INFO

Tanteos y escaramuzas en el mercado de petróleo mundial

2023 ha empezado con un ligero descenso en los precios del petróleo debido, posiblemente, a la caída de la demanda que acompaña a la anunciada recesión. Sin embargo, el año que termina ha sido profuso en movimientos que buscaban modificar la relación de fuerzas en el mercado del petróleo.

El príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, recibe al presidente chino, Xi Jinping, en Riad. (EUROPA PRESS)

El precio del petróleo ha comenzado el año bajando. Los analistas de los mercados energéticos apuntan como principal causa la incipiente recesión de la que daba cuenta el FMI hace unos días. Más allá de la coyuntura, el último año se han producido movimientos de calado como la decisión de la OPEP de recortar la extracción o el acuerdo del G7, la UE y Australia para establecer un tope al precio del crudo ruso.

El precio del petróleo, como el de cualquier otra mercancía, depende de la oferta y la demanda, pero también depende, y cada vez más, de las fuerzas que estructuran ese mercado que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha estado dominado por EEUU. Además de ser un importante proveedor de crudo, Washington logró que los contratos de petróleo se negociaran en dólares estadounidenses, obteniendo una ventaja añadida.

Esta hegemonía empezó a resquebrajarse a principios de los años 70 del siglo pasado, cuando la OPEP, fundada en 1960 por Arabia Saudí, Irán, Irak, Kuwait y Venezuela, comenzó a coordinar sus políticas de extracción y venta de petróleo, lo que provocó que EEUU perdiera relativamente el control sobre este combustible estratégico. La cotización en dólares y las estrechas relaciones de Washington con Arabia Saudí, el principal suministrador mundial de crudo, le permitió indirectamente seguir marcando la pauta.

El último barril de crudo

En el mercado eléctrico, cuando hace falta más energía para cubrir toda la demanda, el último recurso que se pone en funcionamiento son las centrales de gas. Y por esa razón es el precio del gas el que termina fijando el precio del kilovatio de electricidad. En el mercado de petróleo ocurría algo similar. Cuando la demanda superaba a la oferta, el único país con capacidad para suministrar barriles extra era Arabia Saudí. Como en el caso de la electricidad, el proveedor de ese último barril, el que permite cuadrar la demanda con la oferta, era el que determinaba el precio, lo que daba a Riad un importante poder para definir el precio mundial del crudo.

Las tornas empezaron a cambiar a partir de 1998, cuando la empresa estadounidense Mitchell Energy consiguió que la extracción de petróleo de esquisto, el fracking, fuera comercialmente rentable. El desarrollo de esta técnica posibilitó a EEUU multiplicar su capacidad de bombeo de crudo hasta el punto de convertirse en el primer suministrador. Paralelamente, el agotamiento de los yacimientos más asequibles y baratos redujeron la capacidad de Arabia Saudí de suministrar ese último barril.

Para recuperar la posición perdida, a partir de 2014 Riad decidió inundar de petróleo el mercado con el objetivo de tumbar el precio, en un intento de arruinar a los productores de fracking estadounidenses. Una disputa que no consiguió su objetivo y que, además, dañó los ingresos de los países de la OPEP y multiplicó las tensiones en su seno.

Sin embargo, la batalla tuvo un inesperado efecto en 2016: la creación de la conocida como OPEP+ en la que diez nuevos países liderados por Rusia comenzaron a cooperar con la organización. Se fraguaron nuevos acuerdos de extracción que permitieron estabilizar los precios, además de restar al petróleo proveniente del fracking estadounidense la capacidad para influir en los precios del crudo.

El nuevo ámbito de decisión, conformado alrededor de la OPEP+, se ha mantenido estable hasta la actualidad y ha reducido drásticamente la capacidad de influencia en el mercado de crudo del Gobierno estadounidense. No obstante, conviene señalar que algunos analistas apuntan que, en cualquier caso, es posible que el potencial del fracking esté cerca de agotarse, lo que explicaría en parte los últimos movimientos de Washington que trata de recuperar la pérdida de ascendencia sobre este mercado.

El cortejo a Arabia Saudí

Las hostilidades en Ucrania han servido a EEUU como excusa para poner en práctica nuevas maniobras con las que intentar compensar la influencia perdida. Forzó a los países de la OTAN y la Unión Europea a que dejaran de comprar gas ruso, algo que finalmente consiguió. E intentó que hicieran lo mismo con el petróleo, una opción mucho más complicada, ya que buscaba dejar fuera, nada más y nada menos, que al segundo suministrador mundial, algo que posiblemente hubiera provocado déficit en el suministro.

El otro camino que ensayó fue una idea de la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, que consistía en establecer un tope al precio del petróleo ruso, una opción tan compleja de realizar que han necesitado todo el año para acordar el modo de ponerla en práctica.

No ha sido la única maniobra estadounidense. En julio, Joe Biden visitó Riad en un intento de recuperar la influencia perdida, pero la visita fracasó. El revés no impidió que Washington siguiera presionando a Arabia Saudí, que en octubre, por ejemplo, se negó a retrasar sus planes para recortar la extracción de crudo como quería Biden. El aplazamiento buscaba garantizar unos precios bajos durante las elecciones de medio mandato. No lo consiguió y el posterior descenso de la demanda se encargó de hacer descender los precios, lo que vino a la dar la razón a Riad, que ha mantenido firmemente que las decisiones sobre el bombeo de petróleo han de estar basadas en la situación en el mercado y no en cálculos políticos.

Detrás de esta posición no solo hay una cuestión de poder. El ministro de Energía saudí, Abdulaziz bin Salman Al-Saud, ha declarado reiteradamente que mantener los precios estables y a un cierto nivel es una necesidad para poder acometer las cada vez mayores inversiones que requiere el petróleo, una vez se van agotando los yacimientos más accesibles.

En este cortejo a Riad, en diciembre se produjo la visita de Xi Jinping a Arabia Saudí. Fue recibido con todos los honores y la visita sirvió para afianzar la relaciones comerciales entre ambos países. En los documentos finales, sin embargo, no se hace mención al pago del crudo en yuanes, una posibilidad que ofreció el mandatario chino. Esta ausencia sugiere que Arabia Saudí busca mantener una línea propia a partir de sus propios intereses. Da la impresión de que los tiempos de los alineamientos incondicionales han llegado a su término.

El tope al precio del crudo ruso

El fracaso de Biden en Riad llevó a activar nuevamente la idea de Yellen de establecer un tope al precio del petróleo ruso, algo que el G7, la UE y Australia acordaron finalmente aplicar a partir del 5 de diciembre. Posteriormente no ha habido nuevos países que se hayan adherido a la iniciativa que, además, recoge un buen número de excepciones, como las importaciones de Japón desde Sajalin-2 o el petróleo del oleoducto Druzhba que llega a Hungría. Los países de la OPEP en particular han sido bastante críticos con esta decisión que han interpretado como un intento de los consumidores occidentales de dictar los precios a los países suministradores de petróleo.

El acuerdo finalmente fijó un precio máximo relativamente elevado. De este modo, sus impulsores buscaban evitar el desabastecimiento y el caos que podía provocar un límite demasiado bajo que dejara fuera del mercado mundial a una parte importante del crudo ruso.

El reverso del acuerdo es que las compañías de seguros no podrán asegurar los fletes de petróleo que no respeten el límite. A corto plazo esta limitación acarreará problemas al transporte de crudo ruso por mar, pero a medio plazo impulsará la aparición de aseguradoras alternativas, con lo que el poder blando que otorga el actual monopolio occidental de este tipo de servicios y seguros terminará resquebrajándose.
 
La respuesta rusa

Casi un mes se ha tomado Vladimir Putin para publicar el decreto que dé respuesta. En él se prohíbe la venta de petróleo y productos derivados a aquellos operadores que incluyan en sus contratos mención directa o indirecta a la aplicación de un «tope al precio» del crudo o sus derivados. El decreto estará vigente desde el 1 de febrero hasta el 1 de julio.

La prohibición se limita a los contratos y no a lo países, y tiene una corta vigencia temporal, siempre prorrogable. Sorprendió a muchos analistas, pero considerando el tiempo que se han tomado y el carácter de las medidas, posiblemente en el Kremlin hayan decidido que resulta más interesante apostar por la estabilidad general del mercado y por mantener la influencia lograda a través de la OPEP+ que enzarzarse en una guerra que perjudicará a todo el mundo.

De este modo, tanto unos como otros, han priorizado la estabilidad general frente a la posibilidad de entrar en una batalla que ninguno puede ganar. El haber logrado fijar un tope al precio tiene cierto valor propagandístico, pero pocos efectos prácticos, y algunos adversos. De momento, será la OPEP+ y la coyuntura económica las que sigan marcando el precio del crudo.