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Internacionalizar el conflicto o la solución

El conflicto ya está internacionalizado. Lo que hay que internacionalizar, vista la negativa israelí y la impotencia palestina, es su resolución.

Restos de la incursión de Hamas en Ashkelon (Menahem KAHANA | AFP)

La muerte a tiros por un policía egipcio de dos turistas israelíes -empatía de la calle árabe con la causa palestina–, las amenazas y choques entre el Ejército sionista y la organización chií libanesa Hizbullah, y, sobre todo, los informes que apuntan a una implicación de su padrino, Irán, en la sorprendente ofensiva de Hamas, alimentan análisis que alertan de una posible internacionalización del conflicto.

Sin obviar que el cruel golpe sobre la mesa de la organización islamista palestina es el mayor fiasco de seguridad en la corta pero sangrienta historia del Estado de Israel, resulta difícil descartar que Teherán haya tenido papel alguno en un operativo preparado durante meses, cuando no años, y que, por tierra, mar y aire, ha entrado literalmente hasta la cocina israelí.

Más cuando Arabia Saudí estaba a punto de concluir un acuerdo de normalización de relaciones con Israel, lo que sumaría a la satrapía del Golfo a la lista de regímenes árabes (Emiratos, Bahrein y Marruecos) adscritos a los llamados Acuerdos de Abraham, auspiciados por los EEUU de Trump.

Biden había ofrecido a los Saud una alianza militar similar a la que Washington tiene con Israel («major non-NATO ally) y acceso a la Tecnología nuclear civil. Mohamed Bin Salman (MBS), hombre fuerte de Ryad, verá menguar su margen de maniobra para convencer a su renuente padre, el enfermo rey Salman, y para sortear la oposición de los saudíes a medida de que Israel se ensañe con Gaza.

Dando por descontado el desmentido iraní sobre su participación, tan esperable como la reacción de los republicanos estadounidenses que acusan a Biden de poco menos que financiar el ataque cuando desbloqueó fondos retenidos a Irán en medio del reciente canje de prisioneros, sorprende la mesura del Ejército israelí al aSegurar que no tiene pruebas de la implicación de la República Islámica.

En espera de la reacción de Netanyahu y sus bravucones aliados políticos, esa contención verbal puede interpretarse como un intento, sensato, de evitar un enfrentamiento con Irán, que supondría un choque de trenes de incalculables repercusiones en Oriente Medio y en el mundo.

Israel sabe que el conflicto está internacionalizado desde hace tiempo. El apoyo de la todavía principal potencia mundial, EEUU –escenificado de palabra por Biden y de hecho con el envío de ayuda militar, portaaviones y destructores al Mediterráneo Oriental, es crucial para que el Estado sionista mantenga machacada a la población palestina.

Hablar de riesgo de internacionalización del conflicto cuando es la parte palestina la que golpea suena a cinismo.
Más valdría defender la internacionalización de la búsqueda de una solución negociada. La negativa tajante de Israel, evidenciada en el 30 aniversario este año de los Acuerdos de Oslo, y la impotencia de los palestinos, que les arrastra a acciones tan desesperadas e inhumanas como las que hemos visto estos días,  apela al mundo, nos apela, a hacer todo lo posible para detener una matanza, asimétrica pero bilateral,, que dura ya casi un siglo.