INFO

La peligrosa militarización de la región del Indo-Pacífico

En su estrategia por mantener la hegemonía mundial, Estados Unidos apuesta por extender la actuación de la OTAN hacia la región del Indo-Pacífico. Con ese objetivo, Washington está haciendo uso de una red de alianzas ya existentes y definiendo la futura estructura de la propia Alianza Atlántica.

Soldados estadounidenses en unas maniobras militares de la OTAN en Bulgaria. (Nikolay DOYCHINOV | AFP)

El Indo-Pacífico está moldeando cada vez más la realidad geopolítica. A medida que se erosiona la supremacía estadounidense, una multipolaridad volátil y cambios en las distribuciones de poder continúan delineando las facetas de esta región. En la etapa actual, en un mundo fragmentado y multipolar, el Indo-Pacífico se ha convertido en un concepto normativo y estratégico muy valorado.

En la última década hemos pasado del concepto Asia­-Pacífico al de Indo­-Pacífico. Este cambio representa la expansión de una región a una megarregión. Si Asia-­Pacífico surgió como concepto posterior a la Guerra Fría impulsado por factores de integración económica, que también permitieron estrechar los lazos en materia de seguridad; en la actualidad, la centralidad recae en la región llamada Indo-Pacífico, pasando de un proceso económico a uno impulsado sobre todo por la seguridad.Para comprender la perspectiva del Indo-Pacífico como una región geográfica emergente en estrategias, encontramos un mosaico de diálogos bilaterales, trilaterales y multilaterales que han configurado una especie de sopa de letras de organismos y acuerdos impulsados por Estados Unidos.

El camino de la OTAN hacia la región

Dos de los puntales de Washington para redefinir y limitar la influencia de China en la región, son QUAD y Aukus. Este pasado agosto, una reunión trilateral (EEUU, Japón y Corea del Sur) dio pie al llamado «espíritu de Camp David», que pretende reforzar otra trilateral ya existente (EEUU, Japón y Australia).

La organización militar atlantista publicó en 2022 su “Concepto estratégico”2, donde la región Indo-Pacífico ocupaba un lugar destacado. Señalaba que esas organizaciones forman otro eslabón en la red de expansión de lazos militares entre EEUU, sus aliados europeos y los locales, todo ello en el contexto de la evolución del alcance territorial de la OTAN en los últimos años.

Probablemente se esté buscando una arquitectura de seguridad institucionalizada. El enfoque inicial es la creación de algo similar a la OTAN, pero que, en principio, no tendría la misma forma o sustancia que la actual alianza militar atlantista. Por el momento, la OTAN estaría forjando en la región asociaciones estratégicas con Estados de «ideas afines». Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón se encontrarían ya en pleno proceso de transición pasando de ser «socios globales» de la Alianza Atlántica a convertirse en parte de un acuerdo más estrecho denominado «programas de asociación personalizados individualmente».

Beneficiados y damnificados de la estrategia militarista

Es evidente que EEUU ha creado estas herramientas u organizaciones en el marco de su estrategia para rodear y presionar a China, lo que algunos analistas definen como «imperialismo conceptual». La clave de Washington es mantener sus intereses de seguridad y, sobre todo, las bases militares que tiene en la región.

También obtienen ganancias las empresas armamentísticas, contratistas de seguridad privada militar, empresas de logística, apoyadas en la colaboración manipuladora de grandes grupos de comunicación y de intereses.

Uno de los damnificados es la propia diplomacia, ya que en la letra pequeña se observa una tendencia hacia su privatización.

 

Uno de los grandes perdedores de ese seguidismo es Europa, donde muchas voces ya advierten de que mientras que para EEUU un giro de la OTAN hacia la región tiene efectos más que significativos, es difícil encontrarlos en el caso de Europa.

La Asean es otro de los daños colaterales de la estrategia de Washington. Sustentada en un equilibrio de poder, en un nuevo contexto multipolar y no basado en dos ejes (China y EEUU) esta herramienta apuesta por muchos polos para evitar una hegemonía de los dos actores más importantes. Los llamados actores regionales pueden tener más influencia, ya que diversificar socios y alianzas trae una menor dependencia. Asean funciona mejor o peor, pero conforme a la idea para la que fue concebida, gestiona disputas y conflictos entre sus miembros, y evita las interferencias de potencias extranjeras. No obstante, las maniobras desde Washington no cejan en su empeño de buscar su división y debilitamiento.

Otro de los damnificados es la propia diplomacia, ya que en la letra pequeña se observa una tendencia hacia la privatización de la diplomacia. Subcontratando y dejando en manos del sector privado y think tanks las líneas políticas que marcarán la estrategia en energía, tecnologías críticas, cadenas de suministros...

Sobre esta región pende el llamado «dilema de la seguridad», y si China percibe un aumento de la amenaza en su contra podría tomar medidas para impulsar sus propias alianzas y un desarrollo mayor en clave militar.

La estrategia de la OTAN para la región puede abrir la puerta a un abanico de riesgos que pondrían en peligro la paz y la estabilidad mundial.