalla no está todavía ganada del todo! Sigue habiendo una reticencia debida en parte a un adocenamiento en la programación musical. Muchos promotores siguen prefiriendo tirar de aquello conocido, manido y repetido hasta la saciedad y, ciertamente, es importante mantener un repertorio de una calidad como el que se ha consolidado hasta el siglo XXI, pero es que en el pasado hay joyas inesperadas de una calidad enorme que merecen atención y un repaso por parte de los programadores. La música es un terreno enorme de una variedad infinita y maravillosa y conviene revisitar de vez en cuando esos territorios más infrecuentes.

Al Ayre Español, pese a esa reticencia de la que habla, puede presumir de mover grandes públicos. De hecho, este concierto fue el primero de la Quincena Musical en colgar el cartel de ‘No hay entradas’.

Siempre que he estado en Donostia he tenido la sensación de que hay un grupo de gente verdaderamente entusiasta que va a los conciertos. Me resultaba muy llamativo cuando los conciertos eran en Santa Teresa que, al llegar, tenía la sensación de estar entre un grupo de amigos que me estaban esperando para escuchar el concierto. Y esto es algo muy bonito. Hay en Donostia una lealtad a la música antigua por parte de un grupo de aficionados importante –que ha ido creciendo con los años– que justifica perfectamente la existencia de este ciclo.

Lo cierto es que, en sus manos, la música antigua suena con tal naturalidad que parece que tuviera que ser siempre así y que la música de siglos posteriores fuera un constructo, algo artificial.

Es una cuestión de una cierta intimidad con la propia música. Cuando preparo un programa, lo primero que hago es acercarme a la música, pero no solo desde el punto de vista de la partitura –que es, por supuesto, el primero– sino desde todos los aspectos que puedan rodear a esta música. Necesito conocer al compositor, pero conocerle casi ‘personalmente’. Por ejemplo, para realizar nuestras interpretaciones de Haendel –que han sido muy valoradas por la crítica–, leímos y estudiamos a personajes de la época que contaban cómo interpretaba Haendel, cómo era él en el trato, porque detrás de sus composiciones hay una interpretación latente que, si no das con ella, es difícil acertar bien con el enfoque interpretativo. Y además también pasamos largas temporadas en un repertorio concreto para familiarizarnos mucho con la música, hasta el punto que nos identificamos con el lenguaje de esa música. Y eso es algo fundamental.

Últimamente hay unas cuantas voces que se levantan ante lo que ellos llaman el ‘talibanismo historicista’ y que defienden que el historicismo en un invento. ¿Qué opina de estos negacionistas?

No conocía esta corriente, pero me lo podía imaginar porque hoy en día es casi un clásico. No hay nada de lo que hagamos hoy por hoy que tenga sentido sin un negacionismo al lado. Forman parte ya del paisaje cultural y del paisaje social. Por supuesto que no estoy de acuerdo con ellos, pero tengo que matizar mucho esta respuesta porque yo mismo he sido un poco negacionista durante un tiempo, en el sentido de ir en contra de ciertas intransigencias e intolerancias de algunos intérpretes de música antigua. Pero, evidentemente, no es ningún invento. Detrás de la música antigua ha habido gente que ha estudiado y ha investigado mucho y ha dado con unas claves y unos códigos interpretativos fundamentales para hacer que esta música sonara de nuevo tan fresca como si hubiera sido compuesta ayer. Y esto no hay quien lo niegue. Pero, como decía, podríamos entrar en ciertas actitudes demasiado rigurosas que excluyen cualquier desviación de sus códigos. Y, sin embargo, para mí la música antigua ha significado un terreno de flexibilidad, libertad y frescura al que no quiero renunciar. Jamás seré un músico que imponga. Trato de seducir a la gente con lo que hacemos y convencerles a través de la propia interpretación, del enfoque que le doy a cada obra.

El concierto de hoy está centrado en el autor del barroco barroco inglés Henry Purcell. ¿Qué va a descubrir el público?

Nada menos que las sonatas de Purcell. El programa se llama In Aeternum y surgió a raíz de la iniciativa del festival Camino de Santiago en Jaca, que este año está dedicado a las pandemias. Yo enseguida me acordé de Henry Purcell que, siendo muy jovencito, perdió a su padre en una epidemia de peste y además a continuación sufrió, como todos los londinenses, el famoso y aún recordado incendio que asoló la ciudad. Me pareció muy apropiado y una fabulosa oportunidad de rescatar las doce sonatas en trío de Purcell. Son algunas de las piezas menos conocidas de este compositor, escritas cuando era muy joven con un derroche inmenso de ciencia y e imaginación, que han estado siempre en la oscuridad porque los intérpretes no saben darles el enfoque adecuado. Es una música del siglo XVII llena de una belleza inmensa que yo creo que hemos sabido sacar. Es poner en el escenario, una vez más, música infrecuente, música desconocida, pero de una gran calidad.

En el programa las acompañaremos de alguna sonata de Arcangelo Corelli, en las que Purcell se fijó como modelo para hacer sus trío sonatas, aunque realmente al final le hizo bastante poco caso. Las sonatas de Purcell son música escrita en la tradición inglesa pero las trío sonatas estaban de moda y él aprovechó el tirón comercial para colocar en el mercado una música que es netamente inglesa.

Y, pese a traernos un programa de barroco inglés, no nos han traído nada de Haendel, su especialidad.

No, porque yo no veo a Haendel como un compositor inglés, y menos en su música de cámara. Él fue, sobre todo, un compositor italiano y, de hecho, se pasó una buena parte de su vida intentando aficionar al público inglés a la música italiana… y no lo consiguió. El resultado fue El Mesías, es decir, acabó escribiendo oratorios en inglés porque así, al estar escrita en su propio idioma, los ingleses escuchaban música italiana, cosa que no habían podido conseguir con las óperas. Así que, a Haendel, aunque estudió en profundidad la música inglesa, realmente no se le puede considerar un compositor inglés. Pero sí que tocaré al órgano algo de John Blow, maestro de Purcell, otra de esas figuras oscurecidas por la Historia de la música que, dentro de la música inglesa, sigue siendo un personaje importantísimo e imprescindible.

¿Cómo está de salud la música antigua? ¿Seguirá colgando el cartel de ‘No hay entradas’?

Yo pienso que sí. El hecho de estar continuamente reinventándonos, escarbando y encontrando nuevas obras –porque las hay– es savia que alimenta una y otra vez el repertorio, al público y a todos nosotros y hace que la música antigua siga tan nueva como siempre.