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Las protestas en Irán reavivan el conflicto con los kurdos

La muerte de Mahsa Amini mientras estaba bajo custodia policial en Teherán ha provocado las protestas más multitudinarias contra la imposición del velo desde 1979. No son las primeras, pero sí la primera vez que aglutinan a personas de distinto origen y clase social a lo largo y ancho del país.

Manifestación de mujeres kurdas en Erbil en protesta por la muerte de Mahsa Amini. (Safin HAMED | AFP)

Desde hace trece días, en más de medio centenar de ciudades de Irán se están viviendo altercados con miles de manifestantes que no han dejado de expresar su ira por la muerte, el 26 de septiembre, de la joven kurda Mahsa Amini, que había sido detenida por la llamada Policía de la Moral por llevar mal colocado el hiyab. Grandes urbes como Isfahan, Shiraz, Rasht, Tabriz, Mashad y la capital, Teherán, registran a diario violentos enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad, que responden con agua a presión lanzada desde caminones blindados, gases lacrimógenos y armas de fuego a la presencia de la gente en las calles. Fuentes oficiales informan de al menos 41 manifestantes muertos como consecuencia de dichos choques.

Organizaciones de derechos humanos aseguran que la cifra de víctimas mortales es mucho mayor. También hay alrededor de un millar de detenidos, entre los que se encuentran estudiantes y numerosos activistas y periodistas.

Aunque las protestas se han generalizado en todo el país, el estallido tuvo lugar en Saqqez, en el Kurdistán iraní, ciudad natal de Mahsa Amini. Su familia celebró allí su funeral y poco después de la ceremonia, las calles de esa y otras localidades de la provincia kurda empezaron a llenarse principalmente de mujeres que coreaban lemas en contra del régimen, por ser el responsable de la muerte de la joven, de tan solo 22 años. Las mujeres kurdas fueron las primeras en salir a las calles agitando sus pañuelos, con el cabello al descubierto, y gritando «Mujer, vida y libertad».  Unas imágenes que se viralizaron rápidamente y que han provocado que miles de mujeres de todo el país salgan a diario a protestar sin el hiyab obligatorio, exponiéndose a ser detenidas y encarceladas.

La joven Mahsa Amini se encontraba visitando a unos familiares en Teherán cuando fue arrestada en plena calle por la llamada Policía de la Moral, encargada de vigilar la implementación del código de vestimenta islámico entre las iraníes. La ley iraní, basada en la sharia, establece que las mujeres deben vestir en público con una camisa por encima de las rodillas y llevar el pelo cubierto con el velo.

A fin de vigilar que estas no incumplen la ley se creó este cuerpo policial, integrado principalmente por mujeres ataviadas en negros chadores que apresan a otras mujeres en la vía pública de forma violenta si consideran que no visten de acuerdo con el recato estipulado por la teocracia islámica. La joven fue detenida y conducida a dependencias policiales para seguir un curso de reeducación, que en la práctica significa recibir, en el mejor de los casos, una reprimenda severa y, en el peor, una paliza.

Todavía no se han esclarecido las circunstancias que llevaron a Mahsa a perder las constantes vitales en comisaría. Fuentes del Gobierno afirman que sufrió un ataque cardíaco. Pero la familia niega que esta sufriera problemas de salud y asegura que la joven murió a consecuencia de una fractura craneal provocada por los golpes que supuestamente recibió durante su detención.

En la última semana, la fotografía en la que aparece Mahsa inconsciente e intubada en la cama de un hospital ha dado la vuelta al mundo y ha desatado una contestación sin precedentes y un apoyo exterior poco usual con el pueblo de Irán. La diáspora iraní se ha manifestado en ciudades como Toronto, Bruselas, Atenas, Estocolmo y Berlín pidiendo el fin de la teocracia y exigiendo a los Gobiernos occidentales y a Naciones Unidas que no dejen solos a los iraníes.

Como respuesta, el Ejecutivo de Irán ha llamado a consultas a los embajadores de Noruega y Gran Bretaña al considerar que los medios de comunicación de sus respectivos países están informando sobre las protestas de forma tendenciosa. En este sentido, un funcionario del Ministerio de Exteriores ha reprobado a Europa y a EEUU que se permitan opinar sobre los derechos humanos del pueblo de Irán.

Nuevos enfrentamientos

En clave interna, se sostiene que el hecho de que la joven fuera de origen kurdo podría haber llevado a la Policía de la Moral a actuar con mayor virulencia. La minoría kurda de Irán representa el 10% de la población y sus pretensiones históricas de independencia han provocado a lo largo de los años violentos enfrentamientos entre la población de esa provincia y el Ejecutivo iraní, que reprime la actividad de los partidos políticos kurdos, confraternizados con sus homólogos en Irak.

Así, cientos de kurdos iraquíes se manifestaron por las calles de la ciudad kurda de Erbil, en el norte de Irak, acusando a Teherán de Gobierno dictatorial. Los manifestantes portaron pancartas con la fotografía de Mahsa Amini y gritaron «Muerte a Jamenei», en referencia al líder supremo de Irán, y «Abajo la dictadura». Entre los manifestantes se encontraban kurdos iraníes exiliados al Kurdistán Sur.

En este contexto, el hecho de que en diferentes ciudades del territorio kurdo de Irán se hayan registrado en los últimos días choques con la Policía ha reactivado el conflicto del Ejecutivo central con esta minoría, intensificando los ataques contra algunos manifestantes, a los que Teherán tilda de «separatistas kurdos», extrapolando el estallido popular por la muerte de Mahsa Amini al endémico conflicto territorial.  

Según fuentes de agencias semioficiales iraníes, el pasado lunes la Guardia Revolucionaria de Irán lanzó una serie de ataques con drones y artillería contra «bases de separatistas kurdos iraníes» en Kurdistán Sur, en el norte de Irak. Un representante de uno de estos grupos objetivo del ataque, que golpeó el área kurda de Sidikan, ha asegurado que no hubo víctimas.

En este sentido, Atta Nasir, miembro del comité central de Komala, un partido de oposición kurdo iraní exiliado en Irak, informó a la agencia Associated Press de que en ese país que las fuerzas de la Guardia Revolucionaria habían bombardeado la zona montañosa de Halgurd donde se encontraban varios de sus efectivos, sin causar bajas. Desde el lado iraní, sin embargo, fuentes oficiales aseguran que los ataques perpetrados en la zona causaron «graves daños» a las infraestructuras kurdas iraquíes.

Así, igual que las protestas desatadas en todo el país se iniciaron en contra de la obligatoriedad de llevar el hiyab y rápidamente se transformaron en un grito unánime en contra de la vulneración sistemática de los derechos humanos, en la zona del Kurdistán iraní los manifestantes también corean lemas a favor de la libertad para el pueblo kurdo, llevando más allá la indignación inicial que ha generado la muerte de la joven Mahsa.

Con todo, se cree que en las regiones kurdas han muerto al menos 18 personas y alrededor de 900 han resultado heridas durante los enfrentamientos con la Policía, según datos facilitados por la Organización de Derechos Humanos kurda Hengaw, a los que hay que sumar las víctimas mortales registradas en todo el país. Así, el pasado domingo se conoció la muerte de Hadith Najafi, una joven de 20 años que había salido a la calle a manifestarse en la capital. La mujer había hecho circular un vídeo donde se la veía sin velo en las protestas. Según su hermana, mientras se encontraba en la calle recibió varios disparos que acabaron con su vida.  

Desde Irán, los manifestantes no cejan en su determinación para seguir exigiendo libertad, aunque ello ponga en riesgo sus vidas. A través de Telegram, la joven Ghazal explicaba a GARA desde Isfahan, en el centro del país, que temía que los enfrentamientos se cobraran más vidas y se preguntaba a dónde conducirán los graves altercados que se están viviendo. En los últimos días, varios diarios iraníes de diferente ideología han abogado por la eliminación de la Policía de la Moral y por una relajación de las normas de vestimenta islámica, en aras a la conciliación social.

Pero el Gobierno del ultraconservador Ibrahim Raisi no parece dispuesto a ceder ni un milímetro. Atrás han quedado las épocas en las que se vislumbraban aires de apertura, como durante los Gobiernos de Mohammad Jatamí o Hassan Rohani. El Ejecutivo actual, integrado por el ala dura de la política iraní, parece dispuesto a llegar hasta donde haga falta para hacer pagar a los manifestantes por sus actos de protesta. Aunque ello suponga bañar las calles de más sangre.