El soberanismo tiene la llave para no echar de menos al trifachito
La foto de Colón representó gráficamente el ambiente que se vivía en abril de 2019, cuando la derecha esperaba arrasar. Pero resultó que tenía demasiados brazos para amarrar suficientes escaños. Con Cs amortizado, ese bloque busca la revancha. El soberanismo puede tener la llave para impedirlo.
Ya llega, llega, llega, el trifachito, chito, chito», advertía un hilarante video del no menos divertido programa “Polonia”, de TV3, en abril de 2019. Los actores que hacían de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, subidos a un auto antediluviano, joviales y ufanos, reflejaban el ambiente que se vivía en aquella campaña electoral, cuando los protagonistas de la foto de Colón aspiraban a arrasar en las urnas y arrasar con todo.
Pero no lo hicieron. Y no lo consiguieron, en gran medida, porque en el pecado llevaban la penitencia. En aquellas elecciones el bloque de la derecha obtuvo 11.217.410 votos (42,81%) frente a los 10.410.561 (39,73%) de PSOE y Unidas Podemos, pero estos sacaron 156 escaños, frente a los 147 de aquellos. ¿Por qué? Porque el sistema electoral español, además de sobrerrepresentar a los territorios del interior, más despoblados –y habitualmente más conservadores–, premian a los partidos grandes y penalizan a los pequeños. Y en aquellos comicios, aunque PP y Cs, prácticamente empatadados a votos (más de cuatro millones cada uno) lograron en conjunto un millón más de papeletas que el PSOE, este fue el más votado en la gran mayoría de las provincias, y sacó diez diputados más que los otros dos juntos.
El electorado de derechas tuvo una oportunidad de revancha en noviembre de ese mismo año, ya que la investidura de Pedro Sánchez en julio resultó fallida por la falta de acuerdo entre PSOE y UP, y lo hizo volcándose en PP y Vox, pero Cs, aunque perdió dos millones y medio de votos, sacó 1.650.318 (para solo 10 escaños) impidiendo el vuelco.
Cs sale de la ecuación
Pero Ciudadanos, amortizado como peón útil de la derecha, ya no está, y su voto lo ha absorbido casi íntegramente el PP, que aspira esta vez a ser primera fuerza en la gran mayoría de las provincias. Además, hay muchas circunscripciones donde solo tres partidos obtienen representación –en algunas solo dos lo logran– y es probable que ese partido sea Vox, que en el interior peninsular se muestra más fuerte que Sumar, cuyo marcador puede quedar a 0 en muchos lugares donde ser cuarto no renta.
Así que aun sacando un parecido número de votos y porcentaje que en 2019 –las encuestas le dan un par de puntos más–, la (ultra)derecha tiene en su mano darle la vuelta a la tortilla e incluso lograr la mayoría absoluta.
Que no lo logre, en un escenario que se presume reñido, dependerá de que Sumar se encarame al tercer puesto en algunos de esos puntos calientes y, sobre todo, de lo que pase en Euskal Herria, Catalunya y Galiza, donde se prevé que pocos votos decanten algunos escaños determinantes. Si el soberanismo se acerca a los 35 de esta legislatura –repetir será difícil– a PP y Vox se les complican las cuentas.
«Ni un indepe va a quedar», amenazaban en aquel sketch los tres tenores de pacotilla. Ya solo queda uno, y está en manos de los indepes que ese también acabe siendo solo un ridículo meme.