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Entrevista
Charles C. Mann
Periodista y autor del libro "1491"

«Los indígenas siguen soportando la tiranía del hombre blanco»

A menudo de forma inconsciente, el imaginario sobre las sociedades americanas anteriores a la conquista europea está regido por la imagen de gentes atrasadas e incivilizadas que propició la base argumental del colonialismo. El periodista Carles C. Mann ha dedicado su trabajo a desmontar esa imagen.

Charles C. Mann, autor del libro "1491" (Michael Lionstar)

Especializado en historia, arqueología y ciencia, Charles C. Mann ha dedicado su obra a rebatir la visión que tenemos de las Américas antes de la llegada de Cristóbal Colón, según la cual solo estaba poblada por comunidades salvajes y empobrecidas. Así queda recogido en su libro “1491” (Capitán Swing), donde el investigador estadounidense desvela como, en contra de lo que sugiere esa imagen, algunas sociedades precolombinas moldearon una vida harmónica que, en muchos aspectos, era más avanzada y próspera que la europea.

En su investigación, afirma que los indígenas de América tenían un sistema económico y urbanístico muy desarrollado. ¿Qué les diferenciaba de los europeos?

Los europeos disponían de la suficiente tecnología para fabricar engranajes metálicos, ruedas y piezas de acero. Sin embargo, a su llegada, se encontraron con una red de ciudades interconectadas que, gracias a un pensamiento científico complejo, nada tenía que envidiar a las imperiales metrópolis romanas. La misma capital del Imperio azteca, Tenochtitlan –que, como Venecia, estaba edificada en medio de un gran lago– contaba con una impresionante red de acueductos, canales y deflectores que la prevenían de inundaciones. Pues bien: los colonizadores españoles no entendieron esta ingeniería y acabaron destruyéndola, lo que sometió la ciudad a décadas de cólera, malaria y otras calamidades. También los ingleses quedaron deslumbrados por la masonería inca o las canoas de corteza de abedul, más flexibles y maniobrables que sus mismos barcos.

«Ver a otras culturas como bárbaras traslada la idea de que la conquista fue necesaria y agradable porque se trataba de personas crueles, analfabetas y faltadas de tecnología»

Señala la sorpresa de los colonizadores ante el «adelanto agrícola» que se encontraron. ¿En qué consistía?

Se dieron cuenta de que, mientras la agricultura europea se centraba en el «monocultivo industrial» (grandes extensiones dedicadas a cultivos individuales), las granjas mesoamericanas y andinas eran diversas, resistentes y, gracias a la tecnología hidráulica, se adaptaban sin problemas a cada alteración ecológica. Tanto es así que sus sistemas de irrigación y redes de terrazas agrícolas todavía funcionan hoy.

En cambio, de las poblaciones originarias en el continente tenemos la imagen de unas gentes «salvajes y hambrientas». ¿A qué obedece esta caricatura tan extendida?

Responde al etnocentrismo de Occidente: ver los individuos de otras culturas como bárbaros. Y, en este caso, trasladar la idea según la cual la conquista fue necesaria y agradable porque se trataba de personas crueles, analfabetas y faltadas de tecnología. Un discurso que aún se difunde en muchas escuelas de Norteamérica, en las cuales se proyectan imágenes que buscan reproducir este patrón: aparecen como poblaciones hambrientas y primitivas, cuando en realidad reflejaban los efectos que les había ocasionado el colonialismo. De hecho, se podría decir que los menos civilizados eran los primeros españoles que llegaron a las Américas, en su mayoría hombres desesperados por recuperar el dinero invertido en la arriesgada travesía marítima, los cuales, a su vez, arrastraban levas de mercenarios sucios y plagados de enfermedades.

«La viruela y la malaria propiciaron el descenso demográfico más brusco experimentado en la historia de la humanidad»

Se dice que la viruela y la malaria que estos importaron fue lo que provocó la desaparición de los pueblos originarios. ¿En qué medida fueron tan perjudiciales?

Supusieron el motivo más importante. Hasta tal punto que propiciaron el descenso de demografía más brusco que jamás haya experimentado la historia de la humanidad, pues se calcula que acabaron con el 90% de la población americana, que según el prestigioso investigador Alexander Koch, oscilaba entre los 50 y los 78 millones de habitantes. Pues bien: esta pérdida de población tan grande permitió a las empresas europeas y alguna de sus colonias, como la inglesa Plymouth, adueñarse del territorio y obtener numerosas ganancias económicas.

El libro también hace referencia a que la colonización se vio favorecida por el faccionalismo; es decir, los enfrentamientos que hubo dentro del mismo movimiento indígena. ¿Qué ocasionaron?

El más significativo se produjo en el seno de la Triple Alianza, la coalición de tres ciudades-estado. El dominio de una de ellas, Mexica, con su capital Tenochtitlan, sobre las otras dos, Texcoco y Tlacopan, hizo que el conquistador español Hernán Cortés se aliara con Texcoco y el principal enemigo de la Alianza, Tlaxcallan, desbaratando cualquier oposición a las tropas colonizadoras. No solo eso: Texcoco y Tlaxcallan utilizaron la destrucción de la Mexica para establecer colonias propias en el norte y sur de México, una “conquista dentro de la conquista”.

¿De la colonización, cuál fue la más destructiva de todas, la inglesa o la española?
Ambas provocaron la remodelación de los ecosistemas de las Américas. En el centro de México, por ejemplo, introdujeron ovejas y vacuno que acabaron con el bosque seco y crearon la sabana que hay ahora; mientras que en las áreas del norte terminaron con las praderías y la repoblación forestal de amplias superficies. Únicamente les diferenció que, mientras España optó por extraer plata en el norte de México y Bolivia, por lo cual esclavizó a la población autóctona, los ingleses fomentaron su riqueza mediante la ocupación de tierras por parte de miles de colonos, lo que empujó a los supervivientes a desertar al interior. Más allá de eso, las dos situaciones fueron igual de negativas.

¿No hicieron ninguna aportación para el progreso de las comunidades?

Es difícil cuantificarlo, como máximo destacaría la introducción del trigo y el caballo, de la misma forma que los europeos se beneficiaron del maíz y la patata (que antes de Colón no existían en Europa). Y si entonces algún europeo creyó que la conquista perjudicaba a los indígenas, sus gobernantes ya se ocupaban de decirle que se había compensado con la cristianización de América, pues, según ellos, esta permitía a los masacrados entrar en el cielo.

En el Estado español, buena parte de la izquierda y los movimientos sociales siguen denunciando la conquista con el lema “La hispanidad es genocidio”. ¿Lo comparte?

Si entendemos “genocidio” por destruir deliberadamente una cultura y sus gentes, todas las conquistas europeas, ya fueran inglesas, portuguesas, holandesas, francesas o españolas, fueron genocidas. En el caso de América, en lugar de querer aniquilar a los indios, las pretensiones de los colonizadores pasaban más por emplearlos como mano de obra esclava en los ranchos y las minas coloniales. De igual forma que cogían a los niños para internarles en escuelas con el fin de que olvidasen su lengua, su cultura e incluso su familia. Sea como fuere, y siguiendo los términos establecidos por la ONU, efectivamente fue un genocidio.

«Más que descubrir nuevos aspectos de la América precolombina, sería necesario deconstruir las miradas que se han proyectado de los pueblos autóctonos y recordar que, entonces, los indígenas no eran considerados ni tratados como seres humanos»

Quizás por ello, y consciente de la actual ofensiva del neoliberalismo, el mundo indígena reivindica la antigua cosmovisión del “buen vivir” (Pachamama). ¿Es un paradigma del que aprender?
Pachamama es el nombre de la diosa de la tierra y ciertamente es una espiritualidad muy arraigada desde entonces. Pero no toda América participaba de este pensamiento religioso. En la Triple Alianza y las llanuras del sur las tradiciones eran diferentes y en general, como cualquier otra civilización de indios, había pacíficos, guerreros, generosos, egoístas y de otro tipo, aunque sí es verdad que compartían formas de vivir más justas y democráticas. Sin ir más lejos, muchos de los líderes políticos tenían el deber de velar por el bienestar de sus súbditos. De ahí el concepto Chahta, que significa “líder sirviente”, en referencia a aquel que protege y apoya su pueblo. Un ideal bien alejado del que hoy predomina en América y Europa.

¿Faltan muchas otras cosas por averiguar de aquella época?

Más que descubrir nuevos aspectos, sería necesario deconstruir las miradas que se han proyectado de los pueblos autóctonos y recordar que, en aquel entonces, los indígenas no eran considerados ni tratados como seres humanos. Un aspecto clave para entender lo que supuso el colonialismo y la circunstancia de que, cinco siglos después, los indígenas continúan soportando la tiranía del hombre blanco. De ahí, pues, el rechazo de estos pueblos a las multinacionales explotadoras y, a la vez, su deseo de trabajar para el desarrollo sostenible de sus tierras.