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La madre quería recordar y el hijo olvidar

A HUNDRED FLOWERS
Japón. 2022. 104’ Tit. orig.: ‘Hyakka’. Dtor. y guion: Genki Kawamura. Int: Mieko Harada, Masaki Suda, Yuka Itaya, Masami Nagasawa, Yumi Kawai. Fot.: Keisuke Imamura. Mús.: Shouhei Amimori.

Masaki Suda es el hijo y Mieko Harada la madre. (NAIZ)

​Prometedor debut en la dirección del escritor y productor japonés Genki Kawamura, respaldado con la Concha de Plata a la Mejor Dirección en el SSIFF donostiarra. En ‘Hyakka’ (2022) adapta su propia novela de inspiración autobiográfica, por tener una abuela ya fallecida que padeció de Alzheimer. Su estilo narrativo dentro de la temática familiar recuerda al del maestro Hirokazu Kore-eda, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que Kawamura ha sido el productor de su última película ‘Monstruo’ (2023). El suyo es un estudio de las relaciones maternofiliales, a la vez que un juego de contrastes y simbolismos entre la realidad del presente y la del pasado, con la memoria como frágil hilo conductor.

Debido a que la madre padece demencia precoz en la cincuentena, es como si las diferencias generacionales que le separan de su hijo se acelerarán, dejando claro que pertenecen a épocas y mundos distantes entre sí. Ella era profesora de piano y el es un programador de Inteligencia Artificial, un veinteañero criado sin padre y que tiene a su progenitora como única familia. Mientras la mente de Yuriko se deteriora, la del joven Izumi conserva, en cambio, los recuerdos intactos, con una nitidez que reaviva las experiencias que los originaron como si estuvieran ocurriendo ahora mismo.

El dilema que se abre entre ambos hace que caminen en distintas direcciones y que madre e hijo no se puedan encontrar. Mientras ella quiere recordar, él prefiere olvidar los fantasmas de la memoria que le persiguen, especialmente los relacionados con su trauma infantil. De pequeño sufrió un sentimiento de abandonó, al obsesionarse con la idea de que su madre desaparecía y se quedaba solo en el mundo.

Izumi espera un hijo con su esposa y acaba por internar a Yuriko en una residencia, lo que pone aún más en peligro sus deteriorados vínculos. El minimalista y deconstruido relato se adorna con una estética visual poética de amarillentos tonos flolares.