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Reventarse contra un chino

El último atentado de la insurgencia baluche contra intereses chinos en Pakistán pone sobre el mapa una infraestructura, la del puerto de Gwadar, que muchos ven como una sentencia de muerte.

Aslam Baloch (derecha), el fundador de la Brigada Majeed en algún lugar de las montañas de Baluchistán. (Karlos ZURUTUZA)

El objetivo de una emboscada que ha arrancado a las 9:30, hora local, de hoy domingo y ha durado dos horas parecía ser un convoy en la ciudad Gwadar, en la costa baluche. A falta de confirmación oficial, fuentes del Ejército de Liberación Baluche (BLA) hablaban de nueve soldados pakistaníes y cuatro ciudadanos chinos muertos tras el ataque de dos suicidas baluches. A través de su consulado en Karachi, Pekín negaba las bajas mientras Islamabad guardaba silencio.

La guerrilla baluche ha vuelto así a poner la ciudad portuaria de Gwadar en el mapa. Es justo ahí donde Pekín construye un puerto de aguas profundas y una infraestructura anexa cuya inversión supera los 60.000 millones de euros. Una vez concluida, acabará unido a través de un corredor terrestre a la provincia china de Xinjiang como una de las puertas de entrada y salida del CPEC (Corredor Económico China-Pakistán).

El primer cargamento llegado desde China fue desembarcado en 2016, año en el que también se inauguró la vía férrea que une al gigante asiático con Karachi, el que sigue siendo el principal puerto pakistaní. Gwadar, Dubai se Do Kadam Agay («Gwadar, dos pasos por delante de Dubai»), rezan carteles donde se construyen barrios de lujo y autopistas de seis carriles mientras sigue faltando el agua potable en los barrios viejos. Las aldeas limítrofes a Gwadar hace tiempo que fueron evacuadas o, simplemente, destruidas, algo que ha provocado el desplazamiento forzoso de decenas de miles de baluches.

Amenaza demográfica

El sentimiento contra China entre los baluches también se manifiesta más allá de acciones armadas. La presencia de Pekín en la región se percibe abiertamente como una ocupación, y hay organizaciones como Gwadar Ko Haq Do («Devuelve sus derechos a Gwadar»), que denuncian por medios pacíficos la deshumanización que supone la infraestructura portuaria y las flagrantes carencias de agua y electricidad en la región.

Donde Islamabad habla de «desarrollo» los baluches solo ven miseria, pero también una bomba de relojería demográfica que atraería gente del resto del país convirtiendo a la población autóctona en minoría. Sin ir más lejos, Karachi, en la región de Sindh, pasó de tener 200.000 habitantes en 1947 a los más de 25 millones de hoy. Los cinco millones de sindis han acabado convertidos en una minoría casi insignificante en su propia tierra.

De entre las muchas amenazas que sufren los baluches de Pakistán, la de Gwadar es, sin duda, la más apremiante. La insurgencia lo sabe y se ceba contra objetivos chinos, sean las propias infraestructuras o los ingenieros que las proyectan. El del domingo no era el primero.

Insurgencia baluche

Fue el 23 de noviembre de 2018 cuando un comando del BLA condujo un ataque suicida contra el consulado chino en Karachi en el que murieron dos policías, dos civiles y los tres ocupantes de aquel coche cargado con explosivos. «Los chinos se han sumado a las fuerzas pakistaníes para destruir el futuro de Baluchistán», decía el escueto comunicado con el que la organización reivindicaba un atentado supuestamente pergeñado por Aslam Baloch. Se trata de un prominente comandante del BLA que lideró, allá por 2011, una escisión dentro del movimiento: la Brigada Majeed.

Tomaba su nombre del de los hermanos Majeed, quienes cometieron sendos ataques suicidas en 1974 y 2010: el primero contra Zulfiqar Ali Bhutto –antiguo primer ministro de Pakistán– durante una visita oficial a Quetta, y contra las fuerzas de seguridad que asaltaron su casa el segundo. Precisamente, fue la Brigada Majeed la que reivindicó el ataque del domingo. Las fotos de los suicidas baluches aparecían en redes poco después haciendo el signo de la victoria.

La insurgencia baluche sigue estando formada por una plétora de grupos armados que comparten un fin común, pero la Brigada Majeed se desmarca del resto por los medios: es la única que comete ataques suicidas, y casi siempre contra objetivos chinos. El propio hijo de Aslam Baloch, Rehan Baloch, se inmoló en 2018 en un ataque contra ingenieros de ese país. Aquello también alimentó el debate dentro de todo el arco de la disidencia baluche sobre si las misiones suicidas favorecían o no la causa.

De entre las acciones más sonadas de la Brigada Majeed destaca aquel asalto de veintisiete horas en un hotel de Gwadar en 2019. Aún más repercusión tuvo la acción de Shari Baloch, una maestra de escuela de treinta años y madre de dos hijos quien, en abril 2022, se convirtió en la primera baluche en cometer una acción suicida que se saldó con la muerte de tres ciudadanos chinos en Karachi. La siguiente sería Sumiya Qalandrani Baloch, lo que apuntaba ya a un cambio en el perfil histórico del combatiente baluche.

Pakistán celebra este lunes su Día de la Independencia, apenas una semana después de que su último primer ministro, Imran Khan, fuera condenado a prisión por corrupción. Luego está la resaca de una explosión que recuerda un conflicto que se remonta hasta su propia fundación en 1947. No sería demasiado grave si no fuera porque la onda expansiva llega hasta Pekín.