Indurain camina sobre el filo de una protesta masiva en Osasunbidea
La huelga del SMN, al margen del resto de sindicatos de Osansunbidea, amenaza con detonar otra protesta aún mayor. Hay un descontento en el fondo y la forma de las negociaciones. La situación justificaba una movilización así hace tiempo, pero los cambios de gestión y la pandemia la han retrasado.
Carlos Artundo, director general de Salud en Nafarroa, lleva días con la agenda muy apretada. La convocatoria de huelga por parte del Sindicato Médico (SMN) para el miércoles 1 de febrero ha agitado a otros sindicatos de la sanidad pública, descontentos por cómo el Gobierno está respondiendo al órdago del SMN, accediendo a prebendas como la eliminación de la exclusividad que poco tienen que ver con los graves problemas que arrastra la Sanidad Pública.
Hay que echar la vista atrás para entender por qué Nafarroa no está viviendo una marea blanca transversal en favor del sistema público de salud como está surgiendo en otras comunidades, y por qué aquí la discusión ha tomado otros derroteros. Problemas ha habido desde siempre en Osasunbidea, pero fueron los recortes con motivo de la crisis financiera de 2007 los que dejaron a la organización en situación muy complicada.
La ausencia de una reacción contundente de los sindicatos de clase (LAB, ELA, CCOO, UGT) ante este deterioro de la sanidad pública se justifica, en gran medida, en los sucesivos cambios de gobierno. Primero hubo un voto de confianza al Gobierno de Uxue Barkos, que entró a sustituir a los ejecutores de los recortes. Osasunbidea había cambiado de gestores y había que darles una oportunidad.
Los logros de la gestión del consejero Fernando Domínguez fueron modestos. Hubo destellos brillantes, como que en el hospital se volvieran a practicar abortos tras el abandono de estas intervenciones por el acoso de ultras cristianos a ginecólogos en los años 80.
Pero, en lo que se refiere a la necesaria reordenación de, por decirlo así, la mayor de las empresas de Nafarroa –hay más de 13.000 trabajadores– Domínguez apenas pudo hacer nada. Las resistencias del estamento médico, de las jefaturas muy ligadas al SMN, tuvieron mucho que ver en este fracaso. Pero también faltó valentía y decisión.
En 2019 volvió a darse una situación similar. El Gobierno del PSN probó con una gestión nueva, la de la consejera Santos Indurain y el propio Artundo. Hubo promesas importantes para apaciguar el malestar de los sindicatos de clase. Principalmente, prometieron una nueva ley navarra de salud. No cumplieron su palabra y fue comprensible. El motivo fue de peso: la pandemia. Pero esta fase crítica se ha superado. Ahora la pandemia ya no está y, además, la necesidad de una intervención severa es mayor, urgente.
Ahondar en el error
Esta urgencia de cambios aporta un contexto general. Pero hay otro elemento particular a tener en cuenta para comprender por qué la huelga del SMN prevista para el 1 de febrero puede acabar detonando otra movilización de mayor calado. Se trata de la protesta que realizó este mismo sindicato en 2019. Ese año, el Sindicato Médico inició otro paro cerca de elecciones (el 30 de enero) que se cerró con dos acuerdos principales: aumentar los tiempos de atención por paciente (de 10 a 12 minutos) y un nuevo pago por productividad cuando un médico atiende a pacientes que no son suyos (pero en su horario), decisión cuestionable y que supone un agravio comparativo con otros colectivos, como el de Enfermería. El SMN arrancó la huelga con Domínguez, pero firmó el acuerdo con Indurain.
La posibilidad de que estos médicos acaben negociando cuestiones particulares suplantando a todo el colectivo se ve como algo intolerable por otros sindicatos
La posibilidad de que estos médicos agrupados en las siglas SMN acaben negociando cuestiones particulares suplantando al colectivo sanitario, y que sus reivindicaciones no ataquen a la raíz del problema, se ha visto como algo intolerable para el resto de centrales. Por eso ahora Artundo corre de un lado a otro tratando de apaciguar los ánimos antes de que, en lugar de un frente, se le abran dos.
Ha habido varios contactos del resto de sindicatos presentes en Osasunbidea –el último, este viernes– y la sensación de un posible acuerdo para movilizarse está calando. Incluso Afapna –que manifestó su apoyo, como en 2019, a las reivindicaciones del SMN– está dispuesto a entrar.
Por su parte, LAB, sindicato mayoritario en Osasunbidea, ha tenido encontronazos fuertes con el SMN a través de circulares enviadas a la plantilla, y el choque ha tenido reflejo también en la actividad en redes sociales. LAB entiende que algunas de las demandas que está llevando el SMN, como el fin de la exclusividad, ahondan en las deficiencias del sistema.
Existe consenso en que los salarios de los médicos deben mejorarse, así como el del resto de los estamentos Osasunbidea. Pero las estrategias sobre cómo ha de abordarse esta tarea salarial son diametralmente opuestas. Para entender este conflicto se hace preciso entender cuánto y cómo cobra un médico. No es fácil.
Desigualdades salariales
El salario base de un médico es el de un funcionario de tipo A, al que se suman una serie de complementos de quinquenios, etc. Unos son comunes a otros puestos (como la exclusividad) y otros, particulares. Para un médico sin demasiados pluses, la prima principal es la de la exclusividad, unos mil euros brutos u 800 netos a cambio de trabajar únicamente para el sistema público. Ese médico ingresaría cerca de unos 2.700 euros cada mes.
Ahora bien, según confesó el Departamento a LAB, el salario medio de un médico no especialista está en 69.000 euros y el del especialista, en 78.000. Estas son las verdaderas cifras de lo que, en la práctica, cuesta cada médico a la ciudadanía. Sin embargo, aun siendo ciertas, son poco representativas. En realidad, hay muchos médicos que cobran muy por encima de esas cifras y otros facultativos con salarios muy por debajo, como los que cobran menos de 3.000.
Estas descompensaciones son fruto de un sistema kafkiano de complementos salariales que hacen que una parte de los médicos acaben copando el dinero que se destina a pagar al conjunto de los facultativos. Hay nada menos que 22 conceptos distintos de «productividades» para complementar su sueldo y hay quien se las ingenia muy bien, demasiado bien, para quedarse con todo lo que puede.
Unos números generales permiten dar cuenta del funcionamiento perverso del sistema. Lo que en Osasunbidea se entiende por «productividad» se parece mucho a lo que en una empresa serían horas extras, solo que hay varios de los 22 supuestos que habilitan a pagar estos pluses dentro del horario habitual.
El pago a la plantilla por productividad se está desbocando y la justificación que existió durante la pandemia ya no está. Así, el SNS destinó más de 19 millones de euros a estas «extras» en 2022, cuando el año anterior fueron menos de 17 y, en 2020, cuando llegó el covid, 15,7 millones.
El dinero se está repartiendo de forma muy poco homogénea, provocando unas desviaciones salariales escandalosas. Según datos del sindicato LAB –que monitorizó este reparto en 2020–, la mitad del dinero destinado a productividad recayó en manos de 300 médicos.
Hay que volver a subrayar el dato: 300 médicos se quedaron con el 51% de todo el dinero destinado por Osasunbidea a pagar horas extras de todo su personal, de los más de 13.000 sanitarios. Y dentro de este colectivo de privilegiados, nuevamente, hay desigualdades. 25 personas se quedaron con el 13,8% de todo el dinero destinado a horas extras.
El estudio de LAB tiene la limitación de centrarse en los ocho primeros meses de 2020. En ese periodo, mientras 6.700 profesionales percibieron 50 euros o menos por productividad, quien más dinero obtuvo fue un médico del Servicio Navarro de Urgencias que se embolsó 87.109 euros entre enero y agosto, una cantidad a la que tiene que sumarse el sueldo base, las antigüedades, los complementos por jefaturas, etc.
Según datos oficiales hay médicos que cobran, solo en «productividad», el doble que la presidenta del Gobierno
Según la Sección Permanente de Control Financiero del Servicio Navarro de Salud, hay personas –médicos– que cobran, solo en «productividad», el doble que la presidenta del Gobierno. En 2020, Chivite se embolsó 76.000 euros y un facultativo, además de su sueldo, percibió 173.772 euros. Cinco trabajadores percibieron más de 100.000 euros. Otros diez profesionales se quedaron entre 90.000 y 100.000. Y 15 más, entre 80.000 y 100.000.
En este punto, hay que regresar al dato inicial, el del salario medio de los médicos (68.000 y 79.000). Puede existir un problema de salarios bajos. No es el SMN el único que defiende mejoras salariales para los médicos, lo hacen todas las centrales presentes en Osasunbidea. Pero, sobre todo, existe un problema de reparto del dinero y de las cargas de trabajo.
Un ejemplo de cómo esta disfunción en los salarios se corresponde con un error en las cargas se ve en la diferencia entre los médicos de Iruñea y los que trabajan en los servicios rurales. Los que trabajan en Primaria en la capital pueden estar cerca de percibir esos 3.000 euros o menos. Los que trabajan fuera, con las guardias de 24 horas, etc, cobran significativamente más. Y, sin embargo, las plazas alejadas de la capital son más difíciles de cubrir pues muchos profesionales prefieren trabajar mejor a ganar más.
La necesaria revisión del sistema, por tanto, pasa por un cambio en las retribuciones y otro, igual de profundo, a la hora de repartir el trabajo.
Lo que dice Comptos
Este complejo sistema retributivo fue analizado por Comptos en el ejercicio 2018-2019, cuando el concepto de productividad no había alcanzado la cota actual, pero ya se había duplicado en dos años. La Cámara elaboró decenas de propuestas de mejora, algunas de ellas dan cuenta de la extraordinaria complejidad de los pagos, que raya en lo absurdo. A modo de puro ejemplo, Comptos sugiere fijar: «La imposibilidad de abono simultáneo de guardias localizadas, guardia de contenido asistencial y horas de contenido asistencial». Se paga tres veces por el mismo trabajo.
Comptos, asimismo, descubrió numerosos pagos indebidos a profesionales, que achacó a errores humanos. Y es que las anotaciones de estas productividades caen en manos de las más de 500 jefaturas –la mayoría de ellos médicos y entre los que se encuentran los salarios más elevados– que se encargan de organizar las tareas.
En último término, la Cámara instó a racionalizarlo todo, a que los médicos ficharan sus entradas y salidas (ahora no lo hacen) y a establecer una serie de ítems para medir el trabajo efectivo de cada uno de los profesionales.
Y es aquí, en este punto, donde se produce el choque. El Sindicato Médico aboga por ganar más pluses dentro de este sistema caótico e ineficiente, que ha creado agravios comparativos que también explican el «burn out» de los profesionales sanitarios , mientras que el resto de centrales sindicales defienden algo más ordenado, una discusión seria en la Mesa General. Y no solo eso, también reclaman otras medidas de aplicación inmediata, como el refuerzo sustantivo de la Atención Primaria.