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Alerta desde Donostia: la inacción puede triplicar las muertes por olas de calor en 2050

Nos estamos adaptando al aumento de las temperaturas, pero no de forma heterogénea ni al ritmo que se debería, con lo que si no se toman medidas, la mortalidad podría triplicarse hasta las 13.000 anuales frente a las 4.300 que se estima ha provocado el calor este verano en el Estado español.

El congreso de la Sociedad Española de Epidemiología en Donostia ha arrancado con una advertencia: el cambio climático mata y hay millones de vidas en juego. (@upvehu)

La falta de medidas podría triplicar la mortalidad por olas de calor en 2050. Es una de las conclusiones que ha expuesto Julio Díaz, codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), en la primera jornada en Donostia de la XL Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) que este año dedica a los ‘Retos del siglo XXI: Cambio climático, medio ambiente y desigualdades sociales’.

De acuerdo con diversos estudios del ISCIII, en el periodo que va desde 1983 hasta 2003, el impacto que han tenido las altas temperaturas sobre la mortalidad diaria a corto plazo se ha desplomado: si en el periodo de 1983 a 2003 se incrementaba un 14% por cada grado en ola de calor, a partir de 2004 y hasta 2013 ha caído hasta prácticamente un 2%.

Lo cual demuestra, ha añadido el científico, que los planes de prevención frente a las altas temperaturas están funcionando.

Factores geográficos y socioeconómicos

Pero los últimos siete años –y muy probablemente, 2022 sea el octavo– han sido los más calurosos desde que hay registros; por ahora, nos hemos ido adaptando al incremento de las temperaturas, pero no de igual manera, pues entran en juego otros factores socioeconómicos o geográficos.

De esta forma, los planes de prevención se elaboran adaptados a cada zona, teniendo en cuenta cuáles son sus temperaturas de confort y aquellas a partir de las cuales empieza a dispararse la mortalidad por altas temperaturas.

Es lo que se conoce como temperatura umbral de disparo de la mortalidad por ola de calor, que cada vez es más alta y cambia de unos lugares a otros: mientras en A Coruña es de 26 grados, en Donostia y Barcelona sube a 30, en Madrid a 36 y en Córdoba a 40.

No son las mismas porque no dependen siempre de factores meteorológicos, sino que entran en juego otros de carácter demográfico, social, sanitario o económico; además, en verano aumenta el ozono o las partículas del Sáhara en suspensión, que no afectan de manera igual a todos los territorios.

La adaptación, clave

Así que el riesgo no depende tanto de la temperatura máxima diaria, sino de cuánto se separe de esas temperaturas umbrales estimadas para cada provincia.

Sin embargo, no todas las zonas se están adaptando a esa diferencia de forma heterogénea. «La adaptación es clave», y mientras «hay provincias que se han adaptado muy bien, como Huelva; otras, fatal como Ciudad Real o Valladolid».

¿Qué factores explican esta desigualdad? Son numerosos: «La pobreza, el carácter urbano (vivir en una ciudad es peor) o la buena calidad de la vivienda» –ha enumerado Díaz— son algunos de ellos. No en vano, el nivel de renta es aún incluso más determinante que la edad, ha apuntado.

Las predicciones apuntan a que tampoco lo están haciendo a la velocidad requerida, con lo que, teniendo en cuenta el escenario más desfavorable recogido en modelos de la Aemet, que calculan una subida de 0,7 grados por década, la capacidad de adaptación actual no sería suficiente y podrían dispararse los fallecimientos.

Lentitud de los datos

En el periodo 2000-2009, la media anual de defunciones es de 1.300 en el Estado español pero, si no se hace nada para adaptar la capacidad de adaptación al calor extremo, «podría haber hasta 13.000 muertes al año» en el peor de los escenarios, de ahí la necesidad de adelantarse.

Con datos aún sin consolidar, se estima que se han producido más de 4.300 muertes atribuibles al calor este verano; Díaz ha querido dejar claro que las de este año no son cifras de muertos reales, de momento solo proyecciones sin consolidar como las que hace el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del ISCIII, que estima 4.654 muertes por calor desde el pasado 1 de junio hasta hoy.

«El principal problema es que ahora mismo no sabemos las causas de la muerte», ya que el INE ofrece su estadística anual de defunciones a un año vista, de modo que lo que ha ocurrido este verano no se sabrá hasta finales de 2023.

De modo que «hay que esperar que esos datos se hagan robustos y a partir de ahí se puedan hacer estudios serios». «No se puede trabajar con unos datos de los que no te fías porque si no todo es caer en especulaciones. Yo no puedo establecer un estudio epidemiológico si los datos que tengo de mortalidad diaria no son fiables», ha lamentado.

Sí se sabe que los grupos de especial vulnerabilidad a temperaturas extremas son los mayores de 65 años y que la inmensa mayoría de las defunciones se producen por el agravamiento de patologías previas, no por golpes de calor, que constituyen los menos.

En este sentido, la presidenta de la SEE, Elena Vanessa Martínez, ha pedido tener los datos lo más rápido posible, contar con estructuras de salud pública con las que afrontar los nuevos retos que ya está trayendo el cambio climático y poner en marcha medidas para mitigar sus efectos.

«Lo tenemos aquí, el cambio está y lo que tenemos que hacer es frenarlo», ha urgido.

«El día a día nos está diciendo que nos estamos quedando cortos con las predicciones», ha advertido Adolfo Uriarte, de la Dirección de Patrimonio Natural y Cambio Climático del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno de Lakua. «El cambio climático puede arreglarse, pero nos debemos poner manos a la obra ya», ha concluido.