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Dos torres y un símbolo

Hace 50 años se inauguraban las Twin Towers en el complejo del World Trade Center. Fue la transformación definitiva de una ciudad, Nueva York, que emergía como centro mundial del capitalismo «de la codicia». Medios locales veían ya aquella construcción como «pura especulación».

Las Torres Gemelas, destacando sobre el paisaje abigarrado de Nueva York en marzo de 2001. (Wikipedia Commons)

No llegaron a cumplir 30 años de vida, pero siguen siendo un símbolo. Y ya imposible de olvidar después de aquel 11/9, el 11 de setiembre de setiembre de 2001, en que colapsaron. Se trata del World Trade Center, más conocido como Twin Towers, inaugurado hace justo 50 años, un 4 de abril de 1973. Dos torres gemelas de 110 plantas, con sus 417 metros de altura la número 1 (con una antena de radio) y los 415 de la 2.

«Las torres son pura tecnología, los vestíbulos son puro sentimentalismo y el impacto en Nueva York de dos edificios de 110 plantas y estructuras de acero, con una población proyectada de 130.000 trabajadores y visitantes utilizando una cantidad de servicios del tamaño de una ciudad, es pura especulación». Es lo que opinaba ‘The New York Times’ el día después de la apertura de las Twin Towers en el corazón de Manhattan, una isla dentro de la Gran Manzana símbolo de un cierto tipo de capitalismo, proyectado inequívocamente hacia lo que el personaje de Gordon Gekko llamaría «la codicia» en la película ‘Wall Street’, de 1987.

El film se abre con una panorámica de este núcleo económico central de Nueva York, incluidas las Torres Gemelas. Otras 486 películas, según dice, han incluido por lo menos algún fotograma del viejo World Trade Center. «La codicia es buena», según la frase de Gekko, personaje de ficción interpretado por Michael Douglas e inspirado en todos los «tiburones» de las finanzas que llevarían a Estados Unidos y al mundo entero al hundimiento económico en aquel mismo 1987, con el crack bancario del lunes 19 de octubre. La bolsa de Wall Street se encuentra a 10 minutos andando desde el WTC.  

 

Es cierto que cuando abrió el World Trade Center, el «centro mundial del comercio» según la traducción literal, los más felices eran quienes habían invertido en ello. Por ejemplo una familia cuyo apellido todavía hoy hace pensar inmediatamente en dinero: los Rockefeller. En aquel 1973 (y además desde 1959) aquel clan tenía como «lehendakari» del Estado de Nueva York a uno de los suyos, mister Nelson Rockefeller, futuro vicepresidente de Estados Unidos con Gerald Ford.

El temor era que los futuros ocupantes del rascacielos se sintiesen poco seguros al mirar por las ventanas. Y hasta hubo una prueba secreta en Oregon para determinar el nivel de basculación soportable

 

Respecto a la estética, volvamos a ver qué decía ‘The New York Times’ sobre aquella nueva criatura supertecnológica: «Como diseño, el World Trade Center es un enigma. […] A pesar de su tamaño, las torres destacan como módulo casi en miniatura [...] y la retícula cerrada de sus fachadas decorativas tiene una delicadeza que su arquitecto, Minoru Yamasaki, eligió deliberadamente». Para otra revista publicada en la Gran Manzana, ‘The New Yorker’, el WTC era solamente «un dinosaurio, donde la sensación es más la de estar en un avión que en un edificio».

La idea de Yamasaki era dar un vuelco al enfoque habitual, caracterizado principalmente por la creación de espacios con vistas al aire libre, de grandes ventanales y columnas distantes. En su lugar, concibió fachadas plagadas de acero y con pocos espacios libres para la vista del paisaje. El temor era que los futuros ocupantes del rascacielos se sintiesen poco seguros en el interior al mirar por las ventanas, dadas las importantes alturas del edificio. El mismo Yamasaki, al parecer, padecía vértigo.

Gigantismo

Merece la pena dar datos sobre aquel complejo que, hay que recordarlo, tenía un total de siete nuevos edificios cuyas «estrellas» eran la dos Torres Gemelas, en aquel 1973 los edificios más altos del mundo, luego superadas por las Willis Towers de Chicago.

Las Twin Towers, construidas encima del viejo puerto de Lower Manhattan destrozando un barrio entero, tenían el revestimiento de aluminio más grande en la historia: fueron suministrados 205.000 metros cuadrados de láminas para la «piel» de los edificios, equivalente a lo necesario para cubrir 9.000 viviendas.

El WTC, donde ya se trabajaba antes de la inauguración oficial, tenía también el refrigerador más grande del mundo, suficiente para servir a una ciudad de 80.000 habitantes. Y estaba hundido en una excavación tan enorme que se hubieran podido jugar allí 16 partidos de fútbol profesional, uno encima de otro.

Para especificar que era una «ciudad en la ciudad», el World Trade Center tenía incluso su propio código postal: 10048.

Obras de construcción, en 1970. (Wikipedia Commons)

Las obras habían empezado ya una década antes. Para determinar el efecto de la influencia del edificio en los obreros que iban a construirlo, la Autoridad Portuaria atrajo a algunas personas a la oficina de un optometrista en Eugene (Oregon) con el pretexto de un examen de vista gratuito. La oficina era en realidad una sala de pruebas basculante diseñada por ingenieros. Durante las sesiones «oftalmológicas», la sala se balanceaba con diferentes ritmos de aceleración. Posteriormente, las torres del Trade Center se diseñaron para balancearse dentro de los límites que los sujetos sometidos a la prueba secreta habían definido como cómodos.

Pronto el WTC, y especificamente las Torres Gemelas, se convirtieron en una atracción turistica sobre todo para quienes no eran de Nueva York, que por contra preferían como lugar de descanso Central Park, por ejemplo.

El objetivo de aquel complejo no era arquitectónico o funcional, sino cultural, simbólico, al modo de la Estatua de la Libertad pero más moderno y contundente

 

Según Andrew Dolkart, profesor de Arquitectura en la prestigiosa Columbia University, «el verdadero objetivo del WTC era cultural y no arquitectónico o funcional». Es decir, aquel complejo era otra cosa, un símbolo casi como la Estatua de la Libertad, pero más moderno, más contundente, como demostrarían los eventos «colaterales» que tomaron las Torres Gemelas como escenario: pruebas de equilibrismo, fotografías viralizadas...

Todo ello lo pondría también más en el punto de mira, hasta convertirse en objetivo de los terroristas saudíes que aquel 11 de setiembre de 2001 utilizaron sus aviones a la manera de balas, para destrozar «el símbolo del capitalismo americano».