Ya nadie habla del «PNV guipuzcoano» ni del «sector Egibar» salvo en pasado
Que los movimientos más importantes del PNV pivotando sobre el pacto con el PSE y las maniobras con el PP para desalojar a EH Bildu de la institución en que obtuvo su victoria más clara se hayan dado en Gipuzkoa nos llevan a recordar que en su día hubo un «PNV guipuzcoano» del que ya no hay noticia.
Es difícil admitir que el deseo de PNV y PSE de que el PP entrara en la Mesa de las Juntas Generales de Gipuzkoa lo fuera únicamente por una cuestión de pluralidad y proporcionalidad. No ocurrió lo mismo en el Parlamento de Gasteiz, donde el peso proporcional de los de Iturgaiz es mayor. Este paso, la decisión del ABB de llegar a romper el partido en Bastida para dar la Alcaldía al PP y otros movimientos invitan a sospechar que por detrás hay algo más, que evidentemente tendrá que ver con la elección de Eider Mendoza como diputada general teniendo cinco escaños menos que Maddalen Iriarte, de EH Bildu.
Y esto ocurre en Gipuzkoa, allí donde se suponía que el PNV era especialmente beligerante en la reivindicación de la independencia y el enfrentamiento con la derecha española. Hubo un tiempo, de hecho, en el que se hablaba del «PNV guipuzcoano» e incluso Joseba Egibar encabezaba un sector dentro del partido, que tuvo sus ramificaciones y sus batallas internas también en Araba.
No eran invenciones de los periodistas, como a veces gustan decir los dirigentes políticos negando la realidad, aunque sea evidente. Podemos leer lo que el propio Joseba Egibar le dijo a la periodista María Antonia Iglesias, para su libro ‘Memoria de Euskadi’, cuyo subtítulo ‘La terapia de la verdad: todos lo cuentan todo’ hace realmente honor al contenido del grueso ejemplar.
El entonces y todavía hoy presidente del GBB explicaba en 2008 que «lo que está ocurriendo en el interior del PNV es ese miedo a desestabilizar eso que se llama statu quo. ‘No me desequilibres que estamos bien’. Es gente que piensa que el partido tiene que ser una prolongación de lo que es la mass media de la sociedad. Y eso no es un partido nacionalista. El partido nacionalista tiene que marcar guía, camino, proyectos para que esa sociedad pueda abrazar también tu causa. Ahora hay gente dentro del partido que dice que esa no es la guía. No les voy a discutir su nacionalismo. Todos esos que dicen que esto es una aventura… La ‘Triple A’ esa, Atutxa, Azkuna y Anasagasti, piensan como piensan y me parece muy bien. Allá ellos. De Anasagasti solo quiero decir que su problema es de diván de psiquiatra, de carta blanca. Por lo que respecta a Josu Jon [Imaz], bueno, prefiero que sean otros los que lo cuenten. Pero creo que sí es cierto que nuestra confrontación se ha visto como la del encontronazo de dos proyectos políticos diferentes en el interior del PNV».
También Josu Jon Imaz confirmó, tras dejar su cargo al frente del EBB, que «mi concepción de la política vasca es diferente a la de Egibar, sobre todo respecto a la relación con Batasuna… Bueno, él tiene su proyecto y yo tengo el mío, ¡eso es evidente! Pero tengo derecho a defender mi proyecto, las cosas en las que creo y las que rechazo de una forma clara».
El combate que se dio en 2003 entre Egibar e Imaz por sustituir a Xabier Arzalluz al frente del PNV estuvo manejado sin disimulo por Iñigo Urkullu, aquel «pipiolo» que reconoció que «no era santo de la devoción» del entonces todavía presidente del PNV.
Se abrió una guerra total entre sectores, más cuando se sospechó que el verdadero ganador de la votación interna fue Egibar. Fue larga, y la crueldad llegó al punto de que desde la Hacienda de Gipuzkoa, sectores más afines a Urkullu que a Egibar, sabotearan en 2007 la candidatura de Jon Jauregi a diputado general filtrando en precampaña que tenía varios pisos que no había declarado.
Uno de los motivos de desavenencia entre sectores era que acusaban a Arzalluz, Egibar e Ibarretxe de haber roto los puentes con PSE y PP. Algo que Josu Jon Imaz quiso corregir tratando de seducir a España y que Iñigo Urkullu, ya lehendakari, selló definitivamente alcanzando en 2013 un acuerdo con su antecesor, Patxi López, el mismo que le había arrebatado Ajuria Enea al PNV de la mano del PP.
La operación del tándem Iñigo Urkullu-Andoni Ortuzar para «pacificar» el partido ha sido un éxito total de aquellos a los que Xabier Arzalluz señaló en su día como «michelines». Su nada condescendiente definición de los actuales dirigentes vizcainos como «gente que quiere vivir del Audi 100, del coche oficial. Gente que no quiere más que la poltrona» se está reproduciendo también ahora con otros protagonistas, lo que muestra la deriva del PNV.
Un sector anulado
Ya nadie, salvo mirando al pasado, habla del «PNV guipuzcoano» o del «sector de Egibar». Seguro que también tuvo algo que ver aquel abrazo a Alfredo de Miguel de 2011. Porque los jeltzales implicados en la trama eran de «los suyos».
De hecho, el EBB le encomendó al presidente del GBB que negociara la entrega de sus carnés, puesto que se habían declarado en abierta insumisión a las órdenes de Iñigo Urkullu. Y los carnés los envolvieron en una carta pública de denuncia contra el partido.
Estrechados los lazos del PNV con el PSE y hasta con el PP de Mariano Rajoy (y veremos si con el de Feijóo), el discurso independentista de Joseba Egibar se ha ido diluyendo. Y el protagonismo que adquirió durante la redacción de las bases del Nuevo Estatus terminó con el cepillado que el «experto» Mikel Legarda, diputado jeltzale en el Congreso, dio al texto pactado. Ahora sus intervenciones en la Cámara se centran casi siempre en dar lecciones a EH Bildu sobre lo que no hizo y debería hacer
La inclusión de Xabier Barandiaran como responsable de Innovación Política del EBB no parece haber hecho variar el rumbo del trasatlántico jeltzale y las conclusiones del «proceso de escucha» Entzunez Eraiki quedaron enterradas por la última campaña electoral. Haber visto al parlamentario Aitor Urrutia, guipuzcoano de Eskoriatza, hacer mofa este jueves en el Parlamento de los ratios en las residencias propuestos por la oposición, y que lo hiciera en presencia de familiares de ingresados, descorazona.
El «Péndulo Patriótico» como definición de la historia del PNV, sobre el que escribieron Santiago de Pablo y Ludger Mees, parece que se ha quedado enganchado en la necesidad de los pactos con el PSE y también con el PP.
Quizá se esté repitiendo lo que dijo Joseba Egibar: «Lo que está ocurriendo en el interior del PNV es ese miedo a desestabilizar eso que se llama statu quo. ‘No me desequilibres que estamos bien’».