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Sin espacios verdes, Atenas sufre los estragos de las olas de calor

Atenas es la capital europea con menos superficie verde por habitante y, después de París, la segunda con mayor densidad de población. Como es imposible volver a construir la ciudad, las buenas acciones de las autoridades y la sociedad solo podrán atenuar parte de los efectos del cambio climático.

Las inmediaciones del Acrópolis de Atenas se vaciaron de turistas y residentes durante los días de más calor. La imagen corresponde al pasado 20 de julio. (Louisa GOULIAMAKI | AFP)

Grecia vivió el pasado jueves el último día de la ola de calor más prolongada de su historia: quince días consecutivos en los que los termómetros rozaron los 40 grados en buena parte del país. En la ciudad de Gythio, en el Peloponeso, el 23 de julio se alcanzaron los 46,4 grados, la cuarta cifra más alta desde que se tienen registros; y en Atenas, la capital, en los picos de esta ola de calor las temperaturas mínimas durante la noche no bajaron de los 29 grados.

Ante esta situación extrema, que amenaza con volverse crónica debido al cambio climático, los y las urbanitas padecieron estrés térmico: hacinados en junglas de asfalto, sin apenas espacios verdes, ni siquiera de noche pudieron evitar el calor agobiante.

«Con temperaturas mínimas de 29 grados, las personas han sufrido estrés térmico. En las ciudades hay carreteras y edificios; en Atenas, además, apenas hay espacios verdes, y el calor que se acumula durante el día no puede liberarse de noche», explica Kostas Lagouvardos, meteorólogo y director de investigación medioambiental del Observatorio Nacional de Atenas.

Atenas es la capital europea con menos superficie verde por habitante. Según la ONG WWF, en un dato recogido por France Presse, cuenta con 0,96 metros cuadrados de espacio verde por habitante, muy lejos de los 9 m2 que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de ciudades verdes como Berlín y Londres.

«Incluso si todos los espacios abandonados fueran convertidos en espacios verdes, el valor aumentaría hasta los 3,84 m2 por habitante», recoge el informe “Perceptions of urban green infrastructures in two contrasting municipalities of the metropolitan area of Athens”.

Buena parte del espacio verde ateniense se concentra en las zonas turísticas del monte Licabeto, la colina de Filopapos y el Jardín Nacional y, reflejo de la desigualdad, en barrios adinerados de los suburbios del este y del noreste.

Calidad de vida

Aggelikis Mitropoulou, doctoranda en Ciencias Ambientales en la Universidad del Egeo, considera que «los espacios verdes mejoran la calidad de vida de los residentes»: «Los árboles reducen la temperatura en varios grados y limpian el aire, y los parques se convierten en parte de la identidad del barrio, ayudan a socializar y permiten a los niños jugar con libertad». Además, son beneficiosos para el sistema cardiovascular y los niveles de serotonina.

Atenas comenzó a crecer desmesuradamente a partir de 1950. Muchas personas empobrecidas buscaron oportunidades en la capital, se asentaron en barrios en los que tenían conocidos y, literalmente, pusieron la primera piedra de su hogar.

Estas viviendas irregulares terminaron siendo legalizadas, mientras los diferentes gobiernos aprobaron planes urbanísticos que, como ocurrió en otras urbes mediterráneas, no prestaron atención a los espacios verdes.

En el presente, Atenas concentra a casi la mitad de los habitantes de Grecia y, tras París, es la capital europea con mayor densidad de población. El tráfico de vehículos es asfixiante y el transporte público, deficitario. En resumen, no está preparada para afrontar el cambio climático.

«En una ciudad que ya existe, puedes plantar árboles y construir edificios con materiales que absorban menos calor, pero no puedes derribar los edificios construidos», reconoce, pesimista, Lagouvardos.

«Las olas de calor serán el problema principal que afronten las ciudades del Mediterráneo. Serán más frecuentes y, en las próximas décadas, un verano corriente podría ser como el de este año», alerta.

La Organización Meteorológica Mundial ha confirmado que julio será el mes más cálido de la historia en el planeta. Esta nueva normalidad amenaza a los Estados mediterráneos, que presencian cambios de tendencia en los sectores cruciales de la agricultura y el turismo: en Grecia, debido al calor, las autoridades tuvieron que suspender determinados servicios de restauración y las visitas a la Acrópolis.

Además, las altas temperaturas facilitaron la propagación de decenas de incendios en todo el país, entre ellos uno que afectó a la periferia de Atenas y que casi alcanza la zona protegida del monte Parnitha. Las carencias en los dispositivos para la prevención de incendios elevaron los temores a una nueva tragedia en los montes que rodean la capital y que son considerados sus pulmones.