«Siempre hay profundidad en la superficialidad»
Nacida en el Kurdistán iraquí, en 1990, estudió pintura y técnicas de animación en Viena. Debutó en el largo con el documental ‘Paradise, Paradise!’. Filmin acaba de estrenar ‘Sonne’, su primer filme de ficción, que le valió el premio Nuevos Realizadores en el Festival de Berlín.
Kurdwin Ayub estudió pintura y técnicas de animación en Viena. Su trabajo como performer y artista plástica dio paso a sus primeros cortos, debutando en el largo con el documental ‘Paradise, Paradise!’. La plataforma Filmin acaba de estrenar su primer filme de ficción, ‘Sonne’, que le valió el premio Nuevos Realizadores en la Berlinale.
‘Sonne’ es la historia de Yesmin, una adolescente austriaca de origen kurdo que, junto a dos amigas, graba un vídeo cantando ‘Losing My Religion’ de R.E.M ataviadas con hiyab, un inocente entretenimiento que, sin embargo, da lugar a un fenómeno viral.
La repercusión del vídeo las sitúa en un escenario nuevo donde tendrán que gestionar la imagen que quieren proyectar de sí mismas en una historia donde la identidad de género, la interculturalidad y las tensiones generacionales, alimentan el conflicto.
¿Una de las cosas que más llama la atención de ‘Sonne’ es esa mezcla de formatos donde lo mismo tienen cabida vídeos de Tik Tok que imágenes de Youtube junto a una narrativa cinematográfica más convencional. ¿Esa ruptura de jerarquías respecto al valor de la imagen vale para definir a una nueva generación de cineastas?
Entre los cineastas de mi generación hay una gran pluralidad de miradas y no sé hasta qué punto eso que comentas puede llegar a identificarnos. Lo que sí es cierto es que las redes sociales son una fuente de contenidos muy importante para nosotros. Yo he crecido viendo vídeos donde otras personas reflejan la imagen que quieren proyectar de sí mismas y donde la calidad de la grabación no resulta algo relevante, de hecho muchos de esos vídeos están realizados de manera muy pobre.
Vivimos tiempos donde cualquiera puede ser un creador de contenidos, cualquiera puede ejercer de cineasta y cualquiera puede ser una estrella. Y eso es algo que me interesaba explorar en esta película.
«Vivimos tiempos donde cualquiera puede ser un creador de contenidos, cualquiera puede ejercer de cineasta y cualquiera puede ser una estrella»
Eso de que hoy cualquiera puede ser cineasta, ¿no es tirar piedras contra su propio tejado?
No, se trata más bien de admitir que en esta vida caben distintos enfoques. Se puede construir una narrativa en un vídeo de 15 segundos grabado con tu móvil igual que se puede hacer rodando una serie de televisión o una película para el cine. Son formatos distintos que exigen diferente talento y diferentes modos de aprendizaje a la hora de desarrollarlos, pero el público cada vez es más plural y lo que quiere son contenidos diversos.
Es cierto que esos vídeos cortos que podemos ver a través de las redes imponen una idea de consumo rápido, pero el mismo público que demanda eso luego puede estar viendo horas y horas de telebasura. Así que se trata un poco de diversificar la mirada. Los creadores tenemos que asumir ese nuevo paradigma de consumo.
¿Cuánto hay de usted en Yesmin, la protagonista de ‘Sonne’? ¿Esas tensiones generacionales y la sensación de desarraigo que vive el personaje parten de sus propias vivencias?
Aunque se trate de una historia de ficción, los sentimientos que la inspiran sí que son reales y sí que tienen que ver conmigo, pese a que mis circunstancias sean diferentes a las de Yesmin. Yo crecí en una familia de izquierdas y laica, mientras que la familia de ella, siendo también musulmana, es bastante más tradicional en lo que se refiere a respetar los códigos. Pero aún así, cuando cumplí 18 años, me acuerdo que comencé a sentirme diferente del resto de mis amigas austriacas.
En esa época me eché mi primer novio y nuestra relación generó comentarios muy raros, en plan: ‘es cool que estés saliendo con una chica extranjera’. Yo nunca me había sentido como tal, me veía tan austriaca como el resto de mis amigas, pero era evidente que ellas no me percibían así. Fue una sensación extraña que se acentuó con la realización de mi primera película, ‘Paradise, paradise!’ que grabé junto a mi padre en el Kurdistán iraquí. Hablando con chicas de allí, me sentí muy próxima a su manera de ser, pese a haber pasado toda mi vida en Austria. Todo eso me ha hecho llegar a la conclusión de que es necesario aprender quién eres para después darte cuenta de que eso es algo que importa relativamente poco.
Ese cuestionar la propia identidad, y las servidumbres que conlleva, tiene su reflejo en el personaje de Yesmin. Da la sensación de que cuando ella se desprende del hiyab, más allá de rebelarse contra la cultura patriarcal, lo que busca también es evitar convertirse en un cliché, en una herramienta al servicio de los islamófobos.
Bueno, yo creo que ella tampoco entra en ese tipo de consideraciones, realmente le importa muy poco la imagen que puede llegar a proyectar ante los europeos en tanto joven mujer musulmana, ella no siente que esté representando a un colectivo. Cuando se quita el hiyab lo hace más bien por un deseo de venganza hacia sus amigas, harta de que la consideren alguien diferente a ellas. Nunca quise darle a Yesmin un valor ejemplar, al contrario, me interesaba que fuera imperfecta, que tuviera que lidiar con sus propias contradicciones. El interés del personaje radica ahí.
Por eso hablaba antes de desarraigo, porque da la sensación de que Yesmin vive intentando encontrarse a sí misma entre dos culturas, entre dos mundos.
Sí, pero ese es un conflicto que trasciende su condición de chica musulmana, yo creo que todos los adolescentes de cualquier cultura viven un poco en esas dinámicas, en esas tensiones entre ser aceptado por el grupo y, al mismo tiempo, esforzarse por marcar su singularidad.
«El mismo público que demanda vídeos de consumo rápido luego puede estar viendo horas y horas de telebasura. Tenemos que asumir ese nuevo paradigma»
Acaba de comentar que le interesaba que Yesmin fuera un personaje complejo pero no sé hasta qué punto, ese acceso fragmentado a los contenidos, al que aludíamos al principio de la entrevista, nos aboca a aprehender la realidad de manera superficial.
Esa es un poco la idea que me llevó a hacer esta película. Cuando comencé en el mundo del arte, mis primeras performances y piezas audiovisuales estaban inspiradas también por esa sensación de celeridad e inmediatez en el consumo de contenidos que nos imponen las redes sociales, lo cual nos aboca a una cultura de la superficialidad. Pero tanto en ‘Sonne’ como en mis trabajos anteriores lo que me interesa es escarbar debajo de esa superficie para mostrar que lo que hay ahí son sentimientos profundos. Por ejemplo, detrás del vídeo de una instagramer que nos ofrece una imagen de sí misma oculta por mil filtros, lo que hay es un sentimiento de inseguridad y vulnerabilidad. Siempre hay profundidad en la superficialidad.
Atendiendo a esa paradoja, ¿cómo fue el trabajo con las actrices protagonistas? Porque da la sensación de que pusieron mucho de sí mismas en los personajes que interpretan.
Para mí el casting es un proceso muy arduo al que suelo dedicar mucho tiempo y, cuando hablo de casting, no me refiero solo al proceso de selección de las actrices, sino a los ensayos que hago con ellas. De este modo, cuando llegamos al set de rodaje prácticamente está todo hecho.
Por otra parte, a mí no me gusta trabajar con un guion cerrado. En el primer tratamiento de guion voy definiendo la singularidad de cada personaje y luego intento buscar intérpretes que se ajusten a esas características, de tal modo que no tenga que escribirles todos los diálogos y que sean ellos los que, de manera espontánea, interactúen. Lo importante es que se sientan libres. Yo siempre digo que no hago castings de actores sino de personalidades. En el caso concreto de las tres protagonistas de ‘Sonne’, hace cinco años que las conocía. Habíamos hecho vídeos juntas y ellas habían participado en otros trabajos míos, así que sabíamos lo que podíamos esperar las unas de las otras.
En este sentido, me imagino que su experiencia previa como documentalista también le sería de bastante utilidad, ¿lo cree así?
La verdad es que siempre he sido bastante autodidacta. Yo no estudié cine como tal, sino técnicas de animación, pero siempre me ha interesado capturar la realidad en mis películas, de ahí que mis trabajos como documentalista fueran una buena escuela de aprendizaje. Pero tengo que decir que últimamente el hecho de trabajar con intérpretes profesionales, el poder descubrir su verdadera personalidad y servirme de ella para mis películas, es algo que me tiene fascinada.