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Hacen falta casi tres planetas para cubrir nuestro consumo

El mundo tiene recursos finitos, que agotamos a ritmo creciente, y también renovables, aunque la demanda hace imposible que se recobren. El ser humano está llevando a la Tierra al límite, aunque las diferencias son notables entre países y territorios. Europa consume el equivalente a 2,8 planetas.

Un grupo de personas observa una instalación titulada «Slug Turtle, Templearth», del artista brasileño Ernesto Neto, en el desierto de al-Zubarah, al norte de Qatar, el país con mayor consumo per cápita y sede del Mundial de fútbol. (Karim JAAFAR | FOKU)

La Tierra no tiene recursos suficientes para satisfacer la demanda de los ocho mil millones de seres humanos que la poblamos; no al menos en los parámetros de consumo actuales. Según los datos de Global Footprint Networtk (GFN), el uso que hacemos de los recursos naturales es 1,75 veces más rápido de lo que los ecosistemas pueden regenerar; o dicho de otro modo, para satisfacer nuestro ritmo de consumo la humanidad requiere 1,75 planetas similares a este que habita y maltrata. A nadie se le escapa, claro, que estos son los datos globales, un acumulado que no tiene en cuenta la enorme distancia que hay en el consumo per cápita en los diferentes países. Porque no es lo mismo vivir en un país desarrollado que en uno con un nivel bajo de consumo individual.

Por ejemplo, si todos los países hicieran uso de los recursos renovables en la misma medida que hacemos los ciudadanos de la UE, harían falta 2,8 Tierras, casi tres planetas para satisfacer nuestro consumo anual, frente al 0,8 que consumen los habitantes de la India. Con todo, y aunque no sirve de consuelo ni de eximente, hay lugares donde la depredación de recursos es significativamente mayor que la media europea. EEUU, por ejemplo, consume el equivalente a cinco planetas, y también se hallan por encima nuestro Australia (4,5), Corea del Sur (3,5) o Rusia (3,4). Por encima de la media europea está Alemania (3 planetas), y consumen menos recursos de media algunas potencias emergentes como China (2,4) y Brasil (1,6), aunque en todos estos casos son niveles insostenibles.

Pero la palma se la lleva Qatar, bochornoso anfitrión de la inminente Copa del Mundo de fútbol, que mantiene el récord de consumo por persona: un ciudadano qatarí medio necesitaría casi nueve planetas (8,83) para cubrir su demanda de recursos. Si todos los habitantes de la Tierra consumiéramos igual los recursos naturales anuales se agotarían el 10 de febrero.

Vivimos a costa de los recursos futuros

Desde 1970, cuando el planeta consumió todos los recursos naturales que era capaz de regenerar en un año, esta fecha –conocida como Día de la Sobrecapacidad de la Tierra– no ha dejado de adelantarse, y si hace veinticinco años se situaba a finales de septiembre, y hace a un lustro a principios de agosto, ese hito ha ocurrido en 2022 el 28 de julio.

«El modelo imperante de producción y consumo que estamos impulsando sigue los mismos parámetros de insostenibilidad de los últimos 70 años, un modelo que está poniendo al límite la capacidad regenerativa de nuestro planeta», advierte la ONG World Wide Fund for Nature (WWF), y considera que «en un contexto de emergencia climática y destrucción de naturaleza sin precedentes es urgente promover una recuperación económica sostenible, que respete los límites del planeta y reduzca la huella ecológica de la humanidad».

En este sentido, sostiene que aún «estamos a tiempo de lograr detener la degradación de la Tierra», y explica que «si retrasásemos el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra 4,5 días cada año, en 2050 volveríamos a vivir dentro de los límites del planeta». WWF detalla al respecto que «acabando con el 50% del desperdicio de alimentos en el mundo la retrasaríamos once días. Y reduciendo a la mitad el uso del coche, la fecha se retrasaría otros diez días más».

Lo cierto es que nuestro planeta no da más de sí. En lo que se refiere a los recursos limitados, el uso de combustibles fósiles, metales y minerales, preciosos o comunes pero todos ellos agotables, sigue siendo imprescindible para mantener el funcionamiento de nuestras sociedades, y el aumento continuado de consumidores hace que todos esos materiales se vayan acabando más rápidamente. Por otra parte, la Tierra también satisface nuestras necesidades con recursos que son renovables, pero nuestra demanda ordinaria es tan grande que resulta imposible renovarlos a la misma velocidad que los consumimos. Ese ritmo, además, no ha parado de crecer, y de seguir así necesitaremos tres planetas para cubrir las necesidades globales en 2050.

Así lo expone la publicación digital populationmatters.org, que hace un seguimiento de la población mundial y del uso y distribución de los recursos, y que sale al paso de quienes apelan a una mejora de la eficiencia como solución infalible. Según indica, no hay pruebas que respalden la teoría de que a mayor eficiencia menor consumo y, de hecho, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) en 2017 evaluó el uso de materias primas como el petróleo y el silicio, y descubrió que las mayores eficiencias conducían a reducciones de precios, haciendo que los productos fueran más asequibles y, por tanto, aumentando su demanda y uso. Los autores investigaron más de sesenta materiales y descubrieron que solo en seis disminuía el consumo.

Esto no quiere decir que una mayor eficiencia sea nociva, al contrario, pero debería vincularse a un menor uso de los recursos y no a un mayor consumo, y esa es una decisión más política que técnica.

Alimentación y agua

En los últimos años el debate energético ocupa buena parte de las noticias y titulares, pero no deberíamos olvidar que vivimos en un planeta donde más de 800 millones de personas no reciben suficientes alimentos para satisfacer sus necesidades nutricionales cada día. Mientras tanto, 650 millones son obesas. Hoy por hoy, la gente no pasa hambre porque no haya suficientes alimentos, sino porque nuestro sistema económico mundial los distribuye de forma injusta. De hecho, el número de personas que padecen hambre ha aumentado en los últimos años, debido en parte a que los avances en materia de desarrollo no están a la altura del rápido crecimiento de la población.

El suministro de alimentos está amenazado por múltiples factores, como la escasez de agua dulce, el agotamiento del suelo, la disminución de las poblaciones de insectos polinizadores y el cambio climático, y pese a ello, la ONU prevé que necesitaremos un 70% más de alimentos para 2050. Y este no es un asunto menor, ya que el aumento de la producción agrícola tiene un coste para la naturaleza. De hecho, la pérdida de hábitat y la explotación son las dos amenazas más importantes para la biodiversidad: actualmente el 80% de las amenazas de extinción de mamíferos y aves se deben a la agricultura.

Un informe sobre dieta y sostenibilidad realizado por la Comisión EAT-Lancet en 2019 concluyó que es posible alimentar a una población de 10.000 millones de personas de forma sostenible si se toman medidas radicales para cambiar los hábitos dietéticos y la producción de alimentos. Pero se prevé que la población mundial supere los 11.000 millones de personas en 2100 si no se toman medidas para estabilizar el crecimiento demográfico, y en ese mismo informe se afirma que si bien «las dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles son posibles para hasta 10.000 millones de personas, se vuelven cada vez más improbables una vez pasado ese umbral de población».

Y si las perspectivas son delicadas en torno a la alimentación, la situación respecto al agua dulce es aún más crítica. Otro estudio del MIT advierte de que casi 5.000 millones de personas vivirán en regiones con estrés hídrico a mediados de siglo. El aumento poblacional, la mala gestión del líquido elemento y el cambio climático explican esta cifra aterradora.

En este sentido, las Naciones Unidas calculan que la escasez de agua como resultado del cambio climático podría desplazar a cientos de millones de personas para 2030, y aunque las variaciones regionales en la disponibilidad de agua son extremas, muchas de las regiones más pobres del mundo, y las que tienen un alto crecimiento demográfico, están entre las que tienen un suministro más escaso.

Países desarrollados también sufren los efectos de la presión demográfica sobre el suministro de agua, y por ejemplo el sudeste de Inglaterra, densamente poblado, está en el 10% inferior de las regiones globales en cuanto a capacidad de suministrar agua a su población. Pero a pesar de este último dato, es evidente que hay una gran disparidad de consumo e impacto entre el mundo rico y el Sur Global, y también dentro de los propios países.

Como botón de muestra, este otro dato aportado por las Naciones Unidas: «La huella material per cápita en los países de renta alta es un 60% superior a la de los países de renta media-alta y más de trece veces el nivel de los países de renta baja».

Es esencial, por tanto, un sistema más justo, donde los recursos se distribuyan de forma equitativa. Y sea cual sea la forma que adopte, para garantizar que haya recursos suficiente para satisfacer el derecho de todos a un nivel de vida decente es imprescindible que los países ricos cambiemos nuestros patrones de consumo.

Con todo, los datos indican que acabar con la inequidad es un paso imprescindible, pero no suficiente para mantener el planeta en condiciones de habitabilidad dignas para todas las personas. Porque, aun afinando al máximo la producción, la distribución y el consumo, nuestro planeta tiene limites físicos insoslayables. Así que igual es hora de que el ser humano limite su expansión como especie, para así amortiguar su depredación de recursos.