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Los funerales de Estado de Isabel II marcan el último paso previo antes de su entierro

La mayor concentración de dirigentes mundiales de las últimas décadas se ha dado cita este lunes en la abadía de Westminster para asistir a la exequias de Isabel II, que será enterrada en el palacio de Windsor después de once días de exhibición de su féretro y loas a la institución monárquica.

Miles de personas han aguardado durante horas para ver pasar la comitiva fúnebre. (PAUL ELLIS | AFP)

Once días después de su fallecimiento en el Castillo de Balmoral, en Escocia, los restos de la reina Isabel II reposarán desde hoy en una capilla del castillo de Windsor junto a su marido, Felipe de Edimburgo, y sus padres, Jorge VI e Isabel Bowes-Lyon.

Como el Cid, del que se dice que ganó batallas después de muerto, Isabel II ha prestado después de su óbito un último servicio a la corona –a la británica en particular y a todas las demás en general– con una larga semana y media de fastos que han servido para desempolvar la pompa y el boato de la tradición monárquica, si bien algunos gestos de su heredero, Carlos III, han dejado en evidencia la lejanía entre los máximos representantes de la nobleza y el pueblo al que dicen servir.    

Terminado el protocolo para llevar a cabo el relevo y exhibido el ataúd para que pudiera ser despedido por la ciudadanía –ha permanecido durante cuatro días consecutivos en el palacio de Westminster, donde se han registrado colas kilométricas–, el colofón se ha puesto este mediodía con el funeral de Estado en la abadía del mismo nombre, al que han asistido 2.00 personas, entre ellas en torno a 500 líderes internacionales.

Colapso en el centro

El centro de Londres ha amanecido bloqueado por las extremas medidas de seguridad y la masiva afluencia de gente en las calles para ver pasar al cortejo fúnebre. Desde antes del amanecer, los autobuses han interrumpido sus rutas habituales, sin posibilidad de llegar al corazón de la capital, mientras al menos tres estaciones de metro estaban cerradas: Westminster, Saint James' y Hyde Park Corner. La jornada había sido declarada festiva.

Aunque no todo han sido aplausos durante los diez últimos días, con denuncias por el acoso contra quienes han querido mostrar su oposición a la monarquía.

El cortejo fúnebre ha partido primero desde la sede del Parlamento rumbo a la abadía de Wesminster. El féretro, cubierto por el estandarte real y con la corona imperial, ha sido llevado sobre el mismo carro de armas que ya transportó los restos de su padre, Jorge VI, y de otros antiguos monarcas y dirigentes como el primer ministro Winston Churchill.

Sin caballos

El carruaje ha sido tirado por marineros de la Royal Navy, una costumbre instaurada después de que en 1901, en el funeral de la reina Victoria, los caballos que ejercían esa función se encabritaran e hicieran peligrar la estabilidad del ataúd. Miles de personas han pasado la noche a la intemperie, pese a las bajas temperaturas, para ocupar el mejor lugar a fin de ver pasar la comitiva.

El funeral ha comenzado a las 11.00 hora local –una hora más en Euskal Herria–, encabezado por el deán de Westminster, David Hoyle. El arzobispo de Canterbury ha sido el encargado del sermón, ensalzando la figura de Isabel II y su servicio «altruista», aunque se calcula que amasó una fortuna de 427 millones de euros. Tras la misa se habían decretado dos minutos de silencio en toda Gran Bretaña.

Al término del servicio religioso, el féretro ha recorrido en procesión las calles de la capital, seguido a pie por el nuevo rey Carlos III, el príncipe Guillermo y otros miembros de la familia real.

A su llegada al arco de Wellington, en la esquina sureste de Hyde Park, el ataúd ha sido introducido en un coche fúnebre y, desde allí ha partido hacia Windsor, a unos 35 kilómetros de Londres.

A su llegada, los restos de Isabel II han recorrido en procesión los cerca de 5 kilómetros del denominado Long Walk, la avenida arbolada que desemboca en el castillo de Windsor, la residencia real en la que más tiempo solía pasar la reina.

En Windsor se celebra primero una misa para unas 800 personas en la capilla de San Jorge, y más tarde, ya solo en la intimidad de la familia, se procederá al entierro.

Los Borbón, juntos en la foto

Al sur de los Pirineos el funeral tenía un foco añadido de interés, debido a la presencia de los monarcas españoles –Felipe VI y Letizia Ortiz– y los progenitores del primero, el rey emérito Juan Carlos de Borbón –que desde agosto de 2020 reside en Emiratos Árabes Unidos para eludir problemas derivados de sus tejemanejes financieros– y Sofía de Grecia, que no acompañó a su marido y optó por quedarse en Madrid.

Los cuatro se han sentado en un mismo banco de la segunda fila, una imagen que no se había visto en público desde enero de 2020, hace ya más de dos años y medio y una pandemia de ello.