Primer cumpleaños del fratricidio que sepultó a Casado y encumbró a Ayuso
Hace un año se desataba la peor guerra intestina de la historia del PP, con la presidenta de Madrid embistiendo para liquidar al líder de la oposición, que planteó posibles actos de corrupción de su hermano. Acabó con Núñez Feijóo como presidente y ella consolidada como icono pop de la derecha.
Eran unos cuantos minutos antes de la medianoche del miércoles 16 de febrero cuando Twitter comenzó a estallar y los teléfonos de los periodistas políticos a vibrar como si detonara una emergencia. La portada de la web de los dos mayores periódicos de derecha española anunciaban, con astuta antelación a la salida de sus versiones en papel horas mas tarde, que el PP se estaba incendiando.
«Un cargo municipal recurrió a un detective para investigar a Ayuso», afirmaba ‘El Mundo’, además de filtrar que un exministro de Rajoy advirtió a la presidenta madrileña de que Génova la investigaba. ‘ABC’, a la misma hora, titulaba: «La pelea de Casado y Ayuso deriva en guerra sucia sobre presunta corrupción».
Con el transcurrir de los días siguientes se supo que el equipo ayusista había filtrado a los dos medios la novedad que se había conocido un tiempo antes: la presidenta regional estaba siendo presuntamente investigada paraoficialmente a pedido de Génova por presuntos negocios irregulares de su hermano.
La realidad es que la situación entre ambos venía tensa porque ella quería ser presidenta del PP de Madrid y Casado y su número dos, el controvertido Teodoro García-Egea, preferían evitarlo. Por ello intentaban instalar la idea que la presidencia de la filial regional más poderosa del partido fuera a manos del alcalde José Luis Martínez-Almeida (que cabe recordar que por estar involucrado en este lío acabó renunciando a la portavocía nacional).
De viejos amigos a rivales fratricidas
Es casi un viaje mental a otra galaxia ver actualmente la foto fundacional de 2018 en la que un joven ambicioso y sin barba Casado presentaba los avales para las primarias del PP que iban a elegir al sucesor de Rajoy. Allí estaban García-Egea, Javier Maroto y una Ayuso con cara aniñada, vestida con camiseta informal. Todos posaron en Génova, en lo que acabaría sorpresivamente en encumbramiento de Casado.
Eran amigos personales y compartían mucho tiempo en Nuevas Generaciones, en los tiempos de Aznar. Ayuso participaba a veces de tertulias como ‘La Tuerka’ de Pablo Iglesias, con un discurso mucho más moderado que el actual, pero no tenía más trayectoria política que un cargo de relativa importancia en el Gobierno madrileño y llevar la cuenta de Instagram de la mascota de Esperanza Aguirre.
Casado apostó personalmente por Ayuso para que en 2019 encabece la papeleta para el gobierno regional. Imposible no trazar un paralelismo con la escena del primer entrenamiento que le hacen a Margaret Thatcher relatado en el biopic ‘La dama de hierro’. Una mujer sin gran perfil académico ni discurso sofisticado pero con mucho desparpajo y ambición.
Pues Ayuso logró llegar a la Real Casa de Correos de Puerta del Sol pactando con Ciudadanos y con Vox (de quien obtuvo su abstención). La crisis de 2021 generada en el bipartito PP-C’s de Murcia derivó en la disolución de la Asamblea de Madrid por temor a otra moción de censura y Ayuso salió fortalecida: a cuatro escaños de la mayoría absoluta y duplicando los votos. Ese impulso la llevó a querer liderar el PP madrileño argumentando, no sin razón, que todos los presidentes autonómicos son a la vez presidentes de los partidos regionales.
Hay que recordar un hito en la biografía política de Ayuso para entender por qué todo estalló por los aires. En enero de 2020, la presidenta madrileña nombra como jefe de gabinete a Miguel Angel Rodríguez, exalto cargo de Aznar y reconocido por amigos y enemigos como un hábil estratega político. También ubica como directora general de Comunicación a Sandra Fernández Hernández, creadora de ‘La Sexta Noche’ y conocedora como pocas del cosmos mediático español.
Aquella jornada del jueves 17 de febrero Casado y Egea se mantenían en silencio mientras que Ayuso pisaba el acelerador en la embestida: en una rueda de prensa sin aceptar preguntas, decía ser víctima de una persecución «cruel e injusta» por parte de Génova, defendía a su hermano diciendo que el contrato por mascarillas que había facilitado era legal y daba por seguro el espionaje ilegal.
El Ibex 35 comenzó a espantarse por su partido preferido y la casi totalidad de los medios de derechas se posicionaron contra Casado
Cuando el Ibex 35 ya comenzaba a espantarse pidiendo que su partido preferido pusiera un manto de piedad y lo hacía saber a través de sus brazos mediáticos, la cúpula de Génova lanzó su contraofensiva: abrieron un expediente a Ayuso por el contrato del hermano y la acusaron de realizar «acusaciones casi delictivas». Quien puso el rostro ante el huracán fue García-Egea, el hombre al que según Cayetana Alvarez de Toledo cuenta en su libro, Casado admitió haberle entregado «demasiado poder».
La reaparición pública de Casado fue en una entrevista en la COPE que quedará para la antología. Allí quedó claro que la situación era de vida o muerte (política), y que el pulso iba a sepultar a uno u otro. En esa oportunidad, afirmaba: «Más allá de que sea ilegal, la cuestión es si es entendible que el 1 de abril de 2020, cuando morían en España 700 personas, se pueda contratar con tu hermana y recibir 300.000 euros por vender mascarillas». Además, dijo que había elementos «para pensar que ha habido tráfico de influencias».
Los acontecimientos adquirieron una vorágine y volatilidad pocas veces vista. La paradoja es que si bien Casado denunciaba un posible caso de corrupción y aseguraba que él había intentado indagar al respecto porque no podía permitir que algo así ocurriera en medio de la campaña, pensando en todo el resto de militantes y candidatos de su partido, la base electoral conservadora se volcó contra él y a favor de Ayuso.
Incluso hasta hubo una manifestación a favor de Ayuso y contra Casado en la sede de Génova (seguramente poco espontánea pero significativa) y la casi totalidad de los medios de comunicación conservadores se manifestaban en contra del entonces presidente del PP. El líder del periodismo de la derecha radical, Federico Jiménez Losantos, aquellos días hasta dejó entender que Casado y García-Egea querían quedarse con el PP de Madrid porque quien lo controlaba podía controlar los negocios que ello acarreaba.
Muerto el rey, viva el rey
Casado iba perdiendo apoyos, uno tras otro. Lo comunicaban a través de las redes sociales o en los pasillos del Congreso. La renuncia de García-Egea a su cargo no calmó la tempestad. La batalla era a todo o nada y los poderes fácticos y la base electoral habían hecho notar que el apoyo se había decantado por Ayuso, quien administra unos presupuestos de 21 mil millones de euros, entre ellos, siempre importante recordar, el de publicidad gubernamental.
El 21 de febrero la portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Cuca Gamarra, filtraba que le pidió a Casado en la reunión del comité de dirección del PP que adelantase la convocatoria al Congreso del partido para elegir a su sucesor. Las miradas se ponen cada vez más sobre el entonces presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en ese momento (queda claro que ya no más) considerado el auctoritas de los barones del PP.
Algunas voces impulsaban a Ayuso para coger el timón estatal del PP, pero ella sabía que no era su tiempo y pactó con Feijóo
Algunas voces como Alvarez de Toledo y Esperanza Aguirre impulsaban en declaraciones públicas a Ayuso para coger el timón estatal del PP. Pero ella sabe que éste no es su tiempo y pactó con Feijóo, como hicieron trascender en aquellos días aciagos de fin de febrero, que ella lo respaldaría para ocupar el sillón principal de Génova mientras que él no ponga reparos en que ella lidere el PP regional. De hecho, el mismo día que el partido convoca al congreso extraordinario para acelerar la selección de sustitución de Casado es el día en que se cerró el expediente contra Ayuso.
Feijóo y Casado tuvieron su encuentro a solas y el exvicesecretario de Comunicación en tiempos de Rajoy pidió misericordia con las fechas: poderse despedir de forma elegante y ser presidente en funciones del partido hasta que los afiliados votasen a Feijóo. El día pactado fue el 2 de abril en Sevilla.
El joven ambicioso de Nuevas Generaciones tendría así dos despedidas. La primera, en el hemiciclo del Congreso, cuando hizo su último discurso, anunció su renuncia también a su acta de diputado y se retiró. La otra despedida sería en aquel congreso de Sevilla, con otro emocional discurso cargado de ideología, fiel a su estilo de nacionalista español conservador. Allí fue su último encuentro público con Ayuso, con quien se dio un beso en la mejilla retransmitido en vivo y que incomodó hasta al mayor adversario.
El último tuit de la centa de Casado es su discurso de despedida de abril. Es la contracara de una Ayuso empoderada
Preguntado por NAIZ, un senador amigo personal de Casado respondió que a día de hoy dos veces candidato a presidente del Gobierno «está al margen de todo y no quiere saber nada con la política partidaria». Además aclaró que, pese a lo que comentan algunos periodistas, Casado «no cobra ningún sueldo de Génova ni de ninguna institución pública». De hecho, el último tuit en su cuenta personal es de su discurso de aquel día de abril.
Casado, refugiado en su familia y la reflexión personal, es la contracara de una Ayuso empoderada, convertida en el emblema del antisanchismo y venerada por todos los medios opositores al Gobierno central. Las encuestas privadas le auguran tener un resultado en mayo próximo incluso mejor, aunque el CIS plantea dudas. Lo que no cabe duda es quién ganó y por goleada la batalla feroz que cumple un año.