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Arranca el curso sin lápices ni cuadernos ni visos de solución

El bloqueo a manos azeríes de la única carretera que conecta Nagorno Karabaj con el mundo también pone en peligro el acceso a la educación de niños y jóvenes del enclave. El curso escolar arranca sin garantías de poder completarse.

Stepanakert, capital de Nagorno Karabaj. (Siranush SARGSYAN)

Elina Hambardzumyan ha necesitado dos semanas para encontrar un cuaderno y dos bolígrafos de tinta roja antes del inicio del curso escolar. Ahora tiene que decidir a quién dárselos. «Mi hijo mayor tiene que empezar Séptimo; mis dos hijas, Tercero y Segundo, y mis gemelas, Primero», explica esta armenia de 32 años.

Se cumplen nueve meses desde que Azerbaiyán cortara la única carretera que conecta Nagorno Karabaj con Armenia. Hoy, en el enclave falta prácticamente de todo, desde gasolina hasta pan y, por supuesto, lo necesario para que las escuelas puedan funcionar con normalidad para cerca de 20.000 niños y jóvenes.

A pesar del bloqueo, las 118 instituciones educativas de la región continuaron funcionando durante seis meses este año. Pero las clases regulares se vieron interrumpidas por cortes de energía y la interrupción del suministro de gas.

«Sería terrible que se volvieran a interrumpir las clases como pasó durante la guerra o la pandemia», dice Hambardzumyan. También le preocupa la comida: «Hoy comimos trigo sarraceno y nada más, no pude encontrar ningún otro alimento, ni siquiera pan».

Los colegios abrieron sus puertas el 1 de septiembre. Entre las nuevas medidas adoptadas está la reducción del tiempo de clase (de 45 a 35 minutos) para hacer más llevadero el hambre entre los niños. Asimismo, se suspenderán cuando haya que utilizar los colegios para repartir pan entre la población. En los próximos días se adoptarán nuevas medidas que pueden incluir su suspensión definitiva.

«La escasez de alimentos está provocando desnutrición infantil, mientras que la falta de electricidad y calefacción, y las malas condiciones sanitarias e higiénicas también afectan a las escuelas», explicaba a GARA desde su despacho Norayr Mkrtchyan, ministro de Educación, Ciencia, Cultura, Juventud y Deportes de Nagorno Karabaj.

Situación crítica

También llamado Artsaj, Nagorno Karabaj es un enclave de mayoría armenia en territorio oficialmente azerí que vivió una guerra en los 90 y otra a finales de 2020. En esta última, Azerbaiyán recuperó el control de gran parte del territorio que había perdido, pero un alto el fuego mediado por Rusia garantizaba sobre el papel la libre circulación a través del corredor de Lachín. En diciembre de 2022, un grupo de autodenominados «ecoactivistas» respaldados por Bakú cortó la carretera en protesta contra actividades mineras supuestamente ilegales de las autoridades de Karabaj. Más adelante, fueron sustituidos por la Policía azerí hasta que, a finales de abril, Azerbaiyán instaló un puesto de control en el puente de acceso.

El 17 de agosto, el Consejo de Seguridad de la ONU celebró una reunión de emergencia, pero no emitió ninguna declaración o resolución sobre la situación. Bakú niega que Karabaj sufra un bloqueo y propone utilizar una ruta alternativa por territorio azerí. Los armenios dicen que no es segura, y también que su uso legitima el dominio azerí sobre la región.

El Comité Internacional de la Cruz Roja es la única organización humanitaria que opera en el corredor de Lachín, incluido el transporte de personas en estado crítico. La ONG ha instado a Bakú a facilitar sus operaciones «con urgencia», recordando que las últimas entregas de suministros médicos se produjeron el 7 de julio, y el 14 de junio las de alimentos.

Arrestos arbitrarios

Para Nune Lalayan, profesora de Primaria, la clave está en permanecer unidos. «Yo misma fui a la escuela en los 90 en condiciones similares: sin mochila ni cuadernos ni material escolar... Sin embargo, todas estas trabas no obstaculizaron mi deseo de estudiar», dice esta armenia de 37 años.

Gegham Stepanyan, el Defensor del Pueblo de Artsaj, insiste en que garantizar el derecho a la educación no consiste solo en reabrir las escuelas. «Las condiciones para la participación adecuada del niño en el proceso educativo incluyen una alimentación escolar adecuada, el acceso a artículos de papelería y condiciones sanitarias adecuadas en la escuela», explicaba Stepanyan a GARA. Asimismo, recordaba que el Gobierno no puede garantizar hoy esos mínimos.

El 21 y 22 de agosto, las fuerzas de paz rusas negociaron un acuerdo para permitir que algunos residentes, estudiantes y personas con pasaporte ruso atravesaran el corredor de Lachín. Aquello permitió que Srbuhi Harutyunyan, una joven de 18 años de Chartar (a 45 kilómetros de Stepanakert) cruzara a Armenia para cursar Lingüística en la Universidad de Ereván.

«Había muchos periodistas azeríes con cámaras en el puesto de control. Nos sentimos como en un circo, nos filmaban por todos lados, fue muy desagradable, intimidante y humillante. Me puse a temblar porque mi padre también participó en la guerra y murió. Pensé que podrían maltratarme por eso», explicaba la joven por teléfono desde la capital armenia.

Pocos días después de que Srbuhi cruzara aquel puesto de control, tres estudiantes de Artsaj matriculados en facultades de Ereván fueron secuestrados por fuerzas azeríes en el mismo puesto de control, a pesar de ir escoltados por tropas rusas. Siguen bajo custodia azerí, y también un civil capturado a principios de agosto mientras era evacuado por la Cruz Roja para recibir asistencia médica en Armenia. La arbitrariedad de los arrestos ha provocado que muchos estudiantes no se arriesguen a abandonar el enclave.

Srbuhi es consciente de que ha tenido suerte. Cuándo y cómo volverá a casa es ahora la incógnita. «Vine a perseguir mi sueño de estudiar en Armenia y regresar a Artsaj, pero soy consciente de que no puedo hacer planes», asegura.