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Entrevista
Jorge Dioni López
Periodista y autor de ‘El malestar de las ciudades’

«Antes todos participaban de la orgía inmobiliaria: ahora, Madrid y las ciudades de la costa»

El periodista Jorge Dioni López, autor de ‘El malestar de las ciudades’, advierte que la vivienda se ha vuelto «un ajuste contable que ni siquiera importa si está ocupada o no» y recuerda que las elecciones las ha ganado «el Partido Inmobiliario, el Cochista y el Turístico, o sea el PP».

Jorge Dioni López. (Europa Press)

«Fue por casualidad», responde el periodista y escritor Jorge Dioni López a la pregunta de por qué viene poniendo el foco hace años en la situación de las ciudades, las viviendas y su impacto político en el Estado español. Comenzó analizando las periferias urbanas y su forma de votar y eso acabó siendo ampliado en el libro ‘La España de las piscinas’, publicado en 2020.

Ahora publica un nuevo ensayo llamado ‘El malestar de las ciudades’ (Ed Arpa, 2023) en el que analiza por qué las ciudades están echando a sus residentes y cómo «los turistas ahora son más importantes», en un proceso que llevará a una «confrontación entre los que pueden vender un trocito de ciudad y quienes no lo pueden pagar».

Nacido en Zamora, Dioni vivió muchos años en Barcelona pero hace más de dós décadas reside en Madrid, epicentro junto a las grandes ciudades de la costa de la nueva «fiesta privada» del boom inmobiliario, cuyo final sólo augura si hay «ideología y organización» contra la especulación.

¿Por qué la gente se va de las ciudades? ¿La echan?

Claro, lo digo al principio del libro. Decidimos bastante menos cosas de las que pensamos. Nos creamos la ilusión de decidir porque está muy bien para nuestro autoestima pero siempre hay un montón de elementos de contexto que pueden ser económicos y familiares, algunos más visibles que otros, que nos condicionan. Hay gente que dice «me voy [del barrio] por el alquiler y las fiestas los fines de semana». Hay muchos elementos que te van poco a poco desplazando y unas personas desplazan a otras. La gente es echada, desplazada, y se crean asociaciones incluso por ello: lo he visto en el Raval (Barcelona) cuando vivía ahí, aunque ese era un proyecto de cambio de barrio más visible. Cuando la gente se va poco a poco es más invisible.

Si tuviera que decir los dos o tres mayores motivos de malestar en las ciudades europeas o españolas a hoy día, ¿cuáles serían?

La vivienda, el tráfico y el exceso de gente. Hay gente que en Barcelona que te dice que ya no va a ciertos sitios porque están llenísimos. Es cierto que somos una sociedad que se mueve muchísimo, yo tenía un abuelo que prácticamente casi no salió del pueblo en sus 80 años y ahora en cambio es raro que alguien en cinco años no haya viajado mas que esa generación de mi abuelo en toda su vida. Nos movemos por turismo, para ver a gente querida, hay nómadas laborales, o para ver un concierto, para ponerse pelo, operarse, un congreso... De hecho el 32% de la población de la ciudad de Barcelona no es española ni catalana, según un dato reciente.

¿Por qué lo del tráfico?

Es un elemento que provoca malestar, aumento de la contaminación y ocupación de espacio. Los coches provocan un espacio sustraído. Pero cuidado, no todo lo que provoca malestar provoca un rechazo social, muchos asumen que es un mal necesario. Ocurre como con la vivienda, cuesta desengancharse voluntariamente de los precios de las viviendas. Ha ganado el Partido Inmobiliario, el Partido Cochista y el Partido Turístico, o sea, el PP. En lugares donde hubo una política con que se quiso dar más espacio a la bicicleta y al transporte publico como Valladolid o Logroño, han perdido esos partidos.

En algunas ciudades donde el turismo es importante y de interés para el gran capital, ¿los visitantes son mas importantes que los residentes?

Sí, está pasando. Por ejemplo la Comunidad de Madrid presta mucha atención a lo que llama inversión, que es la compra especulativa de vivienda, ofreciéndole deducciones fiscales. Siempre el que viene de fuera se queja menos y tiene mas disponibilidad al gasto, así que es más interesante que el que está dentro. Esto provoca un choque fuerte y un problema político y cultural. Volvemos a lo mismo: hay una parte de la gente que tiene un trocito de ciudad y quiere venderlo y puede venderlo a esos visitantes, mientras que hay otra parte de residentes que no tienen ciudad y son la parte que se ve desplazada. No pueden pagar la ciudad y es un problema político. son dos grupos enfrentados.

Hay otra cuestión, que es que en las ciudades hay una cultura, en lugares como Barcelona incluso hay un idioma. La gente que va de paso no lo va a hablar. Cuando yo me instalé en Barcelona con mi familia teníamos una visión de quedarnos y más o menos todos aprendimos catalán. Y en cambio, si tú vas de paso, no tienes interés de aprender el idioma, ni de integrarte. Si vas de paso, vas y consumes.

Explique más eso que llama «problema político», la tensión que describe.

Hay un pacto, una cuestión fáustica, un vender el alma al diablo [se ríe]. Hay un problema político entre la gente que puede vender la ciudad y la que no. Cuando los segundos lo descubran, porque creo que de momento no lo tienen claro, veremos qué pasa. Porque cuando se producen procesos de prosperidad se acaba pensando que te acabará tocando, pero cuando se den cuenta que no les va a tocar, menos aún con una industria como el turismo, que es tan desigual...

«Cuando se producen procesos de prosperidad se acaba pensando que te acabará tocando, pero la industria del turismo es muy desigual»

 

Para que esto sea un problema político se necesita organización. Hay gente que cree que la desigualdad va a crear una revolución, pero tiene que haber una conciencia y organización sobre eso y una cierta ideología. Si esto no está, habrá solo problemas sociales pero no políticos.

En el libro menciona la sensación de algunos residentes de centros históricos de ciudades europeas y la expresión de «acumulación por desposesión» que utiliza el geógrafo David Harvey. ¿Cómo es esto?

Un ejemplo de acumulación de este tipo de prácticas es cuando se reforma una plaza publica con los impuestos de todos y esa plaza se cede a un privado durante un tiempo para que la explote. Es un concepto complejo: son políticas que hacen sentir a la gente que le han robado el espacio, porque lo que se dedicaba, por ejemplo, a la industria agraria ahora se dedica al turismo y eso a la vez provoca una caída en la renta porque la industria turística es muy extractiva y desigual, unos pocos se lo llevan todo. La diferencia entre el trabajador del hotel y el dueño es enorme.

La región de Madrid acapara el 70% de la inversión residencial y usted ha dicho en otra entrevista que esto tiene sentido porque la capital tiene previsto construir desarrollos en los que casi cabría toda la España vacía.

Sí, esto de Madrid no ayuda en nada a la España vaciada, sigue chupando recursos. La cuestión de esas regiones es muy emocional, la sensación es que hay lugares donde no pasa nada. En mi pueblo en Zamora, por ejemplo, había un mercado una vez por semana y venia toda la gente de la comarca ese día. Al mejorar las comunicaciones, eso dejó de pasar. Cuando la gente pide mejoras de las comunicaciones tiene que entender que tiene un doble sentido, no es solo para que venga gente sino también para que se vaya. Madrid ha ido absorbiendo y absorbiendo con una política muy agresiva de captar capital y se lo lleva todo. Hay cosas planificadas en forma radial como la red de trenes. Las otras dos ciudades clave, Barcelona y Valencia, con todo el arco mediterráneo, no están bien conectadas.

¿Cómo se explica que en un país donde la población casi no crece haya tanto boom de nuevas viviendas?

Bueno, ahora mismo ya no crece tanto, crece muy focalizada; esta fiesta es privada ahora. El negocio de la vivienda creció en toda Europa y aquí tuvimos un boom «de la hostia», una fiesta en los años 90 y los 2.000 espectacular, pero ahora está concentrada, es un producto financiero, da igual que esté habitado o no, un fondo lo puede comprar en Madrid o Barcelona y es un apunte contable. Si está habitado, bueno, pero quizás mejor que no esté habitado porque si no tiene que actualizar su valor en el mercado. No hay planificación, no se controla y hay que entender que muchos edificios no son para vivir, son apuntes contables de un fondo de inversión que puede estar en Nueva York u otro sitio. A la periferia van los desplazados del centro y el centro queda para los visitantes. Esto ocurrió mucho en Estados Unidos.

¿Qué papel juegan aquí los grandes fondos de inversión inmobiliarios?

Cada vez más importante, porque ademas fueron la solución para la crisis de 2011. Pero creo que decir que tienen tanto poder tampoco es correcto, son menos intrusivos de lo que pensamos, menos «mano negra» porque se trata de un sector con muchos jugadores. Nos gusta hablar de Blackstone y es verdad que son cada vez mas importantes pero hay mucha clase media-alta que ha invertido o heredado pisos. O gente que ha heredado empresas y las ha vendido e invertido en casas. Recordemos que los vencedores de la Guerra Civil se quedaron con muchas casas de republicanos.

Usted dice que «España adquiere forma de dónut poco a poco» porque el boom inmobiliario no es en todo el territorio como hace 25 años.

Claro, ahora mismo hay como una fiebre con el foco puesto en las grandes ciudades y en las costas. El boom anterior fue muy generalizado, ligado a un actor financiero que estaba muy repartido, que eran las cajas de ahorro. Todas las regiones tuvieron algún tipo de boom, todas participaron de la orgía. Ahora hay una fiesta que es por invitación, que es más costosa; los invitados a la fiesta son Madrid y las ciudades de la costa.

¿Percibe una situación diferente en este tema en Euskal Herria?

Bueno, digamos que aquí siempre ha habido cierta intención de controlarlo. Hay una ley de vivienda propia que tiene el sello de Ezker Batua, cuando [Javier] Madrazo era parte del gobierno. El País Vasco no tuvo un gran boom de vivienda y donde hubo más desarrollo, que fue Vitoria, lo tuvo con gran presencia de vivienda social. Y Pamplona tiene muchos números para ser ciudad hiperturística, porque es hiperconocida en todo el mundo por los sanfermines, y a pesar de ello no lo es. Yo creo que se trata de una región que tiene una cultura y un idioma que no está muy extendido y que en un contexto global puede verse amenazado y entonces deciden controlar. En Donostia, por ejemplo, la situación aún podría ser mucho peor de la que es.

«¿Euskal Herria? Digamos que aquí siempre ha habido al menos cierta intención de controlarlo. En Donostia la situación aún podría ser mucho peor de la que es»

¿Qué se puede hacer desde la izquierda para que las ciudades sean más habitables?

No me gusta hablar así de recetas, pero creo que grandes estallidos no se soluciona. Francia es un ejemplo de que los estallidos periódicos sin organización ni ideología, que no producen cambios reales. Creo que hace falta organización e ideología, con visión de continuidad. Si n,o acabas como en Italia, donde han desaparecido todos los partidos menos los fascistas. Y también creo que hay que ser más ambicioso. Muchos dicen «tal barrio resiste», pero bueno, no sólo es resistir sino ir un paso más allá; usted no puede tener su piso vacío tres meses, y si lo tiene, pues pasará a ser gestionado por el Ayuntamiento. Y si hablan de la propiedad, pues hay un bien mayor que es el derecho a la vivienda y que la ciudad tenga vida, porque si nos vamos cargando las ciudades, vamos mal.