El «bolchevique subversivo» que creó la mejor Brasil de la historia
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Existen biografías que engloban mil vidas dentro de una única trayectoria. Es el caso de Joao Saldanha, cuyo recorrido estuvo marcado por su firme compromiso político, pero también por aglutinar una serie de experiencias que le llevaron de ser contrabandista de armas siendo un niño hasta a actuar en algunos filmes brasileños. No obstante, junto a su militancia clandestina en el Partido Comunista, el otro elemento que marcó su vida fue el balompié, ejerciendo como futbolista, entrenador y cronista deportivo. Cuestionado sobre una posible contradicción entre ambos elementos, era rotundo al señalar que «el fútbol no es alienación, es ocio. Y, el ocio, es parte de la vida».
Llevaba la determinación en la sangre, ya que sus padres estuvieron exiliados en Uruguay a finales del siglo XIX, tras la revolución federalista en Río Grande del Sur, en la frontera con el paisito, contra la creación de los Estados Unidos de Brasil. Fue la revuelta de los Maragatos, que pedían autonomía, en un conflicto que costó la vida a cerca de 10.000 personas, causó numerosos desplazados y fue sofocado militarmente. Sin embargo, los conflictos continuaron y marcaron los primeros años del entonces pequeño Joao Saldanha. Nacido en Alegrete, en el citado Estado de Río Grande del Sur, el 3 de julio 1917, con apenas seis años, junto a sus hermanos, escondía armas para llevárselas a los guerrilleros gauchos. Poco después, se trasladó a Curitiba, algo más al norte.
Sus prontas habilidades con el balón le llevaron a jugar en el Botafogo, equipo de Río de Janeiro, en el que jugó como centrocampista y fue apodado como «Joao sem medo», en honor al personaje del cuento infantil de los hermanos Grimm. Una lesión y sus inquietudes intelectuales, sociales y políticas fueron construyendo un personaje poliédrico. Estudió Derecho, pero su pasión por las letras, siendo uno de los redactores de los boletines clandestinos de la organización juvenil Alianza Internacional Libertaria, le llevó al periodismo. Su compromiso, a involucrarse en aventuras que marcarían el paso al siglo XX. Así, tras participar como delegado del Partido Comunista brasileño en la Larga Marcha de Mao en China, también fue corresponsal de Guerra en Europa, acompañando a las tropas del General Montgomery en el Desembarco de Normandía. De regreso a Brasil, fue detenido en 1946 y, pocos meses después, se marchó a la región de Paraná para enrolarse en la guerrilla campesina, con la que colaboró en la alfabetización bajo el pseudónimo de «Profesor Siqueira». Contrario al mandato de Getulio Vargas, en 1949, fue herido de bala durante una manifestación contra la OTAN.
Seleccionador y miembro clandestino del Partido Comunista
En 1957, fue nombrado entrenador del Botafogo, al que llevó a ganar el campeonato de Río con Garrincha, Didí y Nilson, pero abandonó pronto su cargo. Comentarista en Radio Nacional, desde donde mantuvo importantes discusiones con futbolistas, entrenadores y directivos. Una de las más sonadas, enconadas y de fuerte trasfondo político fue la que mantuvo con Dorival Knippel “Yustrich”, el técnico del Flamengo. Tras recibir sus insultos, Saldanha acudió en su búsqueda con su Colt 32, la pistola clandestina con la que contaba. No llegó a utilizarla, cosa que sí hizo contra el dueño de una farmacia que abusó de una de sus empleadas.
Tras el Golpe de Estado y la posterior dictadura militar, la persecución política de los militantes de izquierda fue una constante en Brasil. Eran los tiempos de Emilio Garrastazu Medici, en los que las revueltas estudiantiles eran fuertemente reprimidas, los “suicidios” de presos políticos se repetían con asiduidad que dejaba entrever una política de exterminio y el Manual de Tortura de la CIA era aplicado en toda su extensión. En ese contexto, el entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol Joao Havelange –que luego dirigiría a la FIFA durante décadas– nombró sorprendentemente a Saldanha como entrenador de la selección. Un miembro del comité central clandestino del Partido Comunista pasaba a ser el responsable de la canarinha.
En su primera comparecencia, anunció el once titular y la plantilla que acudiría casi dos años después al Mundial de México. Iban a ser sus «fieras dispuestas a todo». El fiasco acumulado por Brasil en la copa del mundo celebrada en Inglaterra en 1966, obligaba a grandes cambios en el funcionamiento deportivo del equipo. Algo a lo que Saldanha contribuyó con una visión adelantada al fútbol de aquella época: «El terreno de juego no es una subdivisión, nadie es dueño de una parcela, ni de una posición fija». Su efecto fue inmediato, en la clasificación mundialista, la verdeamarelha pasó por encima de Colombia, Paraguay y Venezuela, sumando 23 tantos a favor y apenas 2 en contra. El máximo artillero del equipo fue el joven Tostao, centrocampista del Cruzeiro, natural de Belo Horizonte y con el que Saldanha empatizó debido a las ideas progresistas de ambos. Era parte del eje ofensivo de “la Brasil de los cinco 10”, el de Gerson, Jairzinho, Rivelino, Pelé y el propio Tostao. Según describe Andre Iki Siqueira en el podcast «Comuna que pariu», el técnico fue «el arquitecto del equipo que ganó la copa del mundo de 1970».
Destituido meses antes del mundial de 1970
La popularidad de Saldanha alcanzó el 68% de aprobación en Río, subiendo hasta el 78% en Sao Paulo. Sin embargo, las convocatorias, declaraciones públicas e ideas políticas le pasaron factura. Sus manifestaciones sobre las actuaciones de Scotland Yard o las actuaciones alemanas durante las guerras mundiales, provocaron incidentes diplomáticos meses antes de la copa del mundo. Algo que no hizo retroceder al técnico, que hablaba de censura, torturas o de presos políticos y llamó a Garrastazu Medici «el mayor asesino de la historia de Brasil». El mandatario militar solicitó a Saldanha que convocase a Darío, delantero del Atlético Mineiro, algo a lo que respondió, «señor presidente, hagamos un pacto, yo no me meteré en la elección de sus ministros y usted no lo hará en la elección de los jugadores».
Ante la situación, el titular de la cartera de Educación Jarbas Passarinho, puso en marcha una doble campaña de control y hostigamiento contra Saldanha. En primer lugar, le rodeó de colaboradores curtidos en la disciplina marcial. Así, el General de Brigada Jerónimo Bastos sería el jefe de la delegación en el equipo, el capitán de Artillería Claudio Coutinho sería el asistente, mientras que los preparadores físicos Admildo Chirol y Carlos Alberto Parreira procedían de la escuela de Educación Física del ejército. Las discusiones con Coutinho, considerado el fundador de la Escuela Atlética, colaborador de Cooper –el del test–, con experiencia en la NASA, fue nombrado seleccionador en 1978, que obligó a los jugadores a cortarse el pelo, promulgó un estilo de juego conservador y que falleció tres años después practicando pesca submarina en Río, eran constantes. Las desavenencias se extendían también a su relación con Pelé, sobre el que el técnico señalaba que «padecía miopía y problemas en la cadera». Según el periodista Carlos Ferreira Vilarinho en su libro «¿Quién derribó a Joao Saldanha?», «desde la clasificación, los militares tenían decidida su destitución». La segunda línea de actuación fue expandir «su inestabilidad emocional y problemas con el alcohol».
Finalmente, completaron el plan apenas tres meses antes del Mundial de México, en marzo de 1970. Passarinho encargó a Coutinho comunicar a Garrastazu Medici que «la selección brasileña está en manos de un hombre en total desacuerdo con la revolución militar, un subversivo bolchevique». La destitución se ejecutó después de empate en un entrenamiento ante el Bangú. El defensa Hércules de Brito comandó un motín interno en favor del técnico, pero la falta de apoyos internos, escenificados en el visto bueno de Pelé al cese, que no fructificó. Su puesto fue ocupado por Mario Zagallo, un técnico alejado de todo comportamiento contestatario. Saldanha fue claro al analizar lo sucedido: «Es fácil entender por qué me han echado, mucho menos lo es comprender por qué me contrataron».
Los otros represaliados
Volvió al periodismo, a su antigua casa del Última Hora y, durante tres décadas más, trabajó en medios como Jornal do Brazil, O Globo y Placar. Siguió en directo todos los mundiales, desde 1930 a 1990, y en el tramo final de su vida fue muy crítico con el desempeño de una selección brasileña que mantuvo una batalla cultural entre la Escuela Atlética con Coutinho como autor intelectual y el Jogo Bonito que impulsó Tele Santana. Saldanha achacó la debacle ante Italia en Sarriá en 1982 a la «mala preparación física» del equipo, en un evidente dardo a la escuela militar.
Con la caída del régimen militar, sus apariciones televisivas se multiplicaron, especialmente las culturales, y se presentó a vicealcalde de Río. Enfermo y en silla de ruedas, acudió a la copa del mundo de 1990. Allí, con su máxima de que «una crónica de más de 30 líneas es un atentado contra el lector», anticipó el colapso del defensivo planteamiento de la Brasil de Lazaroni y describió la semifinal entre Alemania e Inglaterra como «lo mejor del torneo». El artículo salió publicado el 5 de julio, apenas una semana antes de su fallecimiento en Roma a consecuencia de un edema pulmonar.
No obstante, Saldanha no fue el único miembro del fútbol brasileño represaliado durante la dictadura. El estudiante de Medicina y medio del Botafogo Alfonsinho García Reis fue apartado del equipo y convidado por el seleccionador Zagallo a cortarse su pelo largo y la barba –elementos simbólicos de la izquierda–, algo a lo que no accedió. Acudió al Tribunal Superior de Justicia Deportiva del país y pudo cambiar de equipo. Mucho más grave fue la situación vivida por Nando Antunes Coimbra -uno de los hermanos mayores de Zico-, jugador del América de Río, que fue detenido y encarcelado por ser militante del MR8 –Movimiento Revolucionario 8 de octubre– y haber sido profesor durante el Plan Nacional de Alfabetización. Su prima Cecilia y su marido José también fueron a prisión «tras haber sido ferozmente torturados». Tal y como describió Antunes a la revista Líbero: «Hasta 1964, Brasil era un país pródigo en las artes, los deportes, la música, la arquitectura o el urbanismo, pero entonces llegó la oscuridad». Otro de los que significo fue José Reinaldo da Lima, máximo goleador nacional de 1977 y 1978, acostumbraba a celebrar sus tantos con el puño izquierdo en alto. Algo que repitió tras marcar a Suecia en la copa del mundo celebrada en Argentina. Después, en 1982, llegaría la Democracia Corinthiana para desafiar a los estertores de la dictadura militar.