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La cacería contra Irene Montero (y lo que ella representa)

La agresión machista de Vox contra la ministra en el Congreso es el último episodio de una larga ofensiva del conservadurismo rancio, que reacciona contra los avances del Ministerio de Igualdad. La responsabilidad de los medios y el silencio cómplice dentro de la izquierda.

Irene Montero responde al exabrupto de la diputada de Vox Carla Toscano. (Fernando SÁNCHEZ | EUROPA PRESS)

A la caza de Irene Montero. Es una contraofensiva nítida de los sectores de la derecha española, la que se dice de centro y la que se proclama orgullosamente de ultraderecha. Que ella sea mujer, que ejerza un liderazgo moral en Podemos y que esté vinculada emocionalmente a Pablo Iglesias son elementos que dan más pirotecnia a la violencia política contra ella. Pero la mira está puesta en destruir todo lo que viene haciendo el Ministerio de Igualdad desde que se ha conformado el Gobierno de coalición en el Estado.
    
Lo que ha sucedido en las Cortes Generales este miércoles expone de manera brutal un proceso que lleva meses. La diputada de Vox, Carla Toscano, se hizo más famosa gracias a la vulgaridad con la que atacó a la ministra, diciendo que no sabe nada comparado a los jueces que rebajan penas por la ley del ‘Sí es sí’ y que su «único mérito» fue «estudiar en profundidad a Pablo Iglesias». Esto dicho en el hemiciclo cuna de la soberanía popular y luego aplaudido de pie por todos los legisladores ultras, entre ellos muchas mujeres.
    
La agresión despertó la ira de los diputados morados frente a la pasividad del vicepresidente del Congreso (Batet no estaba en ese momento). En su respuesta, Montero pidió que quede en el diario de sesiones «la violencia política» (iba a ser borrado) y afirmó que «a estos fascistas se les va a parar los pies con más derechos», señalando al grupo Vox.

Inédita ovación
    
Su discurso fue seguido de una inédita ovación durante dos minutos de UP, del PSOE y de todos los diputados de ERC y EH Bildu. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, las vicepresidentas y todos los ministros publicaron en sus cuentas de Twitter mensajes de apoyo a Montero y contra la violencia machista. La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, le dedicó un cálido mensaje, mientras que el del PNV, Aitor Esteban, criticó a Vox sin mencionar a la ministra. También el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, respaldó a Montero y criticó a los «cobardes que callan».
    
La diputada Andrea Fernández (PSOE) tuiteó que en el medio del pleno un legislador de Vox «le comunicaba mediante gestos al resto de sus compañeros, riendo a carcajadas, que Montero parecía estar llorando después del hostigamiento», algo que calificó de «nauseabundo». Al día siguiente, el grupo de la ultraderecha se reafirma en lo hecho por su diputada y declara ser «moralmente superiores a la izquierda».
 
Mientras Vox incendiaba el pleno, el Partido Popular se quedaba petrificado en sus escaños y horas después hubo una tibia crítica a la violencia contra la ministra a través de su portavoz y número dos del partido, Cuca Gamarra. Por algo un diputado de ERC, mientras se aplaudía a Montero, les gritaba «¡cómplices!», señalándolos con el dedo.
    
Desde que algunos jueces comenzaron a firmar fallos con controvertidas interpretaciones de la ley del ‘Sí es sí’ la embestida contra Montero, que viene desde hace dos años, se ha radicalizado. También esta semana, un diputado del PP la ha llamado «inútil» desde el estrado del hemiciclo durante el debate de los PGE, y una concejala de Ciudadanos en Zaragoza dijo en un pleno que Montero «está donde está porque la ha fecundado un macho alfa».

Campaña de deshumanización
 
La campaña de deshumanización contra Irene Montero es infame pero trasciende lo personal. Es profundamente política porque va contra el Ministerio de Igualdad, para el que muchos políticos y periodistas conservadores es, según repiten impunemente en los medios, un mero chiringuito lleno de amigos enchufados de la ministra con un presupuesto que consideran innecesario. Lo que provoca la reacción visceral es el avance de leyes feministas, la ampliación de derechos del aborto, y cómo no, la llamada ‘ley Trans’, que será aprobada (si un día logra serlo, está en trámite parlamentario) en buena parte gracias a la insistencia tenaz de Montero y los colectivos LGTBI.
    
La desesperación por frenar los avances que vienen del ministerio más ideológico del Gobierno lleva a sectores del conservadurismo a una virulencia que no solo los tiene a ellos de responsables. Dirigentes progresistas han callado demasiado quizás y deberían revisar si son tiempos que den cabida a la mezquindad. Tanto del PSOE como de Unidas Podemos, si cabe incluir allí a la vicepresidenta Yolanda Díaz.
    
También merece la pena recordar que los periodistas, muchas veces víctimas injustas de la presión del poder, no son impunes. Muchos que deshonran la profesión desde platós y redacciones han proferido insultos similares a Montero no ahora sino ya desde que fue la número dos de Podemos. Demasiada pasividad de los demócratas ante la violencia obliga a recordar que los escenarios no se crean en un día y que en ese largo camino la responsabilidad es compartida.