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Jugadores de la selección alemana lamentan la eliminación en la fase de grupos del Mundial.
Jugadores de la selección alemana lamentan la eliminación en la fase de grupos del Mundial.
Ina FASSBENDER (AFP)

¿Por qué el fútbol sigue siendo un deporte de 11 contra 11, pero ya no gana siempre Alemania?


La noche del 4 de julio de 1990, tras caer en la semifinal del Mundial ante los germanos en los penaltis, Gary Lineker pronunció en Turín una de las frases más célebres de la historia del deporte: «El fútbol es un deporte muy simple, 22 jugadores corren detrás de un balón y, al final, siempre gana Alemania». Días después, el conjunto teutón batió a Argentina en Roma y levantó la copa del mundo por tercera vez. Un éxito que, además, coincidió en el tiempo con el proceso de Reunificación iniciado meses antes. Ambos elementos llenaron las calles, en celebraciones con una pronunciada resaca social posterior en el Este, y colorearon el cielo de Berlín con fuegos artificiales, tal y como reflejaba «Goodbye Lenin». Franz Beckenbauer, el entonces seleccionador de la República Federal de Alemania (RFA) pronosticó que, en adelante, el equipo germano sería «invencible». 

La incorporación de talentos procedentes de la antigua República Democrática de Alemania (RDA) a los clubes occidentales de la Bundesliga y la selección fue prácticamente inmediata. Matthias Sammer, autor de los dos últimos tantos del combinado oriental, era el gran talento, Thomas Doll emergía como una gran promesa, mientras que los delanteros Andreas Thom y Ulf Kirsten perforaron porterías sin distinción en el Este y el Oeste. Los tres primeros fueron citados para la Euro de 1992, en la que los germanos perdieron la final ante Dinamarca. El trasvase de jugadores derivó en el saqueo deportivo de los clubes de la Oberliga que se integraron en la Bundesliga. La producción de talento de finales de los ochenta, con participaciones en los mundiales juveniles de 1987 o 1989, y la selección de la RDA rozando la clasificación para la copa del mundo de 1990, se cimentó tiempo atrás, Tal y como explica el polifacético José Miguel Villarroya en su reciente libro «Fútbol en una nación dividida», en 1983 la federación germano-oriental (DFV) apostó por desarrollar el potencial futbolistas más jóvenes, para lo que permitió que los equipos juveniles pudiesen jugar en Tercera o Cuarta división y prohibió el fichaje de extranjeros en Segunda. Una base de trabajo que perduró, ya que durante las dos décadas posteriores a la Reunificación, unos 40 futbolistas nacidos en el Este fueron citados por la selección alemana. Siete de ellos, incluso, fueron subcampeones del mundo en 2002. Una nómina en la que destacan, además de los citados, Ballack, Borowski, Enke, Freund, Heinrich, Jancker, Jeremies, Kroos, Linke, Schmelzer, Schneider, Wosz o Zickler. 

En 1996, con Sammer ganando el Balón de Oro, fue el último baile de la generación campeona en Italia, con Kopke, Reuter, Moller o Klinsmann a un gran nivel, Alemania ganó la Eurocopa y la tesis de Beckenbauer se reforzó. Nada más lejos de la realidad, al igual que ocurrió en 1994, en el Mundial de Francia, la mannschaft cayó en cuartos. El torneo continental posterior, marcado por los problemas internos, no hizo más que agravar los problemas en un contexto adverso. La falta de relevo generacional, el colapso económico de clubes como el Borussia Dortmund derivado del pinchazo de la burbuja televisiva o el escándalo que evitó nombrar a Christoph Daum como técnico empeoraron la situación. Sobre la mesa, grandes retos como encontrar un estilo de juego más moderno, enterrar la figura del líbero, estructurar el trabajo formativo, integrar a los hijos de los migrantes y proyectar nuevos talentos. Al suroeste, en Baden-Wurtemberg y en la escuela de Stuttgart, se empezaba a mover algo de la mano de Helmut Gross y Ralf Rangnick, pero todavía no era suficiente. 

Matthias Sammer, autor de los dos últimos tantos del combinado oriental. (UEFA)

El gran cambio de 2004

Alcanzar la final de la copa del mundo en Corea y Japón mitigó el golpe, más teniendo en cuenta que Rudi Völler elaboró una convocatoria de circunstancias debido a las lesiones y que no pudo contar con Ballack en la final. No fue más que un espejismo. En 2004, con unos jovencísimos Lahm, Podolski y Schweinsteiger en el equipo, Alemania cayó en la primera fase del europeo, un nuevo fiasco que aceleró el proceso. La federación tomó cartas en el asunto, más teniendo en cuenta que dos años después organizaría el Mundial en casa, para formar un equipo competitivo. Con Matthias Sammer y Oliver Bierhoff al frente de la dirección deportiva, nombraron a Jurgen Klinsmann como nuevo seleccionador, siendo Joachim Löw su ayudante y Andreas Kopke ejerciendo como entrenador de porteros. Pese a las dudas y críticas iniciales, Alemania compitió al más alto nivel en la copa del mundo, devolviendo el orgullo a su afición. Los Lehmann, Mertesacker, Lahm, Schweinsteiger, Ballack, Frings, Podolski o Klose estuvieron a punto de llegar a la final formando parte de un equipo en el que ya asomaban jugadores de con raíces africanas como Asamoah y Odonkor.

La utilización de las nuevas tecnologías, la contratación de profesionales procedentes de norteamerica y de nuevos métodos de preparación física o sicológica marcaron el periodo de Klismann, que cedió el testigo a Löw tras el Mundial de 2006. A partir de ahí, poco a poco, Alemania no hizo más que crecer. Finalistas continentales de 2008, cayeron ante la mejor selección española de la historia en Sudáfrica dos años después, Neuer, Boateng, Khedira, Kroos, Müller u Ozil ya formaron parte del grupo. Faltaba el último escalón, pero la base estaba cimentada, prueba de ello fue el título europeo sub 21 de 2009. Una nueva y multicultural generación de talentos tiró la puerta abajo y Alemania estaba a un paso de recoger los frutos del trabajo de toda una década. En el europeo de 2012, dos goles de Mario Balotelli les dejaron a la mannschaft fuera de la final, una nueva experiencia e incorporación de Gotze, Gundogan, Howedes, Hummels o Reus al equipo. Con todas las piezas engrasadas, el proyecto trascendió a lo grande en el Mundial de Brasil, logrando un merecido cuarto entorchado global. El espectacular uno a siete a la anfitriona en Belo Horizonte supuso uno de los mayores impactos de la historia y Klose se convertió en el máximo goleador histórico de la copa del mundo. 

Eran tiempos de vino y rosas, el futuro parecía sonreír a la selección germana. Era la tormenta perfecta, la estrategia diseñada tiempo atrás daba sus frutos, el talento no dejaba de florecer, el combinado femenino dominaba con puño de hierro el continente y la Bundesliga se había convertido en el gran laboratorio para los técnicos que dominarían en fútbol durante la siguiente década. El Bayern de Heynckes y el Borussia Dortmund de Klopp habían disputado la final de la Champions, justo antes de que Guardiola llegase al conjunto bávaro. Una nueva generación de técnicos alemanes irrumpía paulatinamente en el campeonato, como Nagelsmann, Kovac, Schmidt, Tedesco o Tuchel, los proyectos formativos de Hoffenheim o RB Leipzig -con Hasenhuttl y Rangnick- pasaban a ser vanguardia -pese al rechazo de las aficiones rivales- y otros como Erik ten Hag o Marco Rose, seguían su curación a fuego lento en el filial del Bayern o el RB Salzburgo. Los estadios se llenaban, con los precios más competitivos y las gradas populares más potentes de Europa. La medalla de oro lograda por la selección femenina en Río cerraba el círculo del éxito, mientras que para el combinado masculino caer en semis del europeo ante Francia en Marsella suponía algo asumible.

Rusia, primer gran batacazo

Alemania acudió al Mundial de 2018 como una de las grandes favoritas, dispuesta a reeditar el título y reafirmar su hegemonía. Nada de eso ocurrió, una derrota ante México puso a los teutones contra las cuerdas, que salvaron su primer match-ball con un golazo de Toni Kroos sobre la bocina ante Suecia, pero la verdadera debacle llegó ante Corea del Sur. Dos tantos del equipo asiático en el descuento, uno de ellos tras un grave error de Neuer, sentenciaron a los germanos. Estaban advertidos, ya que Francia en 2002, Italia en 2010 y España en 2010 habían caído en la primera fase cuando defendían sus títulos. La retirada de iconos, el desgaste físico de los que un día fueron los mejores y la falta de regeneración pesaron sobre todos ellos.

No obstante, la federación germana optó por seguir confiando en Löw y le encomendó renovar el equipo de cara a la Eurocopa de 2020, disputada un año después debido a la pandemia. Jugadores como Ginter, Goretzka, Kimmich, Rudiger, Sule o Werner ya habían estado en Rusia, pero el técnico había dejado en casa a Emre Can o Gnabry. Veteranos como Neuer, Hummels, Kroos o Müller seguían en una plantilla a la que se unieron jóvenes como Havertz, Neuhaus y Musiala. Fue insuficiente, Alemania no completó un buen torneo y acabó siendo apeada por Inglaterra en octavos. Ese mismo verano, el equipo olímpico masculino no pasó a cuartos en los Juegos de Tokyo, en los que no participó el elenco femenino. 

Las malas participaciones en las primeras ediciones de la Nations League, con duras derrotas ante España, Hungría o Países Bajos, unido a perder contra Armenia durante la fase de clasificación para la copa del mundo, agrandaron la preocupación. Las señales de alerta estaban sobre la mesa e invitaban a la federación a tomar medidas y acelerar la renovación. 

La crisis se confirma en Qatar

La otra gran decisión fue fichar a Hansi Flick, que había sido ayudante de Löw en 2014 y parte de la dirección de la DFB, tras ganarlo todo con el Bayern. El técnico tendría la misión de renovar la plantilla, conformar un bloque competitivo para 2022, y estar en disposición de ganar la Eurocopa que Alemania organizará en 2024. La acumulación de talento ofensivo con Adeyemi, Gnabry, Havertz, Moukouko, Musiala, Sané o Wirtz invitaban al optimismo, al igual que los buenos resultados continentales de la sub 21: Finalista en 2019 y campeona en 2021. 

El seleccionador alemán Hansi Flick. (DFB)

A diferencia de 2014, una serie de factores llamaban a no lanzar las campanas al vuelo: Concatenación de malos resultados de la selección, éxodo de los grandes entrenadores a Inglaterra, inestabilidad creciente en banquillos como los del Bayer Leverkusen, Borussia Dortmund o RB Leipzig y los problemas e inclusos descensos de entidades que históricamente han mimado la base como Hamburgo, Schalke o Werder Bremen.

El equipo germano llegó a Qatar con un debate público y ético mayor que en el resto de participantes. Entre otras cosas, debido a los llamamientos al boicot de Philipp Lahm o Thomas Hitzlsperger, además de las numerosas pancartas contrarias al torneo en prácticamente todas las gradas populares del fútbol alemán. Una vez en el Golfo Pérsico, fue el único equipo en realizar una protesta clara en favor de la libertad de expresión, con la icónica imagen de las bocas tapadas.

En lo deportivo, llegar a octavos parecía una obligación y, por tanto, el fracaso ha sido mayúsculo. Alemania, cuatro veces campeona del mundo, cae por segunda vez consecutiva en la primera fase. No obstante, más allá del trazo grueso, convendría un análisis más exhaustivo del papel teutón en Qatar, ya existe una asimetría entre el juego propuesto y los resultados obtenidos, pero, nuevamente, han pagado sobremanera su falta de contundencia en ambas áreas.

Atendiendo a las estadísticas, los germanos dispararon más veces a puerta que sus rivales, generaron más XG -goles esperados- en los tres choques y estrellaron 5 balones en los postes. Sin embargo, se volvieron a casa después de sumar cuatro puntos tras perder ante Japón, empatar con España y ganar a Costar Rica. La ampliación del foco evidencia, también, la ausencia de un delantero centro -aunque Fullkrug ha completado un digno papel-, la falta de un organizador, los problemas que padecen con los balones a la espalda de sus defensas, problemas en el lateral derecho o que ya no dominan el juego aéreo. 

¿Y ahora qué?

Tras el fiasco qatarí, Oliver Bierhoff ha renunciado a su cargo y la federación ha reafirmado a Hansi Flick como técnico. El gran objetivo pasa por volver a competir al más alto nivel en 2024, algo que, en cierta medida, supone un regreso al contexto de dos décadas atrás. Por el momento, se busca sustituto para Bierhoff y el nombre que más suena es el de Fredi Bobic. El que fuera campeón continental con la selección en 1996, nacido en Eslovenia y de madre croata, que trabaja como director deportivo del Hertha de Berlín.

Uno de los primeros retos será renovar el equipo. El tiempo de Neuer o Müller parece finiquitado y habrá que ver qué ocurre con Arnold, Goretzka, Gotze, Gundogan o Reus. Así, todo hace indicar que los ejes serán Gnabry, Musiala, Moukouko y Sané. La recuperación de los lesionados Dahoud, Dorsch, Neuhaus, Werner o Wirtz y el retorno de descartes mundialistas como Tah, Henrichs Lukas Nmecha o Weigl podría ser parte de un engranaje en el que también podrían estar Ter Stegen, Bella-Kotchap, Raum, Rudiger o Schlotterbeck. En defensa, además, visto su rendimiento en la Bundesliga, podrían unirse del Hertha y Weiser del Werder Bremen. De la sub21 que ganó el Europeo con Stefan Kuntz -ahora seleccionador turco- podrían ascender el lateral Baku, el central Thiaw, los medios Stach y Janelt o el delantero Berisha. 

Del actual segundo equipo, mientras tanto, no es descabellado que emerjan nombres como los del lateral izquierdo Netz, los medios Kraus, Knauff, Lukas Nmecha, Martel, Samardzic o Stiller y el extremo Thielmann. A medio plazo, incluso, podrían aparecer el carrilero derecho Asta, el zaguero Jakel o el centrocampista con raíces niponas  Appelkamp. Más abajo, en la sub 19, están el central Gechter -yao en el primer equipo del Hertha-, el medio Dammar, que ya se ha estrenado en Bundesliga con el Hoffenheim, o el delantero de origen sardo Tresoldi, del 2004, que juega en el Hannover de Segunda. La sub17, por su parte, parece contar con una gran generación, a pesar de haber caído en cuartos en el último europeo. En la plantilla estaban los jugadores del Bayern  Ibrahimovic y Wanner -el debutante más joven en la historia del equipo bávaro en Bundesliga y Champions-, los medios Bischof y Raebriger y los delanteros Dzenan Pejcinovic y Weiper.

La ausencia de un nueve es uno de los grandes quebraderos de cabeza, ya que la mannschaft, la escuadra en la que triunfaron Fritz-Walter, Rahn, Seeler, Gerd Müller, Rummenigge, Völler, Klismann, Bierhoff, Klose o Mario Gómez, no tiene un delantero de área. La única referencia es Fullkrug. Prueba de ello, es que entre los 20 mejores goleadores de la Bundesliga, apenas hay cuatro jugadores germanos. El máximo realizador de Segunda, Robert Glatzel, sí es teutón, pero tiene 29 años. Es por ello, que todas las miradas, a futuro, están puestan en Pejcinovic. El ariete del Wolfsburgo, nacido en 2005 y de origen montenegrino, es comparado con Edin Dzeko y ha sido tentado por Ajax, Chelsea, Inter, Juve o Manchester City.

Otra de las preocupaciones pasa por fidelizar a los jugadores, ya que buena parte de los seleccionados pueden jugar con otros combinados. De hecho, en los últimos años, pese a haber sido internacionales en categorías inferiores con Alemania, Ambrosius ha pasado a jugar con Ghana, Anton con Uzbekistán, Jakobs con Senegal, Ozcan con Turquía, Tillman con EEUU y Vlachodimos con Grecia. Otros como Toljan podría hacerlo con Croacia o Sudáfrica, Bisseck,  Mbom y Ngakam con Camerún, Pal Dardai con Hungría, Uduokhai, Schade y Torunarigha con Nigeria o Shuranov con Ucrania. 

DBF Campus y el legado de Horst Wein

Ante tamañas empresas, la federación alemana se prepara para el futuro. Para ello, en junio inauguró su nuevo complejo deportivo en Frankfurt, con el skyline de la ciudad al fondo. El DFB Campus, que ha tenido un coste de 150 millones de euros, pone fin a 120 años de historia sin un terreno propio. A partir de ahora, el combinado germano contará con unas instalaciones de primer nivel para prepararse. Algo que ya hizo la selección femenina antes de la última Eurocopa, en la que logró el subcampeonato.

La Federación alemana inauguró en junio su nuevo complejo de instalaciones en Frankfurt. (DFB)

Situado en los terrenos del antiguo hipódromo y con la construcción de un parque público contiguo en marcha, Alemania quiere formar allí a sus futuros entrenadores, contando con un centro destinado al desarrollo, formación e investigación. Dirigida por Thomas Haupt y Joti Chatzialexiou, será la casa de la mannschaft, en la que los combinados germanos dispondrán de medios de última generación a su alcance y la federación podrá desarrollar proyectos de investigación en todos los ámbitos.

Será la piedra angular, asimismo, del nuevo modelo infantil que estrenará el fútbol germano a partir del curso 2024-2025. En 2019, Oliver Bierhoff ofreció una conferencia titulada «Regreso a la cima». En la misma, abogaba por una modificación radical de los métodos formativos y «un entrenamiento más libre, el fútbol callejero debería llegar a los clubes, necesitamos crear más espacios para la creatividad y disfrute de nuestros jugadores». Durante más de dos años, 21 federaciones regionales adoptarían un proyecto piloto para orientar su actividad a lo planteado. 

Cimentado en el legado de Horst Wein e inspirándose por el trabajo de Kris van der Haegen en la federación belga, Alemania va a revolucionar su trabajo formativo. Partiendo de la idea «Funiño» que ideó Wein, que asesoró a decenas de clubes y entidades durante más de 30 años, se enfocará el fútbol a la medida infantil: Siempre en espacios reducidos, de los 6 a los 11 años, las niñas y niños germanos tendrán «tardes de juego» y «festivales» de 2 contra 2, 3 frente a 3, 5 ante 5 o 7 versus 7. La idea es que todos participen, intervengan más veces, tengan mayor contacto con la pelota, que busquen acciones como el regate o el disparo, no introduciendo los porteros hasta los 10 años, minimizando la intervención de los adultos y desterrando la competición. En definitiva, aumentar las posibilidades de progreso de los que todavía no han desarrollado sus capacidades físicas o no disponen de un talento innato. Desde la federación creen que «si no se divierten, no continuarán jugando». El Bayern tomó nota, anunciando que dejará de captar menores de 11 años. 

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