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Argentina paga al FMI con yuanes y rompe el monopolio del dólar

El acuerdo para intercambiar divisas entre China y Argentina ha permitido a este último país cumplir sus compromisos con el FMI utilizando yuanes. De este modo, China rompe el monopolio de prestamista de último recurso que tiene el dólar en el mundo y abre el cambio de las reglas del juego.

El ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa. (Luis ROBAYO | AFP)

A finales de junio el Banco Nacional de Argentina pagó al FMI 2.700 millones correspondientes a los vencimientos de los préstamos pendientes. 1.700 millones se abonaron con los Derechos Especiales de Giro, la moneda del FMI, y por primera vez Argentina devolvió otros 1.000 millones de dólares en yuanes chinos. Para ello utilizó la cuenta de swap que el Banco Nacional de Argentina mantiene con el Banco Popular de China para intercambiar sus propias divisas. El FMI aceptó el pago.

Esto fue posible gracias a que a principios de junio, durante una visita a Beijing del ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, se renovó el acuerdo para el intercambio bilateral de divisas por valor de 130.000 millones yuanes, 4,5 billones de pesos o 18.200 millones de dólares para los próximos tres años. El nuevo convenio contemplaba, además, la posibilidad de que Argentina pudiera hacer uso de estos recursos para cumplir con sus pagos al FMI.

China se ha convertido para Argentina en prestamista de último recurso, es decir, la entidad que presta cuando ningún otro lo quiere hacer


Ese acto puede parecer poco importante, sin embargo, tiene una gran trascendencia: de facto China se ha convertido para Argentina en prestamista de último recurso, es decir, la entidad que presta cuando ningún otro lo quiere hacer. Con ese gesto China ha quitando al FMI, y en última instancia al dólar, la potestad de decidir cuándo presta –como hizo en 2018, entregando a Mauricio Macri 44.000 millones de dólares sin respetar ni siquiera sus propias reglas siguiendo el impulso político de Donald Trump– o cuándo no –como en 2001, cuando cortó el crédito y sumió al país en su peor crisis económica–.  

El acuerdo con el Banco Popular de China también recoge otros aspectos como la posibilidad de abrir cuentas de depósito en yuanes a las personas físicas y jurídicas, lo que permite a la población mantener sus ahorros en yuanes en vez de en dólares. De este modo, la moneda china afianza su influencia internacional.

El poder de los acreedores

En medios occidentales enseguida se subraya que con estos préstamos los países del Sur global están cayendo en una situación de dependencia con respecto a China, obviando sin rubor la actual red de dependencia creada alrededor del dólar, de la que Argentina es un ejemplo paradigmático. El Gobierno de Alberto Fernández ha tratado de renegociar los 44.000 millones de deuda que concedieron a Mauricio Macri sin lograrlo.

El Ejecutivo argentino justificó su pretensión señalando que el país sufrió el año pasado una de las peores sequías y el sector primario, su principal motor económico, perdió 20.000 millones de dólares. El quebranto se ha traducido en una caída del 44% del peso con respecto al dólar, y la inflación ha llegado hasta el 70%. Unas condiciones que imposibilitan al país cumplir sus compromisos previos.

La pérdida de valor de la divisa debido a los altos tipos de interés del dólar es común a todos los países del Sur global y tiene dos efectos muy negativos para estos países: encarece el pago de la deuda externa, normalmente nominada en dólares, y, al mismo tiempo, abarata sus exportaciones hacia Europa y EEUU, de modo que un dólar y euro fuerte son una vía para exportar inflación al resto del mundo. En este contexto, no es extraño que Occidente no quiera modificar el statu quo.

El Gobierno argentino planteó al FMI tres cambios: modificar los objetivos de acumulación de divisas y por tanto de amortización de los préstamos, que el Estado pueda intervenir en el mercado secundario de bonos para evitar los ataques especulativos contra el peso y que el FMI adelante los desembolsos programados para este año. Unas peticiones razonables pero que, sin embargo, todavía no han sido atendidas.

La crudeza y la inflexibilidad de los acreedores occidentales la han padecido todos los países del Sur global, y también, aunque en menor medida, los países de sur de Europa. Está por ver cuál será la actitud de China.