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La sequía afecta a cultivos y plantas y crece la preocupación de cara al verano

La sequía en Nafarroa es «agrícola», al haber llovido un 40% menos de la media en los últimos seis meses. Además, parece encaminada a avanzar hasta una sequía «hidrológica», con embalses en cotas muy bajas y cortes al regadío.

Una botella de agua en el paraje navarro de Bardenas. (GETTY)

En Hego Euskal Herria conviven varios climas. No puede hablarse de sequía en Gipuzkoa ni en Bizkaia. El Observatorio Meteorológico de Igeldo ha recogido, incluso, más lluvia que la de su media histórica. El de referencia en Bilbo, el 85%, lo cual se considera una oscilación normal. La situación cambia radicalmente en los herrialdes de interior, Araba y Nafarroa. Y es en este último, donde la situación se ha tornado muy preocupante.

Intia (instituto agroalimentario público de Nafarroa) prefiere no hacer declaraciones. El próximo día 4 se reúne la Mesa de la Sequía, momento en el que se espera que Medio Ambiente realice una valoración más exhaustiva y ofrezca indicadores y, quizás, anuncie alguna medida.

Además de la grave sequía en Esa, que ha puesto en emergencia a la cuenca del río Aragón, el pantano de Allotz destaca por su baja cota, de menos de la mitad, cuando lo esperable es que estuviera lleno al 79,85%

Climatológicamente, hay dos tipos de sequías graves. Se habla de sequía agrícola cuando se alcanza un déficit de lluvias del 40% durante medio año. A partir de ese punto, se considera que las plantas y los cultivos empiezan a verse afectados. Pero hay una sequía más severa, la «hidrológica», que implica afección en las reservas de agua, en los pantanos, que son puntos donde se acumula agua para varios años. Peio Oria, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Nafarroa, ve casi irreversible que el territorio alcance ese escenario.

La particularidad que tiene Nafarroa con respecto de Araba es la presencia de regadío. Así, mientras que en Araba se está al borde (61% de precipitaciones que la media) de alcanzar formalmente la sequía agrícola, Aemet no considera que se encuentre en peligro de sequía hidrológica, pues sus pantanos no tienen tanta afección, ni el agua que contienen la necesitarán los cultivos.

Ahora bien, esto no significa que la situación en Araba no sea de gravedad, en particular, porque 2022 fue el peor año de lluvias de la serie histórica. «El del año pasado ha sido el año más seco en 104 años de registros, 406 litros», precisa Margarita Martín, homóloga de Oria para Araba, Gipuzkoa y Bizkaia.

Según Martín, a Araba aún le queda tiempo para reponerse, pues no es extraño que en las próximas semanas siga lloviendo, según cabría esperar mirando la serie histórica. «El máximo pluviométrico en Araba es de primavera. Estadísticamente, aún debería llover», vaticina Martín. Sin embargo, el déficit con la media ya resulta irrecuperable.

«A día de hoy [por ayer], han caído en Gasteiz desde el 1 de octubre –que es cuando comienza el año hidrológico–, 297 litros. La media anual es de 466. Fíjate todo lo que nos falta», prosigue la meteoróloga.

Analizar la situación en Nafarroa tiene mayor complejidad. Poco o nada tiene que ver Erronkari con Bardenas o Lizarraldea. Así, hay pantanos en situación crítica –la más grave, por su envergadura, es la que vive Esa, cuya agua se destina al riego– y otros donde la sequía para nada se aprecia, como es el caso de Eugi, el principal punto de abastecimiento de Iruñea y cuya cuota de llenado superaba ayer el 90%.

En Araba, en los últimos seis meses ha llovido un 61% de la media, lo que le coloca al borde de la sequía agrícola, que se vincula a daños en cultivos y vegetación silvestre

El factor mediterráneo

El año pasado en Nafarroa fue el más seco, por lo menos, desde la década de los 60 y, además, «con mucha diferencia con el siguiente», según apunta el delegado de Aemet. A esto hay que sumar que 2022 resultó el año más cálido de todos los que se han registrado.

A lo largo del año faltó el agua en meses que se consideran clave, como mayo, causando una merma en las cosechas de trigo y cebada (pues las plantas carecieron de agua para formar los granos) y los meses de verano. Sin embargo, lo que afectó a los pantanos fue la ausencia de lluvias en octubre, que es un mes clave para recuperar las reservas hídricas, gracias a temporales que llegan desde el Mediterráneo.

Son estos temporales típicos de octubre los que –junto con el empleo del regadío– distinguen la climatología y, por ende, la situación a día de hoy de Araba y Nafarroa. A tierras navarras y, en particular, a la Ribera, estas lluvias de octubre llegan más intensas debido a su mayor cercanía al Mediterráneo. Un fenómeno análogo vive Erronkari y, por consiguiente, Esa.

En 2022 esas lluvias de octubre no llegaron. Fue el octubre más seco desde que hay registros. Y a esa fecha se había llegado tras un verano sequísimo y, de largo, el más caluroso (situación que también se traduce en un mayor nivel de evaporación). De ahí que Esa se encuentre al 57,5% de su capacidad frente al 79,6% que registraba el año pasado. El resultado de eso es que toda la cuenca del Aragón se ha declarado ya en «emergencia».

La Mesa de la Sequía se reunirá en Nafarroa el 4 de mayo. Se espera para entonces una radiografía más precisa de la situación por parte de Medio Ambiente y, quizás, las primeras medidas de prevención de una sequía hidrológica

Este mayor peso del clima mediterráneo en Nafarroa hace que la falta de agua que sufre el territorio tenga, por explicarlo de alguna manera, un parentesco mayor con la situación que viven otros puntos de la Península, como es el caso de Catalunya, donde lógicamente los temporales mediterráneos tienen mucho mayor impacto para sus reservas hídricas. Por contra, las precipitaciones en Gasteiz y la Llanada, según indica Martín, prácticamente siempre vienen con viento del suroeste.

«Además de todo esto, en Nafarroa estamos encadenando una racha con precipitaciones muy escasas. Este último trimestre (febrero, marzo abril) estamos con acumulados que llegan a una cuarta parte de lo normal en la zona de la Ribera», afirma Oria.

Sector agrícola

En lo que respecta a la agricultura, la situación se vive de dos maneras diferentes. De un lado, están los productores cerealistas de secano, que dependen de las lluvias que caen del cielo. De este tipo de agricultores hay en Nafarroa y Araba. Estos poco pueden hacer, más allá de lamentarse. Empiezan a aflorar claros en las fincas, donde los cultivos no están naciendo como deben, y en algunos casos la cebada está espigando ya a muy poca altura, lo que la convertirá en inaprovechable.

Lo que tienen en mente los cerealistas son las campañas del 88 y el 89, cuando por estas fechas las condiciones climatológicas podían parecerse a estas. Y saben que, en aquella ocasión, las cosas no salieron bien, aunque de momento todavía faltan semanas determinantes antes de que pongan en marcha las cosechadoras en junio y julio.

Algunas variedades de cultivo, como es el caso del maíz, se siembran en estas fechas. Agricultores que preveían plantar en abril tienen dudas pues no tienen garantizada el agua necesaria para completar el ciclo de la planta

El dilema hoy, sin embargo, lo tienen quienes explotan fincas de regadío. Más en concreto, los del maíz, pues esta planta se siembra en estas fechas. Algunas cooperativas hicieron en su día acopio de semillas y los agricultores tienen dudas de si plantar o no, pues nadie puede garantizarles hoy que dispondrán de agua suficiente como para regar los campos hasta que puedan recoger las mazorcas.

«Parece que estamos encaminados ya hacia una sequía hidrológica. La estadística nos dice que a esto ya no se le va a dar la vuelta en mayo. El próximo mes tendremos tormentas, pero es lluvia que cae en una zona concreta y esto ya no soluciona la situación general de los suelos y de la vegetación», lamenta Oria.

En opinión de este delegado de Aemet, «nos plantamos en verano en una situación muy delicada. Probablemente la peor en 30 años. Veremos cuánto llueve, pero el panorama es bastante negativo».

Pese a su resistencia a adelantar acontecimientos, la realidad es que apunta, cuanto menos, a restricciones para el regadío y subidas de precios. Sin obviar que, antes que cortar el agua a las plantas, se restringe el uso recreativo.