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Ausencias y grandes momentos en un festival imprescindible

Chris Isaak actuó como perfecto maestro de ceremonias. (Aritz LOIOLA | FOKU)

La segunda jornada del Bilbao Music Legends Fest comenzaba con malas noticias: la cancelación del concierto de Canned Heat, una de las bandas más esperadas de esta edición. Para solucionar el vacío de esa primera hora, la organización decidió duplicar el concierto de Luke Winslow-King junto al guitarrista Roberto Luti, invitándoles a abrir el día en el escenario grande, como preludio de lo que luego veríamos más tarde en el otro escenario. Una cosa de locos, pero a la vez, el único parche posible para cubrir esta importante baja de última hora.

Así que ahí se presentó, valiente, el artista de Michigan para ofrecernos un espectáculo sobrio, pero eficaz, demostrando la categoría de ambos músicos, pero que no compensa las ganas que teníamos de ver a la banda de Fito de la Parra y compañía. Una pena, porque además, creo que la situación también fue injusta para el pobre Luke Winslow-King, que tenía un repertorio preparado para escenarios más pequeños, y por eso, tal vez quedó un poco deslucido su, por otra parte, más que correcto concierto junto a Roberto Luti. Un lujo para nuestros oídos que esperamos poder disfrutar pronto, en otras circunstancias y en otro local, como tantas veces hemos hecho en otras ocasiones.

Una lección de rock
Salimos al exterior para encontrarnos con la banda de la bilbaina Leire Aparicio, Lorelei Green, que ya estaban dispuestas para dar el primer pase de un concierto que se completaría unas horas más tarde con una segunda actuación en el mismo escenario… insisto, de locos la manera de estructurar los horarios en este festival. Pero bueno, quedémonos con lo bueno, que es haber podido disfrutar de una magnífica banda que se encuentra en pleno proceso de presentación de su nuevo trabajo, ‘Lava’, con el que la bilbaína ha dado un giro a su trayectoria, con un disco en el que saca toda su garra, junto a una banda de profesionales, que han sabido entender a la perfección lo que estaba buscando desde hace tiempo. Es destacable lo bien que se complementan todos en el escenario, para transmitir todo lo que pueden dar de sí estos nuevos temas, en los que, por cierto, tan importante es la música como las letras.

Volvemos al interior del Bilbao Arena para ver el bolo de la banda de Mike Scott, o lo que es lo mismo, Los Waterboys, veterana banda británica, pero que también cuenta con componentes americanos. Por sorpresa, empezaron con un homenaje a los grandes ausentes de la jornada, interpretando una versión del ‘Let´s work together’, inmortal tema de Canned Heat que, finalmente, pudimos escuchar, aunque fuera a cargo de otra banda… el que no se consuela, es porque no quiere.

Tras este primer trallazo inicial, los Waterboys empezaron una lección perfecta de lo que es el rock en todas sus vertientes, desde el rock americano en ‘Where the action is’, hasta el folk de ‘Fisherman´s blues’, pasando incluso por ritmos casi skatalíticos en ‘Ladbroke grove symphony’. Scott y los suyos supieron dar en cada momento del concierto lo que la situación requería para conseguir un espectáculo sobresaliente de principio a fin, manejando los tiempos a la perfección. También pudimos comprobar el extraordinario momento en el que se encuentra una banda, en la que la complicidad entre todos los miembros es evidente, algo que también es mérito del líder quien, generoso, deja espacio para el lucimiento al resto, siempre en beneficio del espectáculo. En este sentido, cabe destacar la jam session final, en la que tomaron parte todos, pero sobre todo, la descomunal actuación durante todo el bolo del inmenso ‘Brother’ Paul Brown a las teclas, y especialmente, ese duelo con el otro teclista en ‘The pan within’, probablemente, uno de los momentos más memorables de un conciertoo en el que, insisto, todo fue perfecto y que, incluso, creo que superó al de The Cult del día anterior. Así que sí, definitivamente, Waterboys también se llevan el título de «leyendas».

Un espectáculo colosal
Tras este chute de adrenalina, y tras volver a ver a Luke Winslow-King y a Roberto Luti, esta vez en el escenario exterior, llega el momento de la noche, y probablemente para muchos y muchas, el momento del festival: el concierto de Chris Isaak, el artista total, que deslumbró desde los primeros acordes de ‘American boy’, con el que daba inicio a un espectáculo único, en el que el de Stockton demostró por qué, hoy por hoy, está considerado como una de las mejores voces del panorama musical internacional, destacando en el falsete, como en ‘Somebody´s crying’ o en las inevitables ‘Wicked game’ o ‘Blue hotel’, pero también cuando se ponía en modo bluesman, como en ‘Baby did a bad bad thing’, cuando rockeaba más salvajemente, como en ‘Go walking down here’, o cuando se tiraba hacia el country rock, como en ‘Speak of the devil’.

Chris Isaak estuvo simplemente maravilloso, en su papel de maestro de ceremonias de un espectáculo colosal, interactuó en todo momento con un público entregado, bajando incluso a cantar ‘Waiting’ con todos ellos y ellas, creando un momento de éxtasis colectivo que, a estas horas ya estará en las redes sociales de todos y todas las asistentes. Pero como decimos, esto no es, ni más ni menos, que un maravilloso show, una «americanada» en toda regla, en el que todo estaba medido, y en el que cada movimiento está previamente estudiado. Sin embargo, no resulta artificial, y todo encaja a la perfección, desde las meritorias «coreografías» de la excelente banda que le acompaña, hasta los momentos de emoción con las versiones del ‘Only the lonely’ de Roy Orbison, o el ‘Can´t help falling in love’, con el que pudimos confirmar que ver a Chris Isaak es lo más cerca que vamos a estar jamás de ver a Elvis Presley… por cierto, me quedo con un detalle llamativo: antes de interpretar este tema, el artista invitó al público a abrazarse y a disfrutar del momento, algo que hizo que, durante el rato que duró la canción, la gente guardara sus teléfonos móviles … seguro que hay quien no va a dormir igual esta noche, por no haber podido inmortalizar el momento, pero a lo mejor hemos encontrado una solución menos radical que la de Bob Dylan a esta lacra de las y los paparazzis aficionados en que se han convertido los conciertos en los últimos años.  En fin, poco más se puede añadir sobre un show, en el que el genial músico estadounidense confirmó, con creces, las altísimas expectativas que teníamos, después de las dos veces que lo habíamos visto anteriormente, en ambas ocasiones en el Azkena Rock Festival de Gasteiz. Y supongo que no hace falta decir que, lógicamente, este también se lleva su título de «leyenda».

Tras un nuevo paso por el escenario exterior para seguir viendo a Lorelei Green, para el final (otra decisión incomprensible) quedó la actuación de Nikki Lane, la artista de Carolina del Sur, aunque residente en Nashville que, acompañada de una banda creada para su gira estatal, y en la que cuenta con el getxoztarra Jokin Salaverria al bajo, presentó los temas de su último trabajo hasta el momento, ‘Denim & Diamonds’, y también repasó temas anteriores, en un concierto para el que, en mi opinión, no era ni la hora ni el escenario. Pero bueno, más allá de opiniones personales, es de justicia destacar la gran voz de una cantante empeñada en todo momento, en llevar un paso más allá las composiciones y los ritmos country, para mezclarlos con sonidos más rockeros, algo que tiene mucho mérito, más aún si lo tienes que hacer cerrando un festival como este, y después de conciertos como los de Waterboys y Chris Isaak… casi nada, imaginaos que también hubieran tocado Canned Heat… habría sido el día perfecto.

Pues esto es todo lo que ha dado de sí un festival que, poco a poco, y a pesar de las dificultades, se va consagrando, como uno de los eventos fundamentales para los y las amantes del rock en Bilbo. El año que viene, volveremos. Fijo.