INFO

Occidente sube la apuesta ante Rusia

Sin oferta negociadora realista por ninguno de los bandos, Occidente ha cruzado otra línea roja para Moscú con la promesa de tanques mientras Ucrania insiste en pedir más armamento ofensivo. Rusia, que cruzó su Rubicón al invadir el país, advierte de consecuencias. La guerra va para largo.

Paracaidistas ucranianos esperan a ser trasladados en la carretera de Chasiv Yar. (Yasuyoshi CHIBA | AFP)

No pocos auguraban, atendiendo a algunos recientes guiños de EEUU a Rusia, un creciente convencimiento por parte de Washington de que iba siendo hora de frenar, o cuando menos de no incrementar, el rearme de Ucrania.

Tras comprobar que el Ejército ruso ha frenado con la llegada del invierno y la movilización de cientos de miles de reclutas los hasta el otoño innegables avances ucranianos, fuentes militares estadounidenses parecían dar por hecho que ninguno de los dos bandos estaría en condiciones de derrotar al otro y abogaban por comenzar a vislumbrar un escenario de negociación.

Pesaba en los análisis de los más optimistas la convicción de que EEUU habría logrado ya buena parte de sus expectativas, desde la constatación de las debilidades estructurales del Ejército ruso (retiradas de Kiev, Jarkov y Jerson) hasta el refuerzo de sus intereses geopolíticos y económicos (energéticos) sobre la UE, pasando por la previsible ampliación de la OTAN (Suecia y Finlandia).

Las reticencias de Berlín para suministrar a Ucrania su modelo de tanque Leopard 2 abonaban, según algunos, la hipótesis de un cambio de paradigma en Occidente sobre el sostén militar a Kiev.

Nada más lejos de la realidad. El silencio alemán era una maniobra con vistas a cerrar una negociación con EEUU para compartir la decisión de enviar tanques. El anuncio sincronizado del canciller germano, Olaf Scholz, para enviar, junto con los aliados europeos, dos batallones de tanques A-6 Y A-4 (112 unidades), y del presidente estadounidense, Joe Biden, quien, pese a las reticencias del alto mando militar, se ha comprometido a enviar 31 M1 Abrams, era el resultado de unas conversaciones bilaterales que desbloquearon la situación en una conversación telefónica entre ambos líderes el 17 de enero.

El fin del veto alemán supone el permiso a los países que cuentan con Leopards (la gran mayoría A-4, los menos modernos) para enviarlos a Ucrania, incluido el Estado español –lo que amenaza con una nueva crisis entre el PSOE y los sectores más a la izquierda de la coalición y de los aliados parlamentarios–. A ellos hay que sumar los 14 Challenger-12 británicos, comprometidos una semana antes.

Los tanques no comenzarán a llegar a Ucrania hasta fi-nales de marzo-abril. Y es que se precisa la puesta a punto de muchos de ellos, lo que incluye «limpiarlos» de sistemas operativos e información encriptada y sensible que podría caer en manos rusas en caso de ser capturados. Sin olvidar el entrenamiento de los ucranianos – solo familiarizados con los tanques de la era soviética–, y la logística y la cadena de suministros necesarios para equipar esos batallones.

Los Abrams estadounidenses, que funcionan con queroseno y cuyo mantenimiento es más complejo, podrían tardar hasta un año. Hay quien asegura que la promesa de Biden de entregar los tanques «asesinos», capaces de disparar con uranio empobrecido, es más diplomática que militar.

¿Qué ha cambiado?

¿Qué ha cambiado para que Occidente haya cruzado otra línea roja para Rusia, la del suministro de armamento abiertamente ofensivo? El Ejército ruso parece haber retomado la iniciativa en el Donbass, con la toma de control del cruce estratégico de Soledar en su objetivo, largamente acariciado, de alcanzar Bajmut para tener a tiro Kramatorsk y Sloviansk, dos ciudades de más de 100.000 habitantes con cuya captura consumaría el control de la provincia de Donetsk.

Asimismo, Ucrania no puede avanzar a Kremina, en el eje Jarkov-Lugansk, desde la que abortaría la ofensiva rusa. Eso sin olvidar el golpe para su logística y suministros y para la población en general la estrategia de bombardeos periódicos contra las infraestructuras del país. Los rusos han logrado pequeños avances hasta en Zaporiyia, en el frente del sur.

Más allá de los hechos,  Kiev lleva tiempo advirtiendo de una ofensiva general de Rusia para comienzos de la primavera. Ofensiva cuyo inicio, augura, podría acelerar la promesa de tanques occidentales y que provendría no solo del este y del sur sino desde el norte, aprovechando la presencia militar rusa en Bielorrusia –como hace un año–.

Difícil discernir realidad y propaganda en la advertencia de que Rusia estaría reorganizando y agrupando tropas de cara a una ofensiva (si así fuera Moscú no lo diría y si lo negase no sería la primera vez que Putin miente).

Lo que sí se daba por descontada era, y es, una contraofensiva ucraniana, para proseguir con sus anteriores avances probablemente desde Zaporiyia hacia el sur, para cortar en Melitopol e incluso en Mariupol la conexión terrestre entre Crimea, en el sureste, y el Donbass, en el este, hasta la región rusa de Rostov.

Ni siquiera se descartaba una ofensiva desde Jerson vadeando el río Dniéper para tener Crimea a tiro.

Sea para frenar eventuales ofensivas o para lanzar una contraofensiva general –que ya no podrá arrancar en invierno, cuando el hielo y la nieve facilitan el tránsito de tanques y blindados–, Ucrania exige 300 tanques, 700 blindados y 500 obuses de gran calibre con los que asegura podría para recuperar todo el territorio perdido desde el inicio de la invasión (lo que no incluye Crimea ni el este del Donbass).

Siempre según datos occidentales, Ucrania tenía en febrero 900 tanques, sobre todo los soviéticos T-64 Y T-72, a los que hay que sumar los 300 T-72 suministrados por los aliados del este, y de los que habría perdido medio millar. El resto estarían en mal estado al seguir en uso desde el inicio de la guerra del Donbass. 

Rusia habría destinado unos 2.800 tanques, a los que habría que añadir 400 en manos de las milicias pro-rusas del Donbass. Ucrania reivindica la captura de medio millar, la mayoría T-72, pero menos de un tercio en condiciones para combatir –el resto ha acabado en el desguace y despiece para reparaciones–.

Rusia sí dispone de tanques más modernos y veloces, los T-90, T-80BVM y T-64 BV, contra los que Ucrania cree que podrían luchar con éxito los Leopards alemanes que, pese a comenzar a producirse en los setenta, como los T-64 y T-72 soviéticos, eran ya entonces mejores y han seguido modernizándose. De todos modos, no han sido probados en combate real, salvo en algunas escaramuzas en Siria con Leopards turcos y con resultados discutibles y no definitivos. Los Abrams sí lo han sido, sobre todo en Oriente Medio.

Los ucranianos aseguran que cada uno de los tres modelos de tanque occidental (véase la infografía) equivaldrían a dos o incluso tres tanques soviéticos, lo que en teoría militar necesita un ejército a la ofensiva. De momento, y en dos meses, parece que solo recibirá un centenar. Rusia niega la mayor y asegura que los suyos, sobre todo los más modernos, son mejores.

Escalada armamentística

EEUU, que al principio de la invasión aconsejó a Zelenski que huyera del país y creara un gobierno en el exilio, se vio sorprendido por la resistencia ucraniana y por los errores estratégicos rusos y decidió armar a Ucrania, con sus aliados, o subalternos, europeos.

Los lanzamisiles portátiles Javelin y Stinger, más destructivos que los cohetes también portátiles antitanques RPG rusos, permitieron a los ucranianos lanzar pequeñas, móviles y exitosas contraofensivas contra las columnas rusas hacia Kiev (fuentes occidentales aseguran que cometió el error de enviar sus blindados sin suficiente infantería ni logística y sin la necesaria preparación frente a una inesperada resistencia ucraniana).

El suministro de sistemas de defensa antiaérea o antibuques de medio y largo alcance, sobre todo las 20 baterías de misiles HIMARS (con un alcance de 80 kilómetros), fue decisivo en las contraofensivas de Jarkov y Jerson, además de mantener lejos de la ciudad de Odesa a los destructores rusos (hundimiento del Moskva).

Ucrania replicó en noviembre a los bombardeos rusos desde la seguridad que da la profundidad de su territorio con ataques con drones de posible factura anglosajona contra aeródromos estratégicos a 500 kilómetros de su frontera (Saratov, Riazan).
Zelenski se trajo de su visita a Washington en diciembre el compromiso de una batería de Patriot (160 kilómetros), la joya de la corona antimisiles estadounidense. Con ella, y con otra batería cedida por Alemania, además de con el sistema SAMP/T que le entregará Italia, espera neutralizar los ataques con misiles rusos como el KH-22, inmunes a la actual defensa antiaérea ucraniana. Por lo menos en Kiev y alrededores.

Occidente anunciaba a principios de enero el envío de 600 de los 700 carros blindados ligeros y de transporte que Ucrania pide como soporte delos batallones de tanques (Bradley, Humvees y Strikers estadounidenses, Marder alemanes y AMX-10 franceses).  

¿Cuál será la siguiente línea roja que cruzará Occidente?

Kiev lleva meses pidiendo a EEUU misiles de largo alcance ATACMS. Con un radio de acción de 300 kilómetros (no solo Crimea sino territorio ruso), pueden ser disparados desde los HIMARS, pero estos fueron oportunamente rectificados por EEUU antes de su entrega para que no puedan disparar misiles de largo alcance.

Washington estaría analizando la posibilidad de ofrecerle como alternativa los misiles GLSDB (150 kilómetros).

Y es que los ATACMS serían no ya una línea roja, sino cruzar el Rubicón, como lo serían los cazas estadounidenses F-16, e incluso los de cuarta generación, que Ucrania pide  para asegurar la necesaria cobertura aérea a su anunciada contraofensiva y cuando los servicios de inteligencia occidentales han comenzado a airear que Rusia podría recurrir a su superior fuerza aérea, hasta ahora infrautilizada.

Una guerra de la que no se atisba final y en la que ninguna de las partes parece dispuesta a negociar, a ceder: Rusia con su retirada de los territorios conquistados desde el 24 de febrero, Ucrania con  su renuncia a Crimea y con la administración por la ONU del Donbass, y Occidente con garantías de seguridad a Rusia. Que también es Europa.