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Hego Euskal Herria bate récords de producción eléctrica no renovable

Las centrales alimentadas por gas batieron todos los registros en los primeros tres trimestres del año en Hego Euskal Herria, un periodo en el que produjeron 10,4 millones de MWh, un 95% más de lo habitual. En el mismo tiempo, el incremento de las renovables ha sido del 15%.

Acción de Mugitu en una de las centrales de Castejón (Nafarroa), en 2019. (Iñigo URIZ | FOKU)

Centrales de ciclo combinado a todo gas. Ese es el titular eléctrico de 2022. El paulatino aumento de la producción eléctrica renovable suele llevarse las primeras planas, y es verdad que, en términos generales, ha seguido creciendo, pero el titular real, el que arrojan los datos, es que la producción de energía eléctrica por medio de combustibles no renovables –gas, básicamente– creció como nunca antes, muy por encima de renovables como la eólica y la fotovoltaica; ni que decir tiene de la hidráulica, afectada por la sequía.

Los datos relativos a los tres primeros trimestres del año en Hego Euskal Herria sirven para constatar un hecho importante que acostumbra a olvidarse al hablar de transición energética: producir más energía de origen renovable no implica una reducción del uso de energía no renovable y contaminante. Si no cambian más cosas, como el modelo de negocio y el régimen de propiedad de las grandes infraestructuras energéticas, la renovable sencillamente se agrega a la no renovable.

El gas estuvo especialmente caro en los primeros meses de 2022, pero en las seis centrales de ciclo combinado que hay en Hego Euskal Herria –tres en Bizkaia y tres en Nafarroa, todas ellas en Castejón– se quemó como si no hubiese un mañana. La razón primera es fácil de detectar: las exportaciones al Estado francés –igual que a Portugal– aumentaron muchísimo. En los últimos años, el Estado español tenía un balance de intercambios negativo con sus dos grandes vecinos, pero la situación se ha invertido en 2022 y, según datos provisionales, exportó casi 20.000 Gwh más de electricidad de los que importó.

Red Eléctrica no ha publicado todavía los datos de generación por comunidades durante todo el año 2022, pero un vistazo a los datos hasta el mes de septiembre sobra para captar que la tendencia es similar en Hego Euskal Herria. Durante los años 2013-2021, la media de producción eléctrica no renovable en los primeros tres trimestres del año se situó en 5,4 millones de Mwh, mientras que en 2022 alcanzó los 10,4 millones. Casi el doble, o lo que es lo mismo, un crecimiento del 95%. Los datos de la generación en centrales de ciclo combinado son, si cabe, más chocantes. Frente a una media de 2,9 millones los años anteriores, en 2022 la producción se situó en 8,5 millones. Es decir, aumentó un 191%.

Las renovables presentaron resultados mucho más modestos. Frente a la media de 3,6 millones de Mwh entre 2013 y 2021, la producción hasta septiembre de 2022 se elevó a 4,1 millones; un aumento del 15%. En total, la producción de energía eléctrica en Hego Euskal Herria ascendió en los primeros tres trimestres hasta los 14,6 millones de Mwh, un 62,6% más que en los años anteriores. La demanda, por el contrario, lejos de crecer, menguó: Nafarroa, Bizkaia, Gipuzkoa y Araba consumieron 15,2 Mwh, un 4% menos que el promedio de los años previos.

¿Qué ha pasado entonces? Las explicaciones son varias: como ya se ha anticipado, el desastre de las nucleares en el Estado galo –prácticamente la mitad de sus reactores han estado cerrados– ha obligado a importar electricidad al país que acostumbra a encabezar el ránking europeo de producción eléctrica. Al mismo tiempo, el tope al precio del gas establecido en la península ibérica ha llevado a los productores privados a tratar de maximizar su generación para exportarla a precio de oro, aumentando notablemente su margen de beneficio. Por último, al contar la península ibérica con las principales infraestructuras regasificadoras de toda Europa, el gas licuado no ha faltado pese a la escasez continental.

Consecuencias diversas

Este aumento de la energía eléctrica producida con no renovables no es inocuo. En primer lugar, aunque sea la más obvia, la consecuencia más ignorada acostumbra a ser la medioambiental. Las centrales de ciclo combinado funcionan con gas natural, un combustible fósil que emite CO2 a la atmósfera, por mucho que la Unión Europea la haya calificado de energía verde, y por mucho que sus emisiones sean menores a las del carbón o el petróleo.

El aumento del consumo de gas por parte de las centrales térmicas está detrás del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en el Estado español, que en 2022 crecieron un 5,7% respecto al año anterior, según el Observatorio de Sostenibilidad. Los Gobiernos de Iruñea y Gasteiz no publicarán su inventario de emisiones hasta dentro de unos meses pero, vistos los datos, lo más lógico es pensar que también habrán aumentado respecto a los últimos años.

La hiperactividad del ciclo combinado también es responsable de empujar al alza los precios de la luz eléctrica. Por supuesto, no es el único factor que explica los altos precios de la factura durante 2022, pero la secuencia es lógica: la electricidad producida por las centrales de ciclo combinado es la más cara –mucho más que la generada por las renovables–, por lo que cuando entra en el mercado mayorista –el pool eléctrico– eleva el precio de toda la electricidad para arriba. Al producir mucha más electricidad que la habitual para exportar, las centrales de ciclo combinado han entrado en el pool mucho más durante el año pasado.

Esto, a su vez, es consecuencia tanto del perverso sistema de fijación de precios –el llamado sistema marginalista, por el cual la energía más cara pone el precio al resto– como de la estructura de propiedad de las grandes centrales de ciclo combinado, mayoritariamente en manos de empresas privadas que priorizan los beneficios propios al interés comunitario. De las seis centrales de Hego Euskal Herria, solo la de Zierbena tiene una participación pública minoritaria: el Ente Vasco de la Energía posee el 25%, mientras que el restante es de la británica BP. Otras dos son de Iberdrola (la de Santurtzi y Castejón II), otras dos de la francesa Total Energies (Castejón I y III) y la última, la de Zornotza, de Castleton Commodities International.

La central de ciclo combinado de Zierbena. (Marisol RAMIREZ | FOKU)
La central de ciclo combinado de Zierbena. (Marisol RAMIREZ | FOKU)

Pese a todo, importamos

Este apartado merece una previa. En esta pieza hablamos de energía eléctrica, que solo es el 23% de la energía que se consume en Hego Euskal Herria. El 77% restante está compuesto básicamente de derivados del petróleo y el gas natural, materias primas finitas de las que este país no dispone y que son grandes emisoras de gases de efecto invernadero y, por tanto, principales responsables del calentamiento global y la crisis climática. Estamos muy lejos de la autosuficiencia y de la transición energética.

Pero es que incluso si hablásemos solo de energía eléctrica y obviásemos que el gas que alimenta las centrales de ciclo combinado es una materia contaminante que importamos, en 2022 Euskal Herria siguió siendo un país eléctricamente dependiente. Ni con las centrales a pleno rendimiento logró este autoabastecimiento tramposo, un claro indicio de que sustituir las fuentes de energía fósiles por renovables va a ser sencillamente imposible: no habrá transición sin un menor consumo.

Con todo, la situación es desigual según el territorio. En Nafarroa, la eólica elevó la generación de electricidad renovable en un 18%, hasta producir 3,3 millones de MWh, un 87% total de la electricidad demandada por el herrialde en los primeros tres trimestres del año. En total, y empujado por un incremento del 239% de la producción de las centrales de Castejón, Nafarroa produjo 7,2 millones de MWh, casi el doble de la electricidad que consumió en ese periodo.

Por contra, en la CAV, la producción renovable apenas creció un 2,4%, produciendo 0,8 millones de MWh, tan solo un 7% de la electricidad que consumió en los primeros tres cuartos de año. El porcentaje sube cuando incluimos la generación no renovable, ya que las centrales de ciclo combinado de Bizkaia aumentaron su producción en un 166%. En total, la CAV produjo 7,3 millones de MWh, un 64% de lo que consumió. Como nota positiva, eso sí, cabe destacar que, a diferencia de Nafarroa, redujo su consumo de energía eléctrica en un 6%.