‘Modelo 77’: Aventuras clásicas, injusticias perennes
Alberto Rodríguez (‘El hombre de las mil caras’, ‘La isla mínima’) lleva años tanteando las aristas de las estructuras sobre las que se organiza la vida en el Estado español. Rodríguez enciende mechas a través de un clasicismo decidido y con el género por áncora. En ‘Modelo 77’ usa por títere a Manuel (Miguel Herrán), un joven contable que espera su juicio en la Modelo barcelonesa. El año es 1977: eso importa, en tanto que su historia entre rejas será un eco lejano de una Transición problemática, cuyos quistes y absurdidades se replican, amplificados, en la marginalidad de los módulos carcelarios.
‘Modelo 77’ coloca en su tablero a Manuel, pequeñoburgués traicionado por el sistema, y a Pino (Javier Gutiérrez), un intelectual huraño, encerrado en sí mismo tras décadas de encarcelamiento. Hombres (y) semejantes, los vaivenes de su amistad vertebrarán un retrato descarnado del nacimiento, el auge y la decadencia de la Coordinadora de Presos en Lucha, un sindicato para la renovación real de la justicia posfranquista. Pero no es la Historia en mayúsculas más que un número que aparece, a veces, en pantalla. Dentro, los castigos sistemáticos de parte de los guardas sirven a Rodríguez como punto de presión sobre unos personajes que sacan lo mejor y lo peor de sí mismos (véase el maleante al que da vida Fernando Tejero). Sin despegarse nunca de la energía de una aventura clásica (¡con algo de romance, incluso!), ‘Modelo 77’ nos interroga con firmeza: ¿qué haríamos nosotros en su lugar?