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Éxito de Libérica en el Principal, Jazz Deluxe en Mendizorroza

Un momeno de la actuación de Kandance Springs Trío. (Jaizki FONTANEDA/FOKU)

La penúltima jornada de la edición número 46 del Festival de Jazz de Gasteiz nos dejó la magia del flamenco jazz catalán de Libérica, la sobriedad elegante de la saxofonista chilena Melissa Aldana y el R&B y el Soul diamantino en el piano y la voz de Kandace Springs. Una día sin sobresaltos en el que el proyecto liderado por el músico catalán Manel Portià destacó por su propuesta original y la magia e intensidad de su música.
    
Por otra parte, la organización del festival tuvo que reunir a su gabinete de crisis cuando a lo largo del miércoles pasado recibieron la noticia de la baja por ‘una emergencia familiar médica’ de The Bad Blues, uno de los grupos llamados a atraer a un público más amplio y una de las cabezas de cartel. De las limitadas opciones entre las que podrían elegir con tan poco margen, decidieron cubrir la baja con el concierto de Melissa Aldana, una saxofonista con un sonido especial y una idea particular de la improvisación.

Así pues, con todos los ojos puestos estos días en los San Fermines, la capital alavesa presentaba ayer viernes un aspecto peculiar con sus calles y plazas cubiertas de hojas arrancadas por las bolas de granizo del día anterior, un ambiente tranquilo y un agradable clima veraniego. Una tarde ideal para pasear por la ciudad y escuchar un poco de música en directo.

Libéria, un viaje desde Cataluña a los lugares flamencos

Era el día de Libérica, y en cierta medida, el del único músico que ha pisado el escenario del Teatro Principal en dos ocasiones en esta edición del jazzaldi, Manel Portiá. El primer día, cuando la programación se limitaba a un concierto único en el teatro, el cotrabajista catalán formó parte del trío con el que el pianista mirandés Adrián Royo se presentaba ante el publico gazteiztarra. Eso fue el lunes pasado. Ayer, el músico gironés regresaba al mismo escenario con el proyecto que lidera actualmente y que basa su música en la sencilla premisa de mezclar canciones tradicionales catalanas con el flamenco y el jazz. Sencilla la premisa pero no así la elaboración del plato. El resultado es un viaje intenso a través de melodías tradicionales en catalán cantadas por bulerías, alegrías, milongas o tarantos de la fragua y tamizados por el lenguaje jazzístico de la improvisación.

El grupo formado los barceloneses Pere Martínez al cante, Eva Fernández al saxo y a la voz, Max Villavecchia al piano, el parisino Raphael Pannier a la batería y el propio Manel Fortià al contrabajo, dio cuenta de los temas de su primer álbum, Arrels (raíces). Canciones tradicionales como La Dama d’Aragó, Els Tres tambors o El Cant dels Ocells en seguida se fundían entre claves flamencas y la voz de templada del versátil cantaor Pere Martínez, sujetadas por el contrabajo y el piano creando estos los puentes para posibilitar que el batería tocara intensamente en clave de jazz. En la evolución de los emotivos temas, la voz de contralto de Eva Martínez traía un aire de canción popular que servía de contrapunto al cante y que derivaba en solos de su saxofón soprano, de gran belleza tanto en las melodías improvisadas como en su sonido. El sonido agudo del saxo soprano también evocaba un aíre folk que completaría el complejo ingenio del sonido de la banda.

Entre los climas sutiles, los momentos emotivos del cante, los ritmos de soleá por bulerías, los pasajes de solos y los diálogos entre músicos transcurrió el concierto, en el que se sentía que todo había sido escuchado antes pero nunca mezclado de esta manera, resultando una música refrescante y embriagadora. No hubo un momento para la distracción, lo cual es una de las claves para averiguar si uno ha asistido a un buen concierto. Así, cuando no quieres que algo acabe y no has hecho ni pestañear cuando termina el espectáculo es que has asistido a un momento artístico real, y esto es lo que le ocurrió al público del Teatro Principal, que a las 19 horas, tras hora y media de intenso concierto, habría de ponerse en marcha hacia la correspondiente cita nocturna con la música en el polideportivo.

Melissa Aldana - El Smooth jazz de Blue Note

Puntual y sin contratiempos salía al escenario del pabellón de Mendizorroza el cuarteto liderado por la prestigiosa saxofonista chilena Melissa Aldana, acompañada por Aharon Diehl al piano, Aaron Kimmel a la batería y el contrabajista David Wong. La artista aprovechó la ocasión para rodar lo temas del disco que grabará próximamente para el sello discográfico Blue Note. Sobre el mítico sello discográfico se puede decir que hace ya muchos años no arriesga en sus ediciones, y que los artistas que fichan por ellos terminan transicionando a un jazz tradicional, elegante, de factura perfecta y apto para todos los públicos. Pero como todo el mundo sabe, casi nunca por no decir nunca se puede tener todo en esta vida, y algo se pierde siempre en el camino. Así gana el bolsillo de la artista y se pierde frescura y transgresión. También desaparece la alegría de la libertad y del riesgo, la emoción de los juegos peligrosos.

Prácticamente lo que sucedió en el primer pase de la noche es lo descrito antes sobre el sello. Aldana y sus acompañantes tocaron el jazz más apegado a la tradición hasta el momento en el festival, temas basados en el swing más tradicional y en la bossa, todos tocados con gran talento por los músicos cuya habilidad y profesionalidad nadie podría poner en duda. Ciertamente Aldana tiene una manera de tocar especial y hermoso sonido propio, pero en ningún momento del concierto hubo una salida de tiesto, un ademán de rebeldía, un lanzarse a la piscina a lo loco y esa sensación fue adormeciendo a un público siempre agradecido y solícito como es el de Gazteiz. La sensación era la de que está todo bien pero falta algo. Al principio lo que falta lo puede intentar poner el oyente con sus ganas de asistir a algo importante, pero en el transcurrir de los temas, se va perdiendo la esperanza de que aquello vaya a suceder en algún momento y el globo de la expectativa se va desinflando.

La palabra Smooth jazz me asaltaba a la cabeza desde casi el primer momento en el que la música comenzó a sonar. Al menos yo en mi casa huyo como de la peste de este tipo de producciones, pero si uno no es mala gente no quieres que un concierto al que asistes no te guste y te rebelas contra la evidencia si es necesario. Así que no puedo decir más que la música fue impecable, que las improvisaciones fueron buenas, que Melissa Aldana es una joven artista talentosa pero que ha olvidado una de las premisas fundamentales del jazz y es que éste ha de ser transgresor. El arte es un padre que devora a sus hijos, y los hijos sólo sobreviven transcendiendo la música hasta ese momento hecha, llevando los límites siempre un poco más allá. Si te quedas a la sombra de lo conocido, se pierde la chispa y como ya me estoy repitiendo, casi justificándome, pasaré al último concierto de la noche de ayer viernes.

Kandace Springs - Un concierto en Las Vegas

La pianista y cantante de Nashville ofreció un concierto en clave de soul y de R&B demostrando que es una artista madura y el motivo por el cual es una de las representantes más destacadas del sello neoyorkino Blue Note (sí, estos otra vez aquí, vaya casualidad). Acompañada por dos instrumentistas de lujo, la joven bajista Caylen Bryant y la baterista Gamille Gainer Jones, ofrecieron un concierto repleto de baladas soul y blues, y de algún medio tiempo en clave r&b, sobre las que la cantante explotó todas las posibilidades de su privilegiada voz y sus recursos vocales que llevan en cada melisma toda la tradición del estilo. También dejó algunos apuntes sobre la gran pianista que lleva dentro pero a la que no quiere dar demasiada rienda suelta, no se vaya a despistar nadie con tanta nota.

La contrabajista Caylen Bryant tuvo sus momentos de protagonismo destacando por sus solos tanto al contrabajo como cantado algunas partes en las que hizo las delicias del público. Uno de los más brillantes de la noche fue su solo de contrabajo improvisando a la vez que cantaba lo mismo que iba tocando al más puro estilo George Benson. Otro, una estrofa en castellano de la famosa canción Killing Me Softly que haría a más de uno ponérsele la piel de pollo. Mientras la baterista Camille Gainer tuvo su protagonismo con una par de solos en los que demostró poseer un estilo poderoso y dinámica y que en breves momentos dejó claro a todo el público su gran nivel técnico y músical.

Así que nada podía ir mal con semejante calidad de instrumentistas en el escenario, y efectivamente, fue todo bien. Muy bien, más que bien, muy bien. Era como estar en un sueño delicioso, sobre un colchón de nubes, imaginando que nada malo puede pasar en el mundo, y que si pasara, están ahí Kandace y su banda para susurrarte al oído que no te preocupes. Si algo ocurre ellas te van a cantar algo y tú vas a seguir estando bien, dentro de tu sueño, a gusto, a gustito, masajeado por la voz soul de Kandace y los coros de Jones y de Bryant.

Y llegó el final del concierto y todo lo que ocurrió fue como un sueño, como estar en un casino en Las Vegas escuchando esa música que se escucha allí, de la que la entrada cuesta una fortuna pero verás uno de los mejores espectáculos que se pueden ver en el mundo. Así ocurrió, y aunque una voz hacia la mitad del concierto me susurró, expresando más un deseo que un augurio, que pronto iban a tocar algún tema más animado, más gamberro, esto no ocurriría nunca, como yo me temía entonces (no se olviden, es un producto bajo el paraguas de Blue Note). Yo, que no soy de sufrir ni de pasar malos ratos, me imaginé en Las Vegas con una copa de un carísimo champán francés, y así todo cogería más sentido para mí. El público encantado, el show medido y muy a la americana, el energía potencial que había encima del escenario explotará en alguna otra ocasión, como en una jam a la que no habré podido asistir por estar escribiendo estas líneas en ese momento desde la habitación del hotel y habiendo despertado ya del sueño.

Hoy sábado termina el festival con las actuaciones de Silvia Pérez Cruz y Ariel Bringuez en el polideportivo mientras que el guitarrista Yamandú Costa se encargará de cerrar la serie de conciertos del Teatro Principal. Yo les animo a que vivan la experiencia por sí mismos y luego al leer mi crónica valoren si algo de lo estribo tiene algún parecido con la realidad. Hasta más ver, feliz día.