Jackson Irvine, del Jolly Rogers al Mundial
Hubo 6.500 sombras que oscurecieron el intolerante y amañado Mundial de Fútbol de Qatar 2022. Hubo más de 6.500 razones para no seguirlo en nuestras televisiones, y tan sólo una para hacerlo: el jugador del St.Pauli y de la selección australiana Jackson Irvine.
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Jackson nació y creció en un suburbio del sureste de la ciudad australiana de Melbourne. Comenzó a jugar al fútbol siendo un niño y fue progresando a pasos agigantados, llegando a jugar en el equipo sub21 del Richmond Soccer Club con tan sólo 15. Bueno, en realidad no jugaba, por eso decidió llamar por teléfono al entrenador y plantearle que, si no iba a darle minutos, tendría que irse. Y vaya si lo hizo. A los 17 años dio el salto a Europa para enrolarse en la cantera del Celtic FC.
Glasgow puede ser uno de esos lugares maravillosos, y también cabrones, para ponerte a prueba. Un ejemplo de ello es la anécdota de cuando perdió jugando a las cartas, con algunos compañeros de las categorías inferiores de los “Hoops” y, como castigo, tuvo que bajar a la calle desnudo y dar diez saltos de estrella. Tampoco le resultó fácil hacerse un hueco en el primer equipo, ya que sólo consiguió disputar unos minutos en su debut en partido oficial, teniendo que salir cedido al Kilmarnock y, posteriormente, al Ross County donde, por cierto, ganó una Copa de Escocia y fue elegido mejor jugador de la final.
Tras su buen hacer en tierras escocesas, lo ficha el recién ascendido Burton Albion inglés, de cara a sumar efectivos para lograr la permanencia en la Championship. Tan bien lo hizo allí, que le nombraron mejor jugador de la temporada 16-17, llegando a recibir una mareante oferta del fútbol chino. A pesar de lo goloso de la propuesta, decidió seguir jugando en una liga más exigente, fichando por el histórico Hull City.
Con los “Tigers” tuvo tres temporadas extraordinarias hasta que llegó el maldito covid-19, el parón, el confinamiento y la frase que ningún trabajador quiere escuchar el día que se reincorpora a su puesto: «No te vamos a renovar el contrato, estás fuera de la empresa». Buscando minutos sobre el césped, Jackson volvió a Australia pero tampoco pudo conseguir acómodo en ningún conjunto, así que, tras tres semanas recargando pilas en su país natal, decidió retornar a Europa, con la esperanza de que le llegara alguna oferta y poder volver a jugar al fútbol.
Pasaron 10 meses desde aquel complicado junio hasta que pudo fichar, curiosamente, por el equipo contra el que debutó al máximo nivel futbolístico, el Hibernian FC. Tras finalizar la temporada con los de Edimburgo, el mediocampista fichó, el curso pasado, por el FC St.Pauli, equipo con el que siente una simbiosis perfecta, a todos los niveles.
Jackson es, ante todo, resiliente, un artesano Kintsugi (el arte japonés que repara la cerámica, rellenando las grietas y fisuras con acabados de oro), un apasionado de la vida, de esas personas que sabe disfrutar de los pequeños rayos de sol que se cuelan entre las nubes hanseáticas.

Entusiasta descubridor de destinos, en Hull se ganó el sobrenombre de “El Viajero”, ya que se escapaba a cualquier parte de Europa en cuanto le daban dos días libres. En uno de esos viajes, concretamente en la maravillosa Copenhague, de la que se enamoró, fue donde estrenó su piel como lienzo por primera vez.
Devoto de los tatuajes y el cine, lleva grabadas en el cuerpo frases de series como Seinfeld o Buffy Cazavampiros, donde también luce un dibujo de Moe de los Simpson.
«Muchas cosas las hice yo mismo, como este pequeño canguro. Todo el mundo tuvo un colapso de encierro ¿no?, este fue el mío. Mi novia Jemilla y yo terminamos de ver Netflix, así que decidimos tatuarnos, y luego me perforé las orejas», dijo a The Scotsman.
A Lou Reed y Nick Cave también los lleva representados en tinta y es que, Jackson es un melómano reconocido y virtuoso de la guitarra, de la que no se separa desde que tenía 4 años. De hecho, formó parte de una banda hasta que se mudó a Glasgow. Como ha señalado en varias entrevistas, el disco que más le marcó fue el “Since I Left You” de The Avalanches, aunque añade que también se considera fanático de la música rap, Hendrix, Jimmy Page y Prince. El mundo de las canciones le ha influenciado hasta afirmar que, la “Música Protesta” ha ido educando su oído y su ideología, reflexionando a través de las letras, que han ido moldeando una conciencia crítica que le acompaña hoy en día.
Curioso hasta en su apariencia física, no pasaría desapercibido para nosotros (en St.Pauli, sí), con sus looks modernos de camisetas retro, pelo largo de anuncio de “Pantene” (envidia pura), calcetines blancos conjuntados con zapatillas negras y un tupido bigote como el de Freddy Mercury.
St. Pauli
Se podría afirmar que, definitivamente, ha encontrado su sitio en el bullicioso “barrio rojo“ de Hamburgo, con sus vivarachas calles, ideas libertarias y colores pasionales con los que se siente identificado.
«Hay personas que dicen que el deporte y la política no se pueden mezclar, pero adoro la forma en la que el St. Pauli trabaja y se manifiesta acerca de las diferentes problemáticas sociales, sobre las que la mayoría del mundo del fútbol sólo se manifiesta de forma puntual», señaló para PFA.
Actualmente, Jackson y Jemilla viven en Sternschanze, un barrio ubicado a 15 minutos del estadio de Millerntor, al que retorna caminando después de cada partido. En más de una ocasión el futbolista ha señalado que los hinchas de “Los Piratas” le ven como una persona más, con la que divagan sobre el juego cuando se lo encuentran de camino a casa, y no como a una “celebrity”.
«Hay personas que dicen que el deporte y la política no se pueden mezclar, pero adoro la forma en la que el St. Pauli trabaja y se manifiesta acerca de las diferentes problemáticas sociales»
Ejemplo de su cercanía y singularidad es que, tras la estrepitosa derrota por 0-3 sufrida a manos del Hannover, fue al Jolly Rogers (famoso local ubicado frente al estadio del St.Pauli), en el que se reúnen sus aficionados, y se tomó unas cervezas mientras hablaba con ellos y les mostraba su punto de vista acerca del encuentro y de la vida. La hinchada “Pirata” describe a Jackson como icónico y cercano, uno de los mejores embajadores posibles para el club.
Otro momento que narran los seguidores de tan ilustre club es cuando la pasada Noche Vieja apareció junto con su pareja y el entonces compañero de equipo Simon Makienok en el Shebeen, un bar del entorno del St.Pauli, y se divirtieron mezclados con la gente, como unos aficionados y vecinos más mientras jugaban a los dardos y se tomaban unas Astras.
Australia
A pesar de haber vestido el uniforme de la selección escocesa sub19 por su herencia paterna (su padre es oriundo de Aberdeen), sintió que aquel no era del todo su equipo y decidió dejar, respetuosamente, la camiseta de Escocia a un lado (la tiene su orgulloso padre colgada en su oficina) para vestir la amarilla, desde 2013 hasta hoy.
«Estoy seguro de que muchas personas luchan con eso (su identidad) a su manera, en términos de lo que eso significa. Familias como la mía no celebramos el Día de Australia. Nunca hemos sido patriotas o nacionalistas, y eso probablemente se deba a mi familia extendida. Primero hay que sanar las heridas del pueblo indígena australiano, aclarar los hechos del pasado para mirar hacia el futuro. Yo soy muy optimista con esto, porque tras la muerte de la Reina Elizabeth han avanzado, entre otras, conversaciones entorno a una hipotética república», expresó al diario ABC del Deporte.
«Nunca hemos sido patriotas o nacionalistas, y eso probablemente se deba a mi familia extendida. Primero hay que sanar las heridas del pueblo indígena australiano, aclarar los hechos del pasado para mirar hacia el futuro»
En más de una ocasión Jackson ha manifestado que, el fútbol, es el deporte que mejor representa en la isla la diversidad y la convivencia de la verdadera Australia, desde los aborígenes hasta los migrantes, como lo fueron su tío y su padre. Influenciar en este sentido a través de la selección nacional como símbolo de libertad y tolerancia es uno de los objetivos del jugador, colaborando con iniciativas como el proyecto “Uluru Statement from the Heart”, que reclama reformas legales y estructurales para remodelar la relación entre los Pueblos de las Primeras Naciones y la población australiana.
Alejado de las marcas estrafalarias y de alto postín (sin juzgar caprichos ajenos), el bueno de Jackson acudió a la convocatoria de los Socceroos (con los que lleva más de 50 encuentros y con los que ganó una Copa Asia), en lo que sería su segunda aparición en una Copa del Mundo con la selección de Australia, con una camiseta retro del Celtic, del legendario Viduka, compatriota y mítico delantero.
Una revelación de lo que pasaría a posteriori, ya que tanto el mítico delantero como el actual centrocampista de coleta, llevaron a la selección a los dieciseisavos de sendas competiciones mundiales, su mejor clasificación mundialista hasta la fecha.
Jugadores y selección que no han dejado pasar la oportunidad de criticar públicamente este infame mundial a través de un video en el que apoyan la construcción de un Centro de Recursos para Trabajadores Migrantes en Qatar y piden que se despenalice las relaciones entre personas del mismo sexo.
Derechos LGTBIQ+
El polifacético jugador “Aussie” ha señalado en numerosas entrevistas su preocupación por el trato de la sociedad respecto a los derechos de orientación y diversidad sexual, así como de la identidad de género porque, entre otras cosas, lo ha padecido a través de familiares y amigos que han sido discriminados por su condición. Aunque cree que con los años se ha evolucionado para bien, señala que todavía, en el mundo del fútbol, este tipo de abusos siguen siendo un problema y pone el foco en la educación y en el colectivo de profesionales como solución, para que sean verdaderos ejemplos de tolerancia. Propone, a su vez, practicar un ejercicio sencillo, pero a la vez socialmente complicado, que se basa en llamar la atención a quién haga chistes de carácter xenófobo o discriminatorio, tanto en el vestuario como en el ámbito privado.
Tal como comentó en la iniciativa de FIFPro, se muestra alarmado por esa “masculinidad tóxica”, calificándolo de modelo caduco que no hace sentir cómodo a nadie. También aprovecha su influencia en las redes sociales para sumar discursos a favor de movimientos sociales, como el Black Live Matter o el proyecto “Vivamos con Agua” del club hamburgués.
«Mi madre siempre ha estado muy al tanto de todo lo que sucedía en el mundo y me alentó a ser curioso y comprender lo que ocurría fuera de mi propia burbuja. Mis tías, tíos y primos también han sido extremadamente activos políticamente. Recuerdo que siempre había discusiones de este tipo, incluso en la fiesta de cumpleaños de un niño de 10 años", dijo a ABC del Deporte.
Seguro que la familia de Irvine también ha debatido largo y tendido sobre este Mundial de Qatar 2022. Dentro de las contradicciones personales, a mí me surgen un par de preguntas a las que difícilmente encuentro respuesta: ¿Cómo puede un deporte popular y libertario, diseñado para que lo pueda jugar cualquier persona, sea cual sea su condición, convertirse en un arma discriminatoria? ¿En qué momento se ha alejado de la sociedad y su problemática para convertirse en un entretenimiento para la clase alta?
A veces resurge una flor de loto entre el lodazal, que hace que recuperes la esperanza en este mundo del fútbol que cada vez se parece más al “Show de Truman”. Pongamos en valor a los conscientes y a los que se atreven a alzar la voz. Recuperemos la cercanía de este deporte, con jugadores con mostachos atusados como el de Irvine que, en vez de mantener las distancias se acercan a las aficiones. Volvamos a la sencillez de los tiempos de antaño, cuando los futbolistas eran personas referentes de los barrios, y a los caminos que nos llevaron a hacer del fútbol un deporte libre, como el de Jackson. Del Jolly Rogers al Mundial.
