INFO
Entrevista
Paul B. Preciado
Escritor y filósofo

«El cine es escribir con cuerpos que están delante tuyo, sigue siendo escritura»

Paul B. Preciado es una de las voces más destacadas del Estado español en el estudio de las políticas de género, cuerpo y sexualidad. ‘Orlando, mi biografía política’ es el debut del pensador como director de cine.

El escritor y filósofo Paul B. Preciado. (PIERRES ET GILLES)

El primer largometraje firmado por Paul B. Preciado es una obra poética y política en la que los actuales Orlandos, herederos del personaje principal del libro escrito por Virginia Woolf en 1928, relatan sus experiencias personales como personas trans y no binarias.

Preciado ha sido director de Programas Públicos y del Programa de Estudios Independientes en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, comisario de Programas Públicos en documenta 14 Kassel y Atenas; y comisario del Pabellón de Taiwan en Venice entre otras tareas institucionales.

Sus libros ‘Manifiesto Contrasexual’ (2002), ‘Testo yonqui’ (2008), ‘Pornotopia’ (2010), ‘Un apartamento en Urano’ (2019), ‘Yo soy el monstruo que os habla’ (2020) y ‘Disphoria Mundi’ (2022) –Anagrama–, son referentes clave para la filosofía contemporánea, el arte y el activismo queer, trans y no binario.

¿Qué tal en Donostia? Cómo le ha recibido el festival?

Es muy interesante y emotivo venir aquí. Las primeran veces que vine de Nueva York a dar conferencias y cursos interesantes en el contexto del Estado español fue aquí, en Arteleku. ¡Era un laboratorio increíble! Ya empezaba a elaborar e imaginar muchos elementos que ahora veis en ‘Orlando’.

¿Comparte con otros creadores la sensación de que la película ahora no es suya, es de los espectadores?

No me considero cineasta. El cine está totalmente sobrevalorado, mistificado… es la industria cultural hegemónica. Adquiere mucha más visibilidad y tiene más atención mediática pero este es un proyecto como otro cualquiera. Tiene el glamour añadido, pero no me interesa tanto.

Esta vez ha sido en formato fílmico pero podía ser cualquier otro.

Sí, yo no me planteé hacer una película. Una televisión francesa-alemana, ‘Arte’, me propuso hacer un biopic sobre mí. ¡Me horrorizó! Dios mío, tampoco soy tan viejo… Sabía que querían contar la vida de una persona trans con todo el cliché, el antes y después, de manera muy normativa. Al final acabé haciendo esta película por empeñarme en no hacer lo que ellos querían. Surgió de mi negativa absoluta a que ellos hicieran una película en la que yo iba ser el objeto trans fílmico en un relato binario y muy normativo.

Ya desesperado, en un momento dado, les comenté ‘si quieren hacer una película sobre vida lo mejor sería hacer una adaptación de Viriginia Woolf, porque ella ya escribió mi vida en 1928’. Se lo dije como un chiste y enseguida dijeron ‘es una idea magnífica, ¿pero quién va a hacerlo? El director de arte dijo ‘Paul’ y yo, que estoy como una cabra, dije, pues vale. Luego la productora me preguntó posteriormente qué es una adaptación documental, porque eso no existe, y le respondí que yo tampoco [risas].

En el filme aporta información de su vida personal desde su carácter político.

Exacto. Mi vida es como la de cualquiera. Todo el mundo piensa que al ser filósofo has nacido en una familia de escritores que tienen un montón de dinero. No, mi padre tenía un garaje y mi madre era ama de casa. Nací en Burgos, donde me sentía un extraterrestre. ‘Qué hago aquí’, pensaba. Intentas construir tu propia vida porque encuentras otros modelos.

Yo leí ‘Orlando’ siendo adolescente, imagínate en Castilla-León… yo nunca había oído hablar de nadie trans. El libro se convirtió en un cuaderno de bitácora para mí. Si aquello era posible, mi vida era posible. De repente, la ficción era más importante que la realidad. Esa forma de aferrarse a la ficción y a la literatura, de aferrarse a las palabras tiene un enorme poder de construcción de la realidad. Yo sabía que quería volver al libro y que quería escribir una carta cinematográfica a Virginia Woolf para decirle ‘tu Orlando ha salido del libro, está vivo, hay millones de Orlandos estamos viviendo una época orlandesca’. Eran intuiciones que yo tenía y que luego me ayudaron a hacer la película.

El libro de Woolf es una carta de amor escrita a Vita Sackville-West y su filme es a su vez una carta de amor dirigida a Woolf.

‘Orlando’ es una carta de amor a Vita, y también es crítica. Virginia Woolf tenía un humor inglés afinadísimo, le mete unos tacos… Imagínate lo que supuso que Orlando era Vita con sus fotos… en el fondo Virginia Woolf estaba muy decepcionada de su historia de amor con Vita, ya que tenía infinidad de amantes, estaba casada… y que en el fondo pasaba de Virginia Woolf. Quedó heridísima en su ego y en su amor. ‘Orlando’ es una carta de amor bastante ácida y envenenada.

En su carta dirigida a Woolf critica varios factores desde la perspectiva de hoy en día, por ejemplo, el hecho de que Orlando se encuentra de repente, como por arte de magia, en el cuerpo de una mujer cuando las personas trans se meten en un auténtico laberinto y enfrentándose a infinidad de dificultades para lograrlo.

Exacto. El laberinto psiquiátrico, jurídico… lo que supone vivir confrontado a la medicina, a la psiquiatría, sin papeles, en una sociedad tránsfoba, binaria… Es verdad que yo tenía ganas de decirle a Virginia Woolf que las cosas no eran como ella las pensó y de mostrar que Orlando no es esa figura aristocrática que imaginó. Los Orlandos están por todas partes y son personas como cualquier otra. Aunque debo decir que haciendo la película me he enamorado de Virginia Woolf, han sido tres años viviendo con ella prácticamente. Me encomendaba a ella, como uno se encomienda a Santa Rita. ‘¡Cómo vamos a salir de esto!’, pensaba. Tenía tan poco presupuesto… está hecha como en fanzine, muy de bricolaje, con cuatro cosas. ¡Ahora soy muy devoto de Virginia Woolf! [dice con una sonrisa].

Me ha parecido muy interesante cómo ha conjugado los tres planos, el Orlando de Woof, los Orlandos de hoy en día, y su propia experiencia. Una de las frases que afirma en la película es «la ficción no se opone a la verdad y cada vida individual es una historia colectiva». Cuenta su propia biografía a través de las vivencias de otras personas.

Claro, leyendo a Virginia Woolf en 1928 me permitió sobrevivir en 1980 o en 1990. Es increíble, nos alimentamos de ficción, vivimos de ella. Pude estar dialogando con Virginia Woolf a través de un libro. Claro, yo soy escritor, para mí las palabras son importantísimas. El cine es escribir con cuerpos que están delante tuyo, sigue siendo escritura. Estamos en una sociedad en la que los relatos acerca de lo trans son relatos tremendamente victimizadores, tremendamente normativos y el cuerpo trans es representado como el asesino o aquel que va a ser asesinado al final de la película, o la prostituta al borde de la carretera que acabará muerta. Yo quería una utopía, aunque no lo sabía antes de hacerla. Quería otra representación de lo trans.

Yo diría que incluso había cuatro líneas de fuerza, la cuarta era la historia política de los Orlandos, que aparece a través de los archivos. Trabajar de esta manera es muy de Virginia Woolf, ella me dio la metodología de la película.

El espectador puede escuchar las experiencias vitales de 26 personas de entre 8 y 70 años.

Sí, hice el casting y se presentaron 100 personas. Empecé trabajando con una metología muy política. Leíamos párrafos que había elegido. La parte más compleja era hablar con el lenguaje de Virginia Woolf, literario y un poco ampuloso y barroco. Las productoras temían que no funcionara.

Al hilo del suicidio del Woolf, en el filme se pregunta quién contará la historia de las personas trans. «Es necesario sobrevivir a la violencia para poder contar nuestra historia. Hay que contar nuestra historia para poder sobrevivir a la violencia».

Sí, porque ¿quién ha contado hasta ahora nuestra historia? Yo vengo de la teoría, de la historia de la sexualidad, y tengo una colección inmensa de las películas trans y te das cuenta de que siempre es narrado desde el punto de vista de lo binario, en el que la persona trans es la víctima, el excluido. Para mí era importante reinvindicar la posibilidad de contar nuestra propia historia, y también de contar vuestra historia, de los binarios, de deciros ‘en el fondo la vuestra es también una historia orlandesca’. La autora trans Torrey Peters siempre dice que lo que más se parece a una mujer trans es una mujer divorciada. En el fondo es como una transición. ‘Échate al mundo y redescúbrelo’. Es una manera de decir a las personas binarias que todos estamos en transición. La migración también es una transición, perder a la persona de amas.

La maternidad…

¡El embarazo es absolutamente una transición! También lo es perder a una persona que amas. No es decir a los otros cómo es la transición, sino deciros que vuestra vida se parece bastante a la nuestra.

No sé si el producto final se parece a lo que tenía en la cabeza. Y cómo valora el proceso.

Quería que el proceso se pareciera al producto final. Cada escena está planteada como un ritual político. He filmado con un equipo muy pequeñito. Quería filmar de manera más próxima a un artista. Yo no sabía qué material tenía, pero sabía que algo había sucedido en el rodaje. Y cuando lo lograba sabía que era bueno e importante. Habría algo que ver en la película. Rodaba durante 2-3 días, iba a la sala de montaje, montaba durante 2-3 semanas, y volvía a filmar. He trabajado así. El momento del montaje me ha encantado porque me he dado cuenta de que en mi infancia ya montaba las películas de otros en mi cabeza. Montaba sin saberlo. Trabajar en la sala de montaje ha sido maravilloso. He disfrutado muchísimo.

También destaca su narración. Lo engloba todo de una forma muy especial.

Gracias. Yo soy muy tímido y no quería salir en escena, solo en algunos momentos en los que quería estar ahí con los Orlandos. Yo estaba detrás, filmando. Había momentos en que quería cortar la voz en off, pero no me dejaban [risas].