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La huella del activismo social de Periko Solabarria sigue a pie del puente de Rontegi

Hace cuarenta años la apertura del viaducto de Rontegi fue todo un hito en el desarrollo del área metropolitana de Bilbo, luego superado por el suburbano. En uno de sus pilares, desde hace ocho años, se recuerda a otro personaje histórico, Periko Solabarria, que trabajó en su construcción como peón.

Homenaje a Periko Solabarria junto a uno de los pilares del puente de Rontegi. (Luis Jauregialtzo | FOKU)

El puente de Rontegi es un elemento más del paisaje del área metropolitana de Bilbo, donde las fábricas y astilleros han dado paso a un paisaje desgastado por la actividad industrial que se pretende recuperar si los especuladores inmobiliarios no imponen sus criterios frente a los de la mayoría social, que ve en las márgenes de la Ría un espacio de oportunidad que no debe echarse a perder.

Este viaducto es algo más que una infraestructura que rompió con cierto aislamiento entre ambas márgenes de la ría y sirvió para dar paso a un desarrollo urbanístico en Uribe Kosta que aún prosigue. En su construcción participó un símbolo del activismo social, Periko Solabarria.

«Siempre trabajé de peón de la construcción desde 1963 hasta 1993, con contratos eventuales y precarios sin dejar nunca el trabajo manual. Mi compromiso fue serio, sin retorno. Incluso trabajé mientras tenía cargos políticos. Siempre quise vivir de mi trabajo asalariado para no olvidar mis orígenes, ni acomodarme al sillón», exponía el propio Solabarria.

Entre esas dos orillas, en un tramo de anchura del cauce de 120 metros, comenzó el 1 de septiembre de 1977 a hacerse realidad una vieja idea de los años 30 del ingeniero Rafael Echevarría Azkárate. Al frente del proyecto, los ingenieros José Antonio Torroja y José María Villar, en una obra que supuso el cambio de prioridad del tráfico rodado sobre el marítimo y también un trasvase social importante de la población de Ezkerraldea hacia Uribe Kosta.

Fue una obra colosal para la época, en la que se emplearon 35.000 metros cúbicos de hormigón, 4.500 toneladas de acero y 36.000 metros cuadrados de conglomerado asfáltico para fabricar dos viaductos gemelos con 640 metros de largo y una anchura de 16,1 metros que salvaran la ría, apoyados en dos estribos en cada margen y sustentados en seis pilares entre 12,9 y 40,4 metros de altura.

El viaducto estuvo acabado para octubre de 1980 pero no pudo ser transitado por los vehículos hasta el 29 de abril de 1983, cuando se ejecutaron los accesos. Durante esos largos años la sabiduría popular lo bautizó como «el monumento al puente».

La transferencia de las competencias del Gobierno español al de Lakua desbloqueó la gran infraestructura que conecta Barakaldo con Erandio. Hoy día es el elemento crítico de la red de carreteras, a la espera que se ejecute el polémico subfluvial de Lamiako. El proyecto, incluido los accesos, costó 2.400 millones de pesetas.

En uno de los pilares del puente, se recuerda a Periko Solabarria, un referente de la izquierda abertzale que trabajó como peón en su construcción, y que fue uno de los componentes del comité de empresa. Fue al año de la muerte del incansable activista social cuando comenzó a celebrarse un acto en ese lugar, tras la concurrida despedida un año antes en la Herriko Plaza de Barakaldo.

En estos años, los ataques fascistas contra el mural que recuerda a este referente se han sucedido, aunque también el Ayuntamiento de Barakaldo ha llegado a multar a personas que realizaron ese mural.

Homenaje a Solabarria

Este sábado, al mediodia, volverá a tener lugar el homenaje que desde hace siete años organiza Periko Solabarria Elkartea. En esta ocasión, las trabajadoras de la limpieza de Osakidetza, las de las residencias, otros colectivos en lucha y la plataforma Ander eta Galder serán los protagonistas del acto reivindicativo en línea con el espíritu que el activista desaparecido transmitió en vida.

Solabarria, cura obrero, siguió al pie del cañón cuando en 1979 y 1982 obtuvo el acta de diputado al Congreso por Herri Batasuna. En la primera ocasión, precisamente, se enteró de que había sido elegido en el tajo, en el mismo lugar donde solía departir con el entonces ingeniero José Alberto Pradera, director de obra, que luego sería diputado general de Bizkaia entre 1987 y 1995.

Como antesala, este jueves, en el centro cultural Clara Campoamor, en Barakaldo, se proyectó la película ‘Apaiz kartzela’, con la presencia como invitados en el coloquio posterior de Juan Mari Arregi y Xabier Amuriza.

Para que el Ayuntamiento de Barakaldo dé nombre a una callle en homenaje a Solabarria, como se comprometió en 2015, habrá que esperar.