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Una ilusión hecha realidad pero bajo amenaza hasta el último momento

Hoy arranca, o debería hacerlo, la Liga F, la máxima categoría de fútbol femenino en el Estado español que, por primera vez, tiene carácter profesional. Llega con retraso por los conflictos entre la Liga Profesional de Fútbol Femenino y la Federación, pero la ilusión se ha hecho por fin realidad.

La Real aspira a mantener el nivel competitivo que le dio el subcampeonato la temporada pasada. (Jon URBE | FOKU)

La Liga Profesional de fútbol femenino, la Liga F, ya es una realidad. Han pasado quince meses desde que el Consejo Superior de Deportes aprobó la profesionalización de la categoría, pero las innumerables piedras en el camino, responsabilidad en su mayoría de la Federación Española de Fútbol ha impedido que los plazos inicialmente previstos se cumplieran, por lo que echa a andar con un año de retraso.

Lo hará hoy, con el duelo entre Real Sociedad y Atlético de Madrid. O no. Porque apenas 48 horas antes de que el balón deba comenzar a rodar, las colegiadas de Primera anunciaban un plante en reivindicación de mejoras en sus condiciones. Esa responsabilidad es de la Federación Española, pero el pato puede pagarlo la competición, jugadoras y clubes.

Y todos los que se han implicado en la puesta en marcha de la Liga, incluyendo televisiones y sponsors. Porque como destacaba la presidenta de la LPFF, Beatriz Álvarez Mesa, en el acto de presentación de la competición, la entidad conformada por los 16 clubes de Primera ha conseguido desarrollar, pese a que hace poco más de cuatro meses que se constituyó, los cuatro puntos que había marcado como prioridad. Incluyendo la explotación comercial de la Liga F, que le reportará 42 millones de euros en los próximos cinco años tras el acuerdo alcanzado con La Liga, y la adjudicación de los derechos televisivos, que se salda con una doble recompensa: DAZN pagará 35 millones en cinco años y los aficionados podrán disfrutar de todos los partidos de la Liga en directo, acabando con el lamentable apagón televisivo que se ha padecido especialmente las dos últimas temporadas.

Dos acuerdos en los que se sustentará el crecimiento de la categoría. Mejorarán las infraestructuras de los equipos, a lo que están obligados, y también las condiciones de las futbolistas, deseosas de renegociar el convenio colectivo firmado en 2020.

Campeón y favorito

Todo ello debería redundar en la mejora del propio espectáculo futbolístico, que ya refleja año tras año el crecimiento de la especialidad a todos los niveles. Aunque lo haga a diferentes velocidades, una circunstancia que las nuevas condiciones limarán.

Seguirá, aún así, habiendo clases. Y, de momento, parece que hay una en lo más alto en la que sólo se puede situar al Barcelona. Arrollador en las últimas temporadas, acumula títulos –incluyendo la Champions de 2021 que no pudo reeditar la pasada temporada– y estrellas.

Una rotura de ligamento le privará de contar con la más deslumbrante, su capitana, Alexia Putellas, prácticamente durante todo el curso y además se han marchado Jenni Hermoso y Lieke Martens. Pero a Barcelona han llegado este verano las campeonas de Europa Lucy Bronze y Keira Walsh, la goleadora Geyse, las jóvenes promesas Salma Paralluelo y Vicky López y, además de las cedidas que regresan, una Núria Rábano que se ha llevado el premio gordo tras sus dos magníficas campañas con la Real.

Precisamente la lateral gallega y Emma Ramírez, que estaba cedida por el propio Barcelona, son las dos únicas bajas que ha tenido que afrontar este verano, tan diferente al anterior, el equipo txuriurdin. Tras firmar la mejor campaña de su historia, que le ha valido su primera clasificación para la Champions League, la Real ha podido dar continuidad al proyecto, al que se han sumado cuatro jugadoras más –Bernabé, Specht, Jacinto y Le Guilly–. Ya no habrá factor sorpresa pero en el club se confía en que el equipo de Natalia Arroyo pueda, resultado final al margen, competir al nivel de la campaña pasada.

Sobre el papel, sus principales rivales en la lucha europea serán un Real Madrid que ha tenido pocos pero importantes cambios y un Atlético que se ha sometido a una transformación bastante mayor.

Aspiran a mejorar su posición y meterse en ese grupo un Levante igualmente renovado –y con Erika Vázquez como segunda entrenadora–, un Granadilla que ya lo hizo bien el pasado curso e incluso un Madrid que se ha movido muy bien en el mercado tras perder a su artillera Geyse.

También sueña con ello el Athletic, que avanza en el relevo generacional. Afronta la temporada sin, entre otras, Erika, Gimbert, Moraza y Lucía García, casi nada. Y con muchísimo talento juvenil, que deberá salir adelante en una categoría cada vez más exigente. El objetivo de Iraia Iturregi es que esas nuevas generaciones ofrezcan un rendimiento alto e inmediato, aunque subraya la necesidad de acompañarles en el camino «con calma» y el del club, mejorar la séptima posición del año pasado y acabar la Liga en el tercio cabecero de la clasificación.

Más modesta es la meta inicial de un Alavés bastante cambiado respecto al equipo que tan bien lo hizo en el año de su debut en la categoría –nueve bajas, incluyendo las de las retiradas Mery y Cris Cornejo, y siete altas– pero con buena parte de su columna vertebral. Las albiazules quieren repetir permanencia en una temporada que esperan algo más regular.